Una de las novelas más impactantes que podemos leer en nuestra vida es ‘Ensayo sobre la Ceguera’ (1) del gran escritor portugués José Saramago (1922-2010), Premio Nobel de Literatura en 1998.
La novela se basa en una ficción: una epidemia de ceguera repentina en una población, que provoca situaciones y experiencias aterradoras. Pero al mismo tiempo no es una mera ficción, porque en las vidas reales se han vivido ese tipo de experiencias, por ejemplo en campos de concentración, aunque no haya habido epidemia de ceguera, y en un futuro no sabemos lo que puede vivir la humanidad.
En la novela, un ciudadano está manejando su vehículo y de repente en un semáforo se queda ciego y ve todo blanco. Un hombre se ofrece para ayudarle y manejar su vehículo hasta su casa, pero resulta que es un ladrón que le roba el carro. Ese primer ciego va a consulta con un oftalmólogo y los pacientes: Un niño que sufre de estrabismo, una prostituta joven muy bella que lleva gafas oscuras porque tiene una conjuntivitis, y otros, al poco tiempo, incluyendo al oftalmólogo, al poco tiempo se quedan ciegos. La única que no se queda ciega es la esposa del oftalmólogo, pero aparenta que también se queda ciega para acompañar a su marido, porque el gobierno decide internar a los ciegos, incluyendo al ladrón del vehículo que también se ha quedado ciego, en un antiguo manicomio. Allí son sometidos a un régimen de malísima alimentación, carencia de agua, imposibilidad de hacer las necesidades fisiológicas más elementales, pero son amenazados de muerte por los soldados que custodian el manicomio en el caso de que intenten salir. Poco a poco, en la sala adyacente número 2 ingresan más ciegos y en una ocasión se arma una confusión, y varios ciegos son abaleados y mueren porque los soldados creían que trataban de escapar.
Cuando se distribuye la poca comida mala entre los ciegos de las dos salas se forman trifulcas. El oftalmólogo le dice a su esposa: “Mira lo que pasa cuando llega el momento de distribuir la comida” y ella le responde: “esas disputas me enloquecen, no sabes lo que es ver a dos ciegos pegándose” y él le dice: “siempre ha habido peleas, luchar fue siempre más o menos una forma de ceguera” (Pag. 176).
El ladrón del carro, en una ocasión trata de manosear las tetas a la muchacha de las gafas oscuras, y ella le da un fuerte taconazo en la pierna con un zapato que tiene un tacón puntiagudo y le causa una herida que se le infecta por falta de antibióticos y muere. La esposa del oftalmólogo sigue con vista, pero no lo puede decir porque sería sacada del lugar. En la novela se describe el ambiente espantoso que se va creando cuando los ciegos ni siquiera pueden asearse ni llegar a los retretes, y entonces hacen sus necesidades en cualquier lugar donde pueden saturando el ambiente con una fetidez insoportable.
Para completar la desgracia, llegan más ciegos que se alojan en otra sala y tienen un arma de fuego y barrotes de hierro afilados. Amenazan a los ciegos que ya estaban recluidos y les dicen que tienen que reunir todos sus objetos de valor y entregárselos, para poder seguir teniendo acceso a la mísera ración de comida rancia que reciben cada día. Los primeros ciegos están desarmados y entregan todas sus pertenencias. Luego, los nuevos ciegos armados aumentan su exigencia: Las mujeres de los primeros lotes de ciegos tienen que someterse a esclavitud sexual para poder seguir teniendo acceso a la comida. Las mujeres de la Sala 1 deciden que aceptarán, pero el primer hombre que quedó ciego, estaba en la sala con su esposa ciega y se niega y dice: “Que su mujer no se sometería a la vergüenza de entregar su cuerpo a unos desconocidos, diéranle a cambio lo que le dieran, que ni ella querría ni él lo permitiría, que la dignidad no tiene precio, que una persona empieza por ceder en las pequeñas cosas y acaba por perder todo el sentido de la vida. El médico le preguntó qué sentido de la vida veía él en la situación en que todos se encontraban, hambrientos, cubiertos de porquería hasta las orejas, devorados por los piojos, comidos por las chinches, picados por las pulgas. Tampoco quisiera yo que mi mujer fuera, pero ese querer mío no sirve de nada, dijo que está dispuesta a ir, fue esa su decisión, sé que mi orgullo de hombre, esto que llamamos orgullo de hombre, si es que después de tanta humillación aún conservamos algo que merezca tal nombre, sé que va a sufrir, ya está sufriendo, no lo puedo evitar, pero es probablemente el único recurso si queremos sobrevivir” (Pag. 220). La esposa del primer ciego dice que ella también acompañará a las demás mujeres en contra de la voluntad de su marido.
El caso es que las mujeres van y son vejadas, humilladas y muy maltratadas hasta el punto de que una de ellas fallece.
Al cabo de unos días, los ciegos malvados vuelven a exigir que las mujeres se les entreguen sexualmente, y la esposa del médico, que sigue conservando la visión, lleva unas enormes tijeras afiladas y sigilosamente se acerca al jefe que tiene la pistola, mientras una de las ciegas le hacía felación. Entonces: “las tijeras se enterraron con toda la fuerza en la garganta del ciego” (Pag. 244). El ciego líder muere y los demás ciegos malvados incurren en un estado de pánico y cierran la entrada de su sala amontonando camastros y jergones. La esposa del médico luego llora mucho y expresa: “He matado, dijo en voz baja, quise matar y maté (…) vieja y asesina, pensó, pero si fuera necesario volvería a matar, Y cuándo es necesario matar, se preguntó a sí misma mientras se dirigía al zaguán, y a sí misma se respondió, Cuando está muerto lo que aún está vivo” (Pags. 248-249).
En el primer grupo de ciegos se había incorporado un hombre de edad con un parche negro en un ojo, y entre él y los demás ciegos de ese primer grupo, se establece una solidaridad que luego les permitirá sobrevivir cuando logran escapar del manicomio. Pero su supervivencia como grupo, se debe sobre todo a que la esposa del médico conserva su vista y orienta todas las acciones. Por otro lado, mientras habían estado en el manicomio, el oftalmólogo se deslizó una noche a la cama de la muchacha con gafas oscuras y tuvo relaciones con ella. Ella por su propia iniciativa, también tuvo relaciones con el hombre de edad que tenía un parche en un ojo, y ya cerca del final de la novela, se declaran mutuamente su amor, pero mientras todavía estaban ciegos.
Una mujer ciega logra prender fuego a esos camastros que habían amontonado los ciegos malvados en la entrada de su sala, y todos los ciegos que no mueren, de todas las salas, logran escapar del manicomio, porque los soldados habían huido.
Cuando los ciegos del primer grupo logran salir a la calle, la situación de toda la población es dantesca, porque toda la gente está ciega y deambula por las calles tanteando para no caerse. No hay alimentos, ni servicio de agua, ni energía eléctrica, los cadáveres están en las calles mientras los perros los devoran. Las personas ciegas invaden como pueden viviendas para saquear y sobrevivir. Una de las partes más espeluznantes es la de una anciana espantosamente pestilente que vive solitaria y era vecina de los padres de la muchacha prostituta que usa gafas oscuras. Ella se ha acostumbrado a degollar gallinas y comerlas crudas.
El oftalmólogo y su esposa entran en una iglesia que se ha convertido en un campamento de refugiados ciegos. Allí ella le dice: “todas las imágenes de la iglesia tienen los ojos vendados” y él le responde: “puede haber sido obra de algún desesperado de la fe cuando comprendió que iba a quedarse ciego como los otros, puede haber sido el propio sacerdote de aquí” (Pag. 407). Más adelante él dice: “ese cura tiene que haber sido el mayor sacrílego de todos los tiempos y de todas las religiones, el más justo, el más radicalmente humano” (Pag. 408). Los fieles ciegos presentes en la iglesia escuchan eso y se ofenden, y algunos gritan y se van atropelladamente de la iglesia. Pero al poco tiempo toda la población ciega del país empieza a recuperar la vista.
Este final quizá se puede interpretar en el sentido de que los poderes asociados a los íconos de la iglesia, han sido transferidos a la humanidad, que debe usar sus propios recursos morales para enrumbar su vida, sin buscar un salvador supremo que no responde a sus plegarias.
Resulta demasiado obvio que Saramago atribuye excesiva importancia al factor religioso en las situaciones de caos y desgracia social. Pero eso es un error, porque en realidad otros factores tienen mucha más importancia: Por ejemplo, la incapacidad de los gobiernos para enfrentar situaciones de emergencia social, y la incapacidad de las personas para organizarse y sobrevivir.
Cuando los ciegos recuperan la vista, en la novela se hace referencia a la muchacha de las gafas oscuras, que cuando vea al hombre anciano con sus arrugas en la frente y su parche en el ojo, quizá puede olvidar la declaración de amor que le hizo.
Por otro lado, Saramago, con su magistral pluma, lo que sí logra transmitir muy exitosamente a la lectora y lector, es que la aparente civilización que vivimos, en realidad es sumamente frágil y endeble, ya que en algunas circunstancias pueden aflorar los instintos más bestiales de los humanos. En efecto, la carencia de moralidad en una sociedad enferma, es uno de los temas centrales de la obra. Uno de los mensajes implícitos en la novela es que las personas deben prever situaciones de caos que parecen inimaginables en tiempos normales. NOTA: (1) Publicada en portugués en 1995 y en castellano en 2007 por Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara. Argentina. Las citas son de la edición en castellano.
Ernesto Rodríguez