«Lo que mi señor piensa, solo mi señor lo sabe»
José Palacios
Día a día la situación empeora, se pone color de hormiga; el salario estacionado, parado en 40.000 bolívares, la pensión del IVSS, la jubilación, también una miseria. Alimentos básicos se consiguen pero, a precios incomprables, el signo monetario desaparecido, el cono monetario no funcionó; la emisión de billetes de 10, 20 y 50 mil bolívares, tardíamente, es una espada de Damocles en el cuello, la economía no se recupera, no se toman medidas económicas para recuperarla, no se produce en el campo lo que se consume, transporte, no hay y el poco que existe, en condiciones lamentables, el pasaje inestable, gasolina es un viacrucis, gas doméstico muy escaso y dolarizado, insumos escolares, por las nubes, imposible a los padres poderlos adquirir, la cuota del colegio, imposible cubrirla, la electricidad un verdadero caos; no hay o no aplican el cronograma, el agua, ha mejorado algo, al parecer hay una mejor gerencia, con la advertencia de que hay en la ciudad, muchos botes de agua.
El consumo diario per cápita (OMS) es de 250 litros/día por persona. En Valera es de 750; creo que no hay mantenimiento. La salud, en manos de empíricos (mic), la inseguridad en la cresta de la ola, nuevas modalidades de extorsión, las calles de la ciudad, logrimas, fantasmales y si es partir de las 7 pm, peor aún. Todo ese rosario de problemas, que es una parte de ellos, nos lleva a la situación vivida hasta mediados del siglo XX, cuando el país mejoró.
Venezuela, tuvo una de las monedas mejor cotizadas, su valor se comparaba con el franco suizo, el valor del bolívar de plata era mayor nominalmente, por su contenido en Plata ley 900. Sus reservas en el BCV eran elevadas, una deuda externa mínima, el PIB muy elevado.
El respaldo de la moneda en oro. Llegamos a tener el billete de de 500 bolívares, que su equivalente en dólares era U$S 149,25 bolívares. Tenemos la inflación más alta del Planeta y no vemos en el horizonte que se tomen medidas para mejorar la situación. Son muchos sus habitantes que se acuestan sin probar bocado. La desnutrición infantil en cifras astronómicas. La tercera edad, sin recursos para sus medicinas, su pensión-si es que la tiene-no le alcanza para un producto. Motivo por el cual debemos trabajar en lo que sabemos y lo haremos hasta que Dios lo disponga.
Somos muchos los padres, que estamos huérfanos de hijos, han tenido que migrar, para buscar un futuro mejor, con la esperanza de regresar. Y para terminar: «Espero que no haya mucha niebla este otoño»