<Mi problema consiste, pues, en saber a cuál norma debo ajustar mi conducta. Si se tratara de un problema jurídico, la dificultad no sería tan grande> R. Frondizi. ¿Qué norma debo seguir?, en Introducción a los problemas fundamentales del hombre. 2014: 26.
Lo que causa cierta molestia a mis neuronas y sobre todo en estos últimos años, es esa evocación de una Venezuela heroica y que en tiempos de dificultades se crece. Huelo allí cierta estafa histórica y poco me importa si lo dijo un prestigioso académico o una información de farándula, si hasta este momento percibo en mi derredor miseria, pobreza extrema, ciudades destruidas en sus espacios públicos y sitios de distracción. Cualquier imagen de belleza devino algo feo, decadente, roído y horrible. Ni siquiera donde hay plantas con flores se ocultan los olores de desechos y excrementos. Simulando cierta ingenuidad me atrevo a preguntar esto: ¿A dónde fueron los años, discursos y plataformas de una Venezuela grandiosa? ¿Cómo descifrar un presente cargado de oscuridad, caos fabricado con fines políticos intolerables y decadencia institucional? Cualquier archivo conteniendo discursos e imágenes de esa grandeza devino ficción o nunca existió. El recordado Borges, aclaro al funcionariado actual, el argentino, el de Funes el memorioso respondería recordando a F. de Miranda sobre lo que somos: <Bochinche>. Viene funcionando esa idea junto a la frase de Leoncio Martínez: <Monte y culebra>. Repito, un país si se presume existe tiene el deber de mostrar un mundo de vida saludable en sus pobladores, no solo físico sino espiritual más allá del cualquier culto religioso. Esta es la parte más preocupante en esta reflexión, pues lo más parecido que percibo en su imagen social son anécdotas, rostros tristes, llantos contenidos, alegrías del torturador. Es decir, una sociedad que está en todas partes y en ninguna, una inmigración fabricada con fines políticos de control del poder de turno; algo así con la intención de que tengamos ante el mundo la fea imagen <del Judío errante> pero desde una nación rica en Petróleo. Si esta idea es válida, entonces presumo que ni social ni históricamente existiremos tal como los registros aludidos indicaron luego de la gesta independentista. Es fácil constatar que aceptamos ser fracturados, practicarnos la desunión, la exclusión y la destrucción de sitios públicos de distracción; entonces cualquier narrativa de heroicidad venezolana o es falsa o nunca existió. Lo real como un recorte de la realidad venezolana desmiente aquí y ahora cualquier construcción académica-científica promotora de símbolos patrios unidos y fuertes. Cualquier cartografía sobre <lo nuestro> como imagen del valor autonomía y soberanía devino ambigua y perforada por los conflictos de interés en juego. El arte culinario que hasta en las guerras más crueles perdura aquí desapareció y en su imagen solo quedan los restos de la basura como el gran mercado libre. La variable tiempo con la cual se planifica el trabajo, la producción, las vacaciones y la distracción en sociedades del siglo XXI; es decir la mejor calidad de vida, transcurre para nosotros en unas colas fabricadas como lugar para que nuestro dato de vida sea el de la muerte por agotamiento. Las ideas constitucionales desde 1999 hasta ahora fijadas y construidas sobre valores de justicia, equidad y libertad quedaron agujereadas por influencia de la no transparencia política, tanto desde el gobierno como los presupuestos de oposición. Algo de poca responsabilidad política se impuso para agravar más nuestra existencia. No me pidan evidencias, solamente imaginemos que hemos sido convertidos a existir como un Geriátrico ambulante y abierto; con el agravante de estar desasistidos. Somos eso sí, un laboratorio para las malas noticias que los países con calidad de vida seguro incorporarán en sus planes escolares para niños como lo que a ellos nunca les debería pasar. Saque sus conclusiones.
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