El vientre bendito

 

Alguna vez le escuché al Dr. Miguel Ángel Burelli Rivas expresar la frase “el vientre bendito” para referirse a la Señora María de la Asunción Betancourt Uzcátegui, madre de Ricardo Labastida y de Manuel María Carrasquero, dos de los mejores próceres civiles del estado Trujillo.
Esta dama nació en Trujillo, hija de Miguel Vetancourt y María Lucía Uzcátegui Briceño, descendiente de Sancho Briceño, uno de los fundadores de la ciudad y de los responsables de la prosperidad inicial de esta provincia. La fecha de su nacimiento la desconozco, pero debe haber nacido a finales del siglo XVIII.
Se casó en primeras nupcias con el también trujillano Francisco Antonio de la Bastida y Briceño, también descendiente de fundadores ilustres como Francisco de La Bastida, y se trasladó al Valle del Momboy, lugar de las haciendas del hogar. Allí nacieron ocho de sus diecisiete hijos, los otros nueve nacieron en Trujillo y fueron diez hombres y siete mujeres, el primero de ellos, Ricardo, que nace el 6 de enero de 1800 en la hacienda San Francisco, el último hijo de su primer esposo nació en 1812 pues Francisco Antonio murió en 1813, y el encargado de las haciendas, Gregorio Fernández Carrasquero, cuida la muchachada, protege a la viuda y luego se casa con ella en 1820, y ese mismo año nace en la hacienda San Lorenzo Manuel María Carrasquero Betancourt, luego nacen al menos nos hermanas más: Alcira y Enriqueta.
De manera que no solo era bendito el vientre de Doña María de la Asunción, por la calidad de la prole, sino fecundo pues tuvo al menos 20 partos.
Ricardo Labastida Betancourt y su hermano Manuel María Carrasquero Betancourt fueron personas cultas, humanistas, escritores, políticos honorables, parlamentarios de dilatada actuación, ambos ejercieron la gobernación de Trujillo con eficiencia y honradez. A Ricardo se le debe que el estado Trujillo haya recuperado sus costas y sus puertos sobre el lago de Maracaibo. Manuel María escribió esta frase, tan vigente en estos días: “La libertad no será jamás un hecho allí donde los ciudadanos no tienen bastante valor civil para defender sus prerrogativas”.
La historia trujillana escrita está llena de caudillos, generales y hombres a caballo, sin embargo, es más dilatado e importante su caudal de héroes y heroínas civiles, que como María de la Asunción Betancourt Uzcátegui, formaron generaciones de mujeres y hombres de enorme valor en la cultura y la economía regional.

Francisco González Cruz

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