“Este año nuevo chillaba al nacer/ y sus colas de gato y cara de murciélago/ se prendían del sueño/ y lo halaban desgarrando su corazón y echando al diablo/ sus manantiales y sus puertas/ y sus aires que iban al futuro y corrían /al futuro/ en el delirio de aquél que vivía en su Casa Dorada/ en el Amor de su Gloria/ y su Visión/ pues con el tiempo todo se despedazaría/ y sería sorbido de esa jauría de dentro y de fuera que pugnaban por/ robar y asesinar/ ahora mismo/ en las puertas y ventanas de este año…” R. Palomares
Ramón Palomares es gran poeta trujillano nacido el año 1935 en Escuque, y fugado de este planeta el año 2016, desde el mismo pueblo adonde hizo “Vuelta a Casa”, después de un “Adiós a Escuque, pajarito que venís tan cansado”; re-escribió con sus hermosas narrativas poéticas el sentir fervoroso del paisaje, las vivencias entrañables de costumbres, tradiciones y pasajes de la historia en esta Venezuela de “todos los corazones”; desde oriente, con el asombro testimonial de Humboldt por el Orinoco en las “Alegres Provincias”; pasando por “Santiago de León de los Caracas” con los combates de Guaicaipuro, Paramaconi y los suyos, en el “humoso bosque” donde cayó “la noche de Ulloa” decretando muertes; al occidente, donde mora el “paisano” en “el reino” de la “tierra de nubes” y “el vientecito suave del amanecer con los primeros aromas” para la siembra de su “raíz”, donde encontrará refugio el cuerpo real de los sueños, sin que falte -en tierras serranas y labriegas-, algún miche zanjonero para el mejor calor a la palabra. Hago este pequeño paseo como invitación para que visiten sus caminos de poesía, “Antología Poética” editado por Monte Ávila, es un buen pórtico para iniciar el sendero.
Hoy quiero hacer memoria de la agonía de Bolívar, escribir este artículo “elegíaco” -porque le falta el rango poético-, y servirme del poeta en su “Elegía 1830”, la cual escribió en 1980 con ocasión del sesquicentenario de la muerte del Libertador Simón Bolívar y declamó con solemnidad en su querida Mérida, donde vivió e hizo memorable cátedra para la buena venezolanidad. La elegía se inicia con el epígrafe dispuesto en este artículo y hace un recorrido con el ardor de su poética por el Bolívar en dolor de agonía y angustias por aquel año de muertes de 1830, para llevarnos hasta donde “- Alto Quién vive?/ La Patria/ Ya le estarán pegando fuego a tu casa” para finalizar con el instante del “Y Tú/ Ayúdame por el jardín/ en el asiento muelle/ quiero ver/ la puesta de Sol/ el amable verdor, los húmedos/ balcones”.
En Santa Marta, aquél 17 de Diciembre de 1830, apenas habían pasado 10 años del encuentro en Santa Ana, donde Bolívar y Sucre con Morillo y La Torre, habían delineado campos entre el enemigo exterior y la patria en rebeldía libertaria, acordando el desarrollo de la lucha de independencia en términos de reconocimiento a la causa que inspiraba a cada bando y el respeto a la vida en los límites de regulación a la guerra; acto que hizo impacto en el alma de los comandantes y de los combatientes de ambos ejércitos, a la par de dar muestras al mundo de la autenticidad de la confrontación e inspirar la mayor admiración por la causa libertaria de nuestramérica.
En noviembre de 1820 llegó Bolívar a Santa Ana al frente del ejército libertador cargado de la gloria de la Campaña de Guayana y el brillo del sol de San Félix, con la fuerza de la República bautizada por el Congreso con las aguas del diseño del discurso de Angostura, “América Mi estrella Mayor/ Continente de Alma de pájaro/ Tus ríos Perla Terrosa y Yerbabuena/ Tus caminos Mitad cielo/ y sepulcro/ Yo me fui saltando de columna a piedra/ y tejas deshechas/ donde los gritos me llamaban/ El suelo ardía en los cuerpos y el aire se quejaba”; aguas arriba del Orinoco y sus afluentes inundados un pueblo hecho ejército -famélico y harapiento- subió en pleno invierno Los Andes, atravesó “Asolados territorios Socha Socha”; el pueblo todo acudió, el cura de parroquia abrió las puertas y batió campanas, “Pequeño Pueblo/ Nos diste Pan/ y nos vestimos tus enaguas/ Y los vientos que mordían nuestro alrededor/ preguntaban/- Alto Quién Vive?/ La Patria”; todos venían con la gloria de Pantano de Vargas, y Boyacá, la liberación de la Nueva Granada, con el sueño agigantado de la Patria Grande Colombia y en pleno despliegue de la campaña de liberación de Venezuela. De Santa Ana salió inflamado de libertad republicana para vencer en Carabobo y emprender la Campaña del Sur “La lluvia vuela/ y te humedece/ Y el viento espanta aves asustadizas/ y seguimos al Sur/ Alto Quién vive?/ La Patria”. Con Sucre vencer en Ayacucho para izar la bandera de independencia en la cumbre del Potosí, que por trescientos años había sido “el monedero de España”. El ejército libertador venció hasta expulsar al enemigo externo; la patria grande fue libre.
En esos años, Simón enganchó en los brazos de la pasión con Manuela; sus cartas dan cuenta del ardor de sus encuentros, exigencias y contrariedades; hay un bello libro “Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón” que reúne cartas entre ambos que conmueven el alma sensible de nuestro tiempo; les sugiero buscarlo y leer. Sobre el libro les refiero una anécdota personal : el año 98 viajábamos hacia la Gran Sabana por motivo de la campaña electoral, yo iba al volante, la compañera nos leía y un hermano de luchas escuchaba y comentaba; pasamos Piedra de la Virgen hacia el Salto del Danto, cuando las cartas entre los amantes concluyen con la que el 18 de diciembre de 1830 le escribe Perú de Lacroix a Manuela, para comunicarle la tristeza de su muerte; al finalizar de leerla entramos en un estado emocional de llanto, que nos obligó a detener el vehículo y llorar los tres hasta calmarnos; sentimos esa agonía dolorosa, esa muerte y ese vacío desolador que produce la muerte de un ser querido, cuando más nos hace falta.
La historia también muestra el coraje, tesón y consecuente pasión libertadora de esa mujer; Sucre lo señala en diciembre de 1824, con el parte desde el frente de batalla en Ayacucho, “Se ha destacado particularmente doña Manuela Sáenz … organizando y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos”. Más adelante “mi amable loca” será “la libertadora del libertador” aquella noche septembrina del año 28 y su amor protector será fuente refrescante en todos esos años cuando el enemigo interno, desató su inquina con saña para acabar con ella, como modo de acabar con él y con él a la Patria robusta donde construir la Paz. “Consoladora –Sé prudente/ Amor mío Sé Prudente/ Así dijo al montar y partir/ su última cabalgata/ porque ya el año lo arrastraba”. En Honda se embarcó para descender con las aguas desde la cordillera hacia el mar del exilio; desde ese momento, ninguna mano con ternura de mujer acompañó su descenso a la muerte el 17 de diciembre en Santa Marta.
Ese año el enemigo interior, la ambición que anima la intriga de los que quieren poder para el reducido alcance de la mano al bolsillo, despedazará el gran sueño que inspiró la gesta libertaria del genio, “De la Angostura a Quito hubo apenas/ una centella/con Perfume”. Los instigadores para el saqueo se reparten los pedazos de la Patria y con Páez, Flores y Santander, desatan su rabia anti-bolivariana, encrespan las pasiones primitivas con panfletos, pintas y gritos, “abajo la dictadura”, “Bolívar asesino”, “muerte al tirano”; Bolívar –para ser fiel al brindis que hizo en Santa Ana en ocasión del Tratado de Regularización de la guerra-, prefirió dimitir a derramar sangre en guerras fratricidas. ”Vámonos Consoladora/ Vámonos Lleva mi equipaje/ Ya no nos quieren en América”.
El enemigo interno también puso la mira en quien podría continuar y sostener el sueño; con su rabia se atrevieron en Berruecos, al cobarde asesinato de Sucre, “el Abel de Colombia”, con lo cual destrozaron la esperanza del pueblo y el alma de Bolívar. “Pasto se ha rebelado contra la República/ El Segundo Magistrado asesinó al Primero/ Pobre de mí que vi morir mi hermano/ en su despedida/ lejos de mi/ en la Selva Asesina/ y su cadáver se durmió sobre el barro”.
La muerte de Bolívar fue celebrada por los enemigos, mientras el pueblo llano le hizo mortaja con sus lágrimas en recogida esperanza. Al cabo de varios años, aquellos lo trajeron en solemnidad desde Santa Marta, fundieron su figura en bronces y le convirtieron en discursos. Pablo Neruda en su “Canto General” le encuentra en las filas del vendaval de la España del 36 y lo trae en el verso “Despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo”; ciertamente su viva presencia, conservada entre la esperanza, el mito y la memoria subyacente de los ancestros que se fueron al Sur tras esa bandera libertaria, ha contribuido a momentos estelares en el ánimo colectivo para el empuje de nuestro sentido histórico; sin embargo, cuando no hay grandeza en la conducción, agoniza la esperanza y los pueblos se pierden en su laberinto por los caminos de la angustia.
En estos 190 años de su paso a otra dimensión, guardemos con respeto su memoria, que esa luz contribuya a encontrarnos para encontrar los caminos y no perdernos en el laberinto. Las nuevas generaciones no nos lo perdonarían; tampoco Bolívar.
Casatalaya, Guayana, diciembre 2020