Gabriel Montenegro. Unos dicen que fue el mexicano Juan Castro; otros aseguran que sería el empresario Birdsill Holly en Europa en el siglo XVIII, también que fue su patentador Frederick Graff, quienes habrían inventado el Hidrante; sin embargo lo que sí es cierto es que antes de los suministros de red por tuberías, el agua para la extinción de incendios tenía que guardarse en baldes y calderos listos para ser utilizados por las “brigadas de baldes” o llevarse con una bomba contra incendios tirada por caballos.
Esa misma historia cuenta, que desde el siglo XVI, cuando se instalaron sistemas de agua de red de madera, los bomberos de esa época cavaban las tuberías y perforaban un agujero para que el agua llenara un “pozo húmedo” para los baldes o bombas.
Esto tuvo que llenarse y taponarse después, de ahí el término común en los Estados Unidos para un hidrante, “tapón de incendio”. Se dejaría un marcador para indicar dónde ya se había perforado un “tapón” para permitir a los bomberos encontrar agujeros ya perforados.
Los sistemas de madera posteriores tenían agujeros y tapones pretaladrados. Cuando las tuberías de hierro fundido reemplazaron la madera, se incluyeron puntos de acceso subterráneo permanentes para los bomberos.
Algunos países proporcionan cubiertas de acceso a estos puntos, mientras que otros colocan hidrantes fijos sobre el suelo; los primeros de hierro fundido fueron patentados en 1801 por Frederick Graff , entonces ingeniero jefe de Philadelphia Water Works. Desde entonces, la invención se ha centrado en problemas como manipulación, congelación, conexión, fiabilidad, etc.
¿Qué son los hidrantes de incendios?
Los Hidrantes contra incendios son dispositivos mecánicos elaborados con la finalidad de contar con agua a la mayor brevedad para sofocar generalmente incendios en pueblos y ciudades. Están conectados a las tuberías de distribución de agua potable y generalmente son utilizados por los bomberos, quienes cuentan con las mangueras conectoras que actúan bajo presión controlada.
Los hidrantes de incendios forman parte de la red de agua específica de protección contra incendios, por lo que están conectados directamente a dicha red, ya sea la red de uso público o la de una instalación en concreto.
Dicen las normas de seguridad, que si las medidas prevención de incendios no son suficientes y se declara un conato de incendio que no es sofocado a tiempo o el incendio se detecta demasiado tarde como para apagarlo con los medios de extinción disponibles serán necesarios medios más potentes para extinguir el fuego, por lo que tendrán que intervenir los bomberos. Sin embargo, el agua de un camión de bomberos puede acabarse en minutos. ¿Qué ocurrirá si el incendio no sea apagado para cuando el camión de bomberos se haya quedado sin agua? Gracias a los hidrantes de incendios, el suministro de agua no será un problema.
Los hidrantes de incendios
Aseguran los expertos en este sistema hídrico, que “los hidrantes de incendios, conocidos popularmente como bocas de incendios, son aparatos conectados a una red de abastecimiento de agua destinado a suministrar agua en caso de incendio”. Las bocas de incendio no tienen mangueras, sino que son agua para que bomberos o los servicios de emergencia puedan conectar sus mangueras y/o equipos de lucha contra incendios. También sirven para llenar de agua las cisternas de los camiones de bomberos.
Debido a su naturaleza, los hidrantes suelen estar colocados en el exterior de los edificios. Aunque puede haber excepciones. En cualquier caso, los hidrantes de incendios deben estar debidamente señalizados, indicando el diámetro nominal, el número de la norma y el nombre del fabricante. Cabe destacar en este punto que los hidrantes se rigen por una serie de normas que aseguran, por un parte, que el equipo utilizado para la extinción del incendio sea compatible y, por otras, que puedan asegurar un caudal y presión de agua mínimos durante un tiempo determinado (concretamente, de 1 Kg/cm2 durante un mínimo de 2 horas).
Tipos de hidrantes de incendios
Los hidrantes de incendios pueden ser de dos tipos: hidrante de columna e hidrante bajo nivel de tierra (también llamados de arqueta).
Los hidrantes de columna pueden ser de columna seca y de columna húmeda.
Los hidrantes de columna seca son lo que se vacían automáticamente después de ser utilizados. De este modo, al no contener agua cuando no es necesario, no tienen riesgo de rotura por heladas. Estos hidrantes también incorporan un sistema que asegura su estanqueidad en caso de rotura por impacto.
Los hidrantes de columna húmeda son una alternativa más eficiente y eficaz a los hidrantes de columna seca, ya que disponen de todo el mecanismo en la superficie sin las complicaciones que suponen los hidrantes de columna húmeda. Uno de estos inconvenientes tiene que ver con la reparación, ya que en los hidrantes de columna húmeda no hay que picar el suelo para descubrir el mecanismo, mientras que en los de columna sí.
Los hidrantes de columna húmeda no son aptos en zonas en las que no hay riesgo de helada ni deben estar libres de riesgo de impacto o, al menos, bien protegidos de golpes por parte de vehículos para evitar su rotura por la parte de las bridas. Por otra parte, los hidrantes de columna seca ofrecen una ventaja importante, y es que la apertura de las válvulas se realiza de forma independiente en cada una de ellas, los que permite controlar el caudal de salida. Además, en estos hidrantes es posible reparar de forma individual en cada una de sus válvulas, por lo que la inoperatividad de una boca no afecta a las demás.
Historia de los Hidrantes en Trujillo
Federico Gotz, comerciante de origen alemán fue quien introdujo los primeros hidrantes a Venezuela en los albores de 1927. Antes de esto, en 1882 se había formado el primer “Cuerpo de Bomberos” en Maracaibo, estado Zulia y luego se extendieron en las regiones de mayor auge económico.
Los Hidrantes llegaron a nuestro país, casi junto a las empresas petroleras, cuyas concesiones eran manejadas por empresas norteamericanas y requerían los mismos por expresas normas y exigencias de seguridad y por los riesgos que implicaba trabajar con combustibles fósiles de tanto poder y peligrosidad.
Así mismo, en las grandes urbes donde se comenzó a construir en el modelo vertical (edificios) de manera vertiginosa, fue implementada la medida obligatoria en cuanto a la colocación de los hidrantes en cada aspecto arquitectónico, lo cual garantizaba eliminar el viejo sistema de apaciguar siniestros con la utilización de los vetustos cubos o tobos, para sustituirlos por la presión de agua por mangueras.
En el caso de Valera, la urbe de Mercedes Díaz comenzó a recibir los “amigos hidrantes” una vez extendida la planimetría de la ciudad, incluso en los cerros “La Pollera” y “Caja de Agua” se colocaron las primera cajas de agua, las cuales por gravedad llevaban el preciado líquido recogido de los entonces cristalinos ríos Motatán y Momboy a las incipientes urbanizaciones y casco central, mientras por los lados del sector La Floresta, Bambúes, Lazo de La Vega y La Ciénaga se alimentaban de la también fresca quebrada de Escuque, sistemas rústicos que funcionaron antes de la construcción de la actual boca-toma y planta de tratamiento de El Cumbe y que abastecían normalmente las necesidades y demanda.
Se asegura que algunas zonas valeranas tuvieron hasta 12 pulgadas métricas de presión y volumen, cifra que se fue reduciendo a medida del crecimiento poblacional, sin que las primeras tuberías del sistema de distribución instaladas se modernizaran o se ampliara su capacidad. Los hidrantes funcionaban de maravilla en las décadas de los años 50, 60 y 70 y hasta se utilizaban para abastecer a la población en épocas de severa sequía.
Para muchos expertos este ha sido uno de los principales problemas de la actual escasez, además de tampoco contarse con un acueducto ajustado a las demandas de los habitantes de extensas zonas poblacionales, desarrolladas sin la debida precaución con el paso de los años.
Lo cierto del caso, es que este hermoso y funcional implemento, que denotaba el desarrollo industrial de los pueblos, ha quedado para el olvido en nuestra región, caracterizada por la ausencia del agua potable, por el colapso casi total de su distribución del vital líquido por las ya obsoletas tuberías, las cuales jamás fueron reemplazadas y modernizadas y esencialmente por la falta de políticas efectivas para garantizar el suministro a las actuales y futuras generaciones. Con mucha pena y tristeza debemos decir que la “época de los hidrantes se murió definitivamente” en Valera.