El padecer de los profesionales venezolanos: sobreviviendo

Las amas de casa venezolanas son las guerreras más audaces en la batalla de precios, productos, inflación y escasez. Se han transformado en magas para estirar el presupuesto familiar, pero cada día tienen menos cartas bajo la manga, este es un día en la vida de Carmen, una madre promedio del país

Los docentes y varios profesionales están cobrando sueldo mínimo.

El instinto materno ya levanta antes de la cinco de la mañana a Carmen, que desde anoche dejó su uniforme de maestra planchado y listo para el combate académico, sale de la cama directo a la cocina, la primera preocupación ya aparece y aún el sol no ha salido del todo, ¿Qué le dará a sus hijos para desayunar?, ¿Qué podrá improvisar con masa de maíz y cuajada?, no hay mucho que inventar, arepas y para tomar agua fría, se resigna y empieza a amasar.
Mientras pone la mesa saca su cartera, desgastada, pero es la única que combina con el uniforme y vuelca su contenido sobre la mesa, debe organizar el poco efectivo que tiene para los pasajes de sus hijos y el de ella, aunque a veces prefiere regresar a pie al pueblo para no descompletar el dinero, Luis de 14 años estudia en Fundación La Salle, solo para llegar debe tomar dos buses e igual de regreso, David tiene nueve, debe asistir al instituto de educación especial de Boconó porque tiene síndrome de down, es la luz de su hogar y ella trabaja en una escuela en la Vega Arriba, desde los Pantanos, es difícil y costoso llegar, sólo en pasajes se van 800 hoy, ella debe regresar en bus, el día amaneció muy lluvioso.
Sus hijos salen corriendo a la mesa, el mayor siempre tiene un apetito voraz, toma las arepas y se quema, Carmen sonríe y le dice que sople, David viene con su peluche abrazado y su morral ya listo, abraza y besa a su madre, se le sienta en el regazo y todos comen, Carmen mira como Luis raspa el plato con los dedos, quedó con hambre, pero no le dirá nada para no preocuparla, todos dejan la mesa para ducharse y partir, el día empieza aunque las cuentas estén detenidas hace días.
Salen temprano a la parada porque hay poco transporte, hoy no hay para merienda o almuerzo, Carmen espera que haya comida suficiente en los comedores escolares, de regreso a casa pedirá fiado algo para la cena y el desayuno de mañana, todo esto pasa por su mente mientras sus hijos van subiendo al autobús, a David siempre lo acompaña su maestra que vive cerca, un alivio para el bolsillo porque son pasajes menos, ya que ella debería llevarlo, todos se despiden y Carmen se arregla el cabello en la buseta para no llegar tan desprolija al aula de clase.
Llega con una sonrisa, sabe que muchos de los niños llegan sin desayunar, es una escuela rural, hay muchas personas de bajos recursos, aunque ya casi todos los que conoce entrarían con dignidad a esa etiqueta socioeconómica, imparte sus clases, da segundo grado, ha visto como sus alumnos más «gorditos» se han puesto en el peso estándar, llega la hora del almuerzo y el hambre ya empieza a resonar en el estómago de Carmen, piensa en sus hijos, en Luis que heredó el apetito insaciable de su ex esposo, que cada día le envía menos para los gastos de los niños, pero los gastos de las disputas legales no entran en el presupuesto de este mes. Suena el timbre y al comedor, el aroma a lentejas sin verduras y arroz blanco sale de la cocina, el vaso de papelón sabe al cielo con tanto apetito.
La comida no tenía sazón, recordó como extrañaba las lentejas con chuleta que hacía su difunta madre, le dieron ganas de llorar, pero ya tenía el estómago lleno, inhaló resignación y entró al aula a continuar hasta la tarde, pidió unas llamadas, sabe que sus hijos comieron, el alivio le recorre la espalda y le calma cualquier mal hasta que salga de la escuela.
Suena el timbre final, arregla sus cosas para partir, aún sigue lloviendo y ve como los niños corren bajo la lluvia a los brazos de sus madres, extraña a sus hijos, ya quiere apretarlos con fuerza, tratará de llevarles algo rico hoy, van bien en la escuela, ya cuando llegue la quincena o venda algún cartón de huevos de las gallinas de su madre podrá pagar parte de la deuda, sale y cruza la calle, en la bodega está su comadre Rosa, ella le fía y le da dos galletas de su parte para los niños, apenada y agradecida Carmen se apresura a tomar el bus para regresar a la parada a esperar a sus hijos, el frío y la lluvia hacen un paisaje hermoso desde la ventana del vehículo en movimiento, ya llegará a descansar, le matan los pies porque tiene un zapato más desgastado que otro.
En la parada ve llegar a Luis feliz con par de amigos del liceo, y David tarda un poco más porque debe esperar que todos los niños salgan para regresar a casa con su maestra, David baja empapado del bus, Carmen mira a la maestra perpleja, la maestra le explica entre dientes que se escapó de su cuidado al patio y saltó en los charcos que dejó el aguacero, lo tomó en sus brazos, el niño temblaba y reía, había dibujado un regalo para ella hoy, corrieron a la casa y ya allí calentó agua para bañarlos y así evitar un resfrío, el tanque está casi vacío, el agua tiene una semana que no llega y ahora que llueve llegará aún menos.
Carmen ve a sus hijos con la pijama puesta y sus cabellos mojados, envueltos en una manta gruesa de lana, les saca de su cartera las dos galletas y los abraza, los niños felices comen mientras ven la televisión, Carmen empieza a hacer la cena, compró huevos, masa de maíz, ricota y arroz, con eso resolverá hoy la cena y mañana. Mientras cocina recuerda que recién graduada pensaba que podría ayudar a su familia, era la primera en graduarse de la universidad, jamás pensó que con trabajo no podría alimentar a sus hijos y menos darse cualquier gusto, como la maga que es, saca una sonrisa de su delantal y se la coloca en el rostro para que sus hijos no noten su tristeza.
Después de la cena los niños cansados de hacer la tarea se van a dormir y Carmen deja todo listo para mañana y cae rendida en la cama, da sus plegarias y duerme, hasta que en la madrugada la despierta una tos constante, es David, ella sale de su cuarto entre dormida y ve como el pequeño niño no puede respirar entre lágrimas, su hermano trata de calmarlo, no quería preocuparte le decía, el menor tiene una crisis de asma, el frío y la lluvia le han colapsado los pulmones, Carmen en su desesperación toma el inhalador y trata de colocárselo, le dice a Luis que llame a su padre, el niño empieza a toser con más fuerza, Carmen cede a la presión y llora, mira el reloj, son las tres de la mañana, aún falta para amanecer, no tiene dinero para un taxi, para llevarlo al hospital por oxígeno, llama a su vecina, ella acude y ambas tratan de calmar al niño hasta que llega el esposo de la señora en su carro para llevarlo, Carmen respira y toma a sus dos hijos, ya el presupuesto familiar cambió, ya el mañana no se puede organizar, ya sabe que no podrá ir a trabajar, la rutina medida por la llamada crisis perdió sentido, solo sabe que deben resistir un día más.

Un día más

Los docentes y varios profesionales están cobrando sueldo mínimo, que con la inflación reinante sólo alcanza para un kilo de queso y un arroz, por un mes completo, queda a la reflexión del lector.

 

 

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