El Hombre del Anillo cohabitó con la miseria | Por Ramón Rivas Sáez

Foto: Cortesía

 

 

Por Ramón Rivas Sáez

Una paradoja que no deja de repetirse en el mundo del arte en cualquier latitud; Antonio José Fernández, mejor conocido en las artes plásticas venezolanas como el Hombre del Anillo, por la descomunal sortija que se elaboró en los inicios de su carrera  artística, vivió gran parte de su existencia en la extrema pobreza, ya en sus últimos años pudo solventar parcialmente sus necesidades.

Tras sufrir de privaciones una tras otra el Hombre del Anillo Escuque -08 de Septiembre de 1922-Valera 05-01-2006; luego de transitar por innumerables oficios, el Gobierno venezolano le reconoció con el premio nacional de Cultura Popular, concedido por el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), por su valioso aporte a las artes plásticas en su condición de artista naif o popular.

Este artista del común, realizó su primera escultura en 1949, la cual no tuvo mayor acogida; más bien  sufrió burlas y menosprecio de algunos a quien mostró su obra primigenia. Pero fue el médico, poeta y pintor Carlos Contramaestre, quien le descubrió y le organiza la primera exposición en 1965 en Caracas, en la Galería del Techo de la Ballena, la que atrajo el interés de la crítica especializada.

Una fue la opinión del pintor y poeta Juan Calzadilla, quien celebró que Fernández “es el primer escultor ingenuo que aparece en el arte venezolano”, el que dotado de una variedad de técnicas y materiales, introdujo cambios en cuanto al uso de medios y recursos para expresarse, entre ellos,.“la talla en piedra, en madera, el vaciado en cemento, la policromía aplicada al relieve y a las figuras de bulto, el collage; la tela, cartón”, dan riqueza de procedimientos, a los efectos de crear una visión mítica y extensa del universo de su infancia” Estas vivencias las compartió con su maestro y amigo de toda la vida Salvador Valero, el otro artista popular trujillano.

En su obra, El Hombre del Anillo evoca la vida campesina, su entorno, la naturaleza, los animales; los mitos cristianos; hace una especie de una simbiosis entre escultura y pintura a través de un lenguaje personal que atrajo la curiosidad de otros críticos, Sofía Imber y de figuras internacionales de la cultura como el novelista estadounidense, William Styron, quien le visitó en su aposento de Carvajal.

Irónicamente Fernández hasta el final de su vida rozó en la miseria; al tiempo que  hoy su obra se cotiza sobre los mil y dos mil dólares en gran parte de sus realizaciones plásticas, codiciadas por los coleccionistas nacionales y extranjeros. 

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