Quien esto escribe nació en manos de una humilde partera, mi madre Josefa, los 12 muchachones que tuvo los “parió” en la casa, de allí que creo que Josefa se fue entrenando en eso que hoy llaman resiliencia, que significa vivir situaciones de grandes adversidades, aprender de esas experiencias y salir fortalecido… A las parteras había que pedirles la bendición por el resto de la vida en señal de agradecimiento por habernos traído a este mundo de los vivos.
Si había algún enfermo en casa acudíamos donde el “Bachiller Simancas”, en el sector Agua Clara. Hace 60 años, ya a las cinco de la mañana, el gran sanador de los valeranos tenía una larga cola de trujillanos que acudían a él en busca de remedio para sus enfermedades.
Las mujeres después de la “paridera” hacían la dieta de los “40 días”, que consistía en comer sopa de gallina negra. Esa dieta ponía como un toro al recién nacido que era alimentado con leche materna y preparaba a las mujeres para salir embarazadas nuevamente, con la justificación de que en esos tiempos no había televisión.
La Valera de alma humorística
El Dr. Cabrita le dice al viejito Nemesio:
- Debe tomarse esta pastilla cinco veces al día después de cada comida… Sumamente enojado, Nemesio le pregunta:
- -Doctor, ¿Y de dónde carajo cree usted que voy a sacar tanta comida si de vaina me llega la bolsita Clap?
“ No quiero a Maduro”
- No quiero maduro, no quiero maduro, le dice Toñito a su mamá que es “Madurista rajada”.
- Esa maestra Rosarito que te da clases como que es de la oposición. ¿Eso es lo que aprendes en la escuela?
- Mamá, no quiero maduro, no quiero maduro, lo que quiero son tequeños, lo que quiero son tequeños.
La hermosa Valera de antier
En esa Valera de hace 60 años se vivía con mucha tranquilidad, paz y armonía. Había uno que otro ladrón, pero no pasaba de allí. En noches de mucho calor algunas familias dormían con las puertas abiertas… Un kilo de queso no pasaba de un bolívar. Un kilo de carne de la buena dos bolivarianos. El alquiler mensual de una casa: 100 Bs. Un viaje a Caracas en Expresos Delicias Bs. 20. Tremendo almuerzo en el comedor popular “Monseñor Contreras”, Bs. 2.
La pelea del siglo en Valera
Tenía unos 8 años y me gocé la “pelea del siglo” entre el “Loco Toro” y el “Loco Juvenal”. La trifulca se inició en la calle 15 con Av. 13. Golpes iban y golpes venían de los más famosos peleadores callejeros que conoció Valera en toda su historia. El público daba vivas a los fornidos gladiadores que terminaron tan feroz combate en las cercanías del Hospital Central, después de recorrer 9 cuadras de una hazaña boxística que nadie ha podido igualar (la misma duró unas dos horas). Eran de tanto respeto estos personajes valeranos que los funcionarios policiales se acercaban a ver qué era lo que pasaba y al darse cuenta la calidad de boxeo que estaban viendo sus ojos, se quedaban para disfrutar la “pelea del siglo” en calles de Valera.
Desaparecieron a mi hermano Juan
Tenía 13 años de edad. En el primer gobierno de Rafael Caldera, una noche, a eso de las 9, un pelotón de guardias nacionales dirigidos por un teniente llegaron a mi casa en la calle 14 y la “pusieron patas arriba”, a mi hermano se lo llevaron esposado acusado de actividades subversivas…
Mi madre un día después “pateó” calles buscando a Juan y en todas las oficinas policiales le respondían lo mismo: “Señora ese hijo suyo aquí no está detenido”… Me imagino “el dolor mayor” de las madres venezolanas en el momento en que cuerpos policiales les desaparecen a sus hijos.
Fueron 30 días de tortura psicológica y miedo en mi familia, porque nuestro hermano no aparecía “ni vivo ni muerto”. Poco se dormía en casa porque el insomnio comienza aparecer ante tanta preocupación, poco comíamos, mi madre no dejaba de llorar ante la impotencia de no encontrar a su amado hijo.
Fueron tantas las oraciones a Dios por parte de mi madre que a los 30 días fue puesto en libertad mi hermano, gracias a las gestiones que realizó un amigo de la familia ante el gobernador de la época, este gestionó ante los organismos militares la liberación de Juan… Mi hermano llegó transformado, poco conversaba, había una inmensa tristeza y aflicción en su rostro… De allí en adelante mi alma se dedicó a luchar a favor de todo aquel trujillano que vivía una experiencia parecida o era víctima de alguna injusticia.
Decía Nicolás Maquiavelo: «Quien controla el miedo de la gente, se convierte en el amo de sus almas”.