Durante muchos momentos cruciales de la historia, como planteaban los existencialistas, las sociedades se encuentras frente a dos alternativas o decisiones posibles que están lejos de ser ideales, pero en las que se debe inexorablemente sopesar el costo de no hacer nada o peor aún entorpecer al que trata de hacer algo, a veces mucho ayuda el que no estorba como reza el dicho popular.
Para los venezolanos, las bifurcaciones en el camino son habituales en términos políticos y tal parece que parafrasear a Hamlet y su “ser o no ser” continuamente nos lleva al “votar o no votar” cada bando con un cúmulo de argumentos válidos y otros rebuscados, unos entendibles y otros que se ajustan a la capacidad política de quienes los usan, unos considerables y otros simplemente sin ningún sentido, pero sobre todo con muchas emociones y sentimientos a flor de piel.
Aquí en Venezuela vivimos la política casi como el beisbol, la pasión se desborda y es en estos momentos en los que el pensamiento crítico, la reflexión y un repaso a la historia nos puede dar claridad en la decisión.
Ejemplos en la política contemporánea nacional tenemos de sobra desde el año 2005 que comenzó una nefasta campaña de satanización del voto desde la oposición primero con el parlamento en el que la abstención fue del 75%, luego con gobernaciones, alcaldías y hasta la Presidencia de la República, en ningún caso se logró nada positivo.
De hecho, se entregaron casi todos los espacios de poder político y de toma de decisiones, sin claridad o cohesión real fuimos perdiendo capacidad de maniobra y quedamos a merced del gobierno. Al menos dado el sistema electoral venezolano, nunca la abstención a resultado en éxito o reafirmación de fuerza y mayoría, o en una pretendida deslegitimación, por el contrario, sólo ha conseguido dispersar la capacidad de respuesta, aminorar los esfuerzos de unidad y además ha contribuido a la consolidación de 25 años de gobierno chavista.
Por su parte todas las veces que hemos superado como país nuestras diferencias y se ha llamado a votar masivamente hemos alcanzado la victoria y esa es una verdad categórica.
Ahora bien, una vez más en Venezuela se plantea un camino que ya hemos recorrido, una vez más tenemos frente a nosotros una elección que desde algunos factores de la oposición se ha querido vender como sin importancia, como sin sentido, sin propósito y justamente allí está el error principal, entregarse sin pelear y sin ruta alterna es abandonar a quienes esperan con esperanza que Venezuela se recupere de la grave crisis no sólo política y económica sino también social y espiritual, es ceder nuestro futuro y el de nuestros hijos. Hoy que es día de la madre yo me niego como nunca a abandonar sin lucha, aunque la adversidad se vea clara y venga de todos lados.
Entregar la totalidad de los curules en la asamblea nacional, las gobernaciones lideradas por políticos de oposición, condenar las aspiraciones de líderes naturales y con posibilidades reales de trabajar por cambios significativos en la calidad de vida de nuestras comunidades, ceder una vez más los consejos legislativos es dar una carta abierta en cada uno de esos espacios para que se sigan tomando decisiones que no nos convienen como nación.
Abstenerse sin ninguna propuesta es convalidar que el presupuesto nacional siga sin control y que el gasto público sea desmedido y utilizado para control político, sin ninguna capacidad de discusión o alternativa.
Parece casi infantil tener que afirmar que esta elección no anula la pasada, esta elección no significa pasar la página, esta elección no significa conformarnos o perder la esperanza sino justamente lo opuesto. Estamos convencidos de que este evento electoral debe ser una reafirmación de fuerza, de mayoría, de descontento y también de capacidad política nacional porque nosotros los venezolanos necesitamos dejar de parecemos a un país reprobando lecciones una y otra vez y comenzar a creernos el país que entendió que su destino está en sus manos y ejerce con conciencia la única arma que tiene: el voto.
El futuro se construye con las decisiones presentes y aunque el panorama parece ser desalentador, la apatía y la abstención sólo ayudan a que la situación se perpetúe. La participación política no se limita al acto de votar, sino que implica el compromiso constante de la defensa por los derechos más fundamentales y la construcción de alternativas porque la democracia que tanto soñamos se construye una acción a la vez, un voto a la vez, aunque parezca que no tiene sentido.
Como lo resume de manera brillante la empresaria estadounidense Meg Whitman “el precio de la inactividad es mucho más alto que el coste de un error”. Y aunque el precio es alto y doloroso, al menos yo asumo mi decisión: yo voto.
María Eloina Conde
Mayo 11, 2025
@MariaEloinaPorTrujillo
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