El niño que somos | Por Camilo Perdomo

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<No me escuches a mí, sino al logos> Heráclito.

 

Característica constante en nuestra sociedad, desde la infancia a la escuela son las frases siguientes: “Madura, deja de ser niño, asume responsabilidades”. Algo nos dice, de esa época, que la niñez es indeseable, y siempre buscamos igualar a los adultos. En cada uno de nosotros si recordamos la niñez pensamos que pasó rápido, que se nos escapó sin meditarla, que quedaron asuntos por resolver o hacer. Percibimos esa época como un compuesto conteniendo su propia dinámica, su propio azar, su caos, es decir su pasado y un futuro sin cumplir. Tuve el raro privilegio de leer a F; Nietzsche en Así habló Zaratustra a una temprana edad, confieso que lo hice por su título asociado a novelas de vaqueros que era lo que nos motivaba (por las aventuras) como lectura. De ese tiempo uno de los discursos: La metamorfosis del espíritu me cautivó porque nombraba al niño, al camello, al león y al desierto. Comprendí que todo era una continuidad: primero se es camello, un animal que se arrodilla para que el hombre le ponga la carga, el león con su fuerza dominando todo y el niño que hace preguntas y es el más débil de esa cadena. Leerlo y releerlo me traslada a mis juegos de infancia, a peleas de calle, a los apodos, a cazar animales; en fin, a la acción y búsqueda de aventuras. Es buscar la libertad, el me das lo que es mío o tenemos que pelear. Ese niño no lo olvido aun. Hoy ese niño perdió la inocencia, y en su momento fue como el poema de Chelique Sanabria: <que soy un niño que ya le duele el alma>. Perder la inocencia no es agradable, pero te prepara para esa transformación donde comprendes que la sociedad es una selva de cemento: <todos contra todos, sálvese quien pueda, robo porque si no lo hago yo, lo hace otro.> Nietzsche coloca al final de la transformación del espíritu la figura del niño y su infancia, no porque su escritura sea ingenua, sino porque en el niño aun con su vulnerabilidad es posible imaginar un nuevo horizonte, de soñar y cultivar esa estadía corta antes de ser adulto. Es el momento no pervertido de la sociedad y sus modelos educativos. Allí no existe la razón o la historia, solo cuenta el lenguaje creativo y los juegos para vivir el momento del presente. No por azar Picasso dijo con modestia lo siguiente: “Aprendí a dibujar como niño” Pensando desde esta Venezuela, observo una sociedad desocupada de la niñez y eso la hace enferma, pues las generaciones que vendrán no tendrán chance de ser autónomas y libres. Saque sus conclusiones.

 

Por Camilo Perdomo

camiloperdomot@gmail.com

@CamyZatopec

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