El Lasso de la Vega fue la primera urbanización que conoció el estado Trujillo gracias a la iniciativa de ese extraordinario constructor de pueblos: Monseñor José Humberto Contreras. En tan populosa comunidad se destacaron personajes, como: el padre Juan D. Dios Andrade, excelente cronista y escritor. Salvador Valero, pintor popular; Toño Vale, catedrático de los mejores; doctor Esteban Toro, Luis Vielma, artista a quien nadie pudo igualar elaborando el mejor pesebre de Valera en toda su historia.
En amena conversación, el cronista popular del Lasso La Vega, Juan Saavedra, nos habló del ayer y hoy de esta acogedora urbanización valerana.
Personajes populares
Sobresalió “Juan bolas de toro”. No se sabe qué sucedió, y unas enormes hernias invadieron su cuerpo, las “bolas se le bajaron”, aquellas enormes “pelotas” causaban mucha impresión entre los parroquianos, y cuando bailaba, todas las miradas eran dirigidas a él. Dicen que ahí nació la famosa canción de la Billo´s Caracas:
“yo tengo dos bolitas,
-que me suben y me bajan; ayyyy,
-Que me suben y me bajan”…
“Tarariba”
Tenía problemas en sus manos a causa de una parálisis de nacimiento. Se enfurecía cuando le recordaban el apodo, en ese momento entraba en guerra, agarraba su poderosa cauchera, le ubicaba una metra y “zúas”, le volaba los dientes al más pintado, gracias a la puntería. Nada que envidiarle al mejor practicante de tiro al blanco.
“El Reo”
Dicen por esas calles que su familia lo trajo de Escuque y lo abandonó en una fría madrugada en el Lasso de la Vega. Hombre fornido, le faltaba su pierna izquierda, no usaba muletas y se arrastraba por las aceras. “Era más delicado que un quesillo de piña”, no se le podía mirar dos veces porque se disparaba un rosario de groserías que se escuchaban a una cuadra… En una oportunidad, mi madre me dio una suculenta espaguetada con carne para que se la sirviera a Reo; voy de lo más contento y le ofrezco tan apetitoso plato, en segundos me dijo hasta del mal del que me iba a morir, de ahí en adelante, cuando veía que se acercaba el escuqueño de pura cepa, pegaba el brinco para la “otra casita”, para evitar un nuevo encontronazo con este personaje que alguien bautizó como “El hombre más grosero de toda la bolita del mundo”.
El barbero que peló a Bolívar…
Continuando con su sabroso relato, Juan Saavedra destaca: el barbero más popular del Lasso de la Vega hace 55 años fue el señor Eloy. Todo el que se sentaba en su silla de barbería le aplicaba “la cero, cero”; era un corte de pelo que llegó de Estados Unidos, sólo le dejaban unos pelitos a nivel de la frente, de resto, la cabeza quedaba como un huevo de pava; allí los piojos se morían de hambre…
«Rasputín”, era un apreciado italiano, gran trabajador, de casa en casa iba dejando distintos tipo de cortes o telas para las costureras y los sábados pasaba “bajando de la mula” a los acreedores.
La panadería “La Realidad” de los hermanos Viloria, agarró fama en toda Valera gracias al pan “cachito” que eran una delicia… En la Vic-Vac había que llegar temprano porque el pan “cruzado” volaba entre la clientela, hasta los maracuchos se acercaban al lugar para llevar su buen cargamento de pan trujillano.
«Don Boli” era dueño de un camión cisterna que cargaba agua para arriba y para abajo, las familias pobres lo adoraban porque les llevaba el agua a sus hogares sin cobrarles un solo bolívar.
No faltaba una máquina de escribir
El sueño de las familias con menos recursos económicos era tener en casa una mecanógrafa porque le daban trabajo de inmediato. La maestra Rosita sobresalió en Valera como experta en capacitar a las secretarias en tan digno oficio. Su casa era el lugar donde se recibían las clases y tenía una habilidad asombrosa para transmitir conocimientos. En menos de un mes, las muchachas estaban escribiendo a máquina con “los ojos cerrados”.
“Pedro el carnicero” era sumamente generoso, aparte de vender buena carne, las personas pobres que se le acercaban pidiéndole ayuda para “meter los pies bajo la mesa”, Pedro le preparaba su bolsa de alimentos para el “sancocho dominguero”… “El patón” era el gran especialista en inyectarle formol del bueno a quienes “pelaban cacho”. Los muertos podían durar varios días despidiéndose de este mundo de los vivos sin que los malos olores se sintieran.
El doctor Aranguren
Galeno de los mejores, cargaba un enorme maletín negro donde había toda clase de implementos médicos. A los pacientes los visitaba en sus casas brindándole las miles de atenciones, tenía una mano de seda para inyectarle en la nalga el medicamento requerido, nadie decía “ayiyay”, a pesar que las agujas eran como las que usan los veterinarios.
Finalmente, Juan Saavedra recuerda que el Lasso de la Vega fue lugar donde nacieron empresas como Floristería Los Andes, hubo fábricas de alcohol medicinal y lejía… Los jugadores de baraja llegaban de toda Valera a casa de “Gardelito”, donde se reunían los “cacaos” de las apuestas… El señor Moreno fue un reconocido zapatero, llevaba una larga vida secándose las manos embardunadas de pega en un trapo, un periodista que lo visitó le dijo: “Pero amigo Moreno, lo que usted tiene ahí es una gran obra de arte popular”. Dicho y hecho: en el Museo Salvador Valero obtuvo el primer lugar en un festival de arte.