Ramón Escovar León
La comunidad jurídica reconoce a Román José Duque Corredor como el epítome del jurista culto, probo e integral, porque conocía en profundidad las distintas áreas de la ciencia jurídica, de la historia y de la literatura. Escribió libros y ensayos relevantes, marcados por la reflexión propia y el aporte original.
Las virtudes de Duque Corredor fueron destacadas por los ponentes de las jornadas que examinaron su pensamiento jurídico los días 10 y 11 de abril en la Universidad Católica Andrés Bello. Ellos fueron: Arturo Peraza S.J., Jesús María Casal, Allan Brewer-Carias, Cecilia Sosa, Gerardo Fernández, Carlos Ayala Corao, Rafael Badell Madrid, Edgar Núñez Alcántara, Rodrigo Rivera Morales, Salvador Yannuzzi, Álvaro Badell Madrid, César Carballo y quien suscribe. A estos expositores, se añadió la participación de los estudiantes Irina Miljevic, Jhony Bompart, Daniel Graterón, María Paula Guerrero y María Victoria Ordaz, quienes le dieron brillo al evento y demostraron que el homenajeado no aró en el mar.
Tuve el privilegio de pronunciar las palabras de clausura del evento de la UCAB, a cuyo contenido me voy a referir a continuación. Afirmé que Duque Corredor alcanzó los indiscutibles niveles de erudición jurídica, porque era, ante todo, un humanista, un lector incansable de las obras maestras de la literatura nacional y universal y poeta por afición. Las humanidades eran las vigas maestras que le permitían mirar muy lejos y a los lados.
Una característica que no puede pasar inadvertida es que Duque Corredor fue un cervantista declarado. Leía y releía el Quijote, la obra capital de Miguel de Cervantes. De ahí su amplitud en la interpretación de los hechos concretos para amoldarlos a los conceptos jurídicos abstractos. Plasmó en su obra un pensamiento de categoría, sin excesivas e innecesarias citas de opiniones ajenas. Esta es una conducta que le viene por la señalada vocación cervantina. En efecto, Cervantes, en el Prólogo de la primera parte de Don Quijote, critica, en tono sarcástico, los libros cargados de citas y de sentencias de Aristóteles y de Platón, porque él era “por naturaleza poltrón y perezoso para andar buscando autores que digan lo que yo sé decir sin ellos”.
Si se quiere adiestrar a los estudiantes en el importante tema del razonamiento jurídico, ¿por qué no hacerlo con la ayuda de Don Quijote y Sancho Panza? Es verdad que el Caballero de la Triste Figura razona deductivamente, a partir de las reglas abstractas que tiene de sus códigos caballerescos. Sancho, al contrario, iletrado y sin prejuicios, razona inductivamente, a partir de lo que observa y es quien llama la atención a su jefe sobre sus errores a partir de su sentido común. Razonamiento basado en ilusiones y en ficciones frente al razonamiento de lo real, de lo concreto, de lo que se siente y vive. Es el enfrentamiento permanente entre la verdad y la mentira; entre lo posible y lo imposible. Todo esto se aprende más fácilmente con la literatura que con los enrevesados textos de interpretación jurídica.
Por otra parte, Duque Corredor fue un fino ensayista que razonaba a partir de su experiencia. Es lo que proclamaba Miguel de Montaigne en sus Ensayos, al sostener que el ensayista es quien escribe basado en su experiencia, porque “Yo mismo soy la materia de mi libro” (Je suis moi-même la matière de mon livre). En todos sus trabajos, Duque –con admirable capacidad analítica– enriquecía la evolución del derecho venezolano. Así ocurrió con el derecho agrario, el derecho administrativo, el derecho constitucional, el derecho procesal civil, la teoría general del derecho, la interpretación constitucional, la casación y el arbitraje. Se trata de una influencia muy poderosa en la doctrina y en la jurisprudencia.
Nada de eso hubiese sido posible sin su sólida formación humanística. Sus lecturas de literatura nacional y universal potenciaron su capacidad creativa para acometer las faenas doctrinarias. Sus ensayos se adentran con claridad y precisión en las materias examinadas y así generan pensamiento jurídico.
Lo mismo ocurría con sus poemas. Su espacio poético lo encontraba en su experiencia vital: Mérida, Zea, el mar Caribe, la norma jurídica, la sentencia, el aula universitaria, el autoritarismo, la política y, sobre todo, Venezuela. Esto constituía la fuente de inspiración de su producción lírica, lo que quedó marcado por su compromiso con el destino nacional. Los rasgos señalados se advierten en uno de sus poemas más conocidos: “Como duele la patria”.
Román José Duque Corredor demostró, como verdad inapelable, que la literatura es el mejor aliado de los jueces y de los abogados. El evento de la UCAB sirvió para recordar, como se merece, a este jurista y humanista excepcional.
@rescovar