Revisando las redes sociales podemos hacer un diagnóstico a vuelo de pájaro: ¡qué fácil nos venimos abajo! Tenemos casi dos meses sumando triunfos, nuevamente como un movimiento unido y organizado y por alguna interpretación muy limitada de los hechos de ayer hoy buena parte de Venezuela amanece aplastada, con un despecho monumental.
No hemos aprendido nada en estos 20 años, al menos en resiliencia. Hoy no hay ninguna diferencia con lo que ocurría al principio de esta pesadilla, marchábamos en la mañana y en la noche al ver que no caía el gobierno muchos juraban no volver a salir.
Como sociedad nos atenaza un inmediatismo crónico, una desesperanza aprendida recurrente y una clara tendencia a convertirnos en una amalgama de personas anárquicas que al final lo más importante es decirle cuatro vainas al que lidera, simplemente porque hoy no fue tal y como esperábamos.
Esa misma gente minutos antes se rasgaba las vestiduras por Ramos Allup, Capriles y hoy por Guaidó. Tenemos el «Síndrome de la Piñata”, al final el superhéroe de la temática de la tarde, sea Woody o Buzz Lightyear, al final de la fiesta será reventado a palos para hacernos de unos tristes juguetes chinos y unos cuantos los caramelos.
Debemos entender que esto es mucho más complejo de lo que parece. Son veinte años destruyendo la institucionalidad, copando los espacios disponibles y vigilando cada movimiento de la población. La formación de los colectivos, que ayer hicieron de las suyas, es un elemento sobre el cual trabajaron de forma muy estricta. Son la mejor máquina de la violencia con la cual logran atemorizar a todo un pueblo.
Pero lo más urgente a vencer no es la gran cantidad de colectivos, o los pocos o muchos cientos de oficiales de las FAN entregados a Cuba, o los asesores de Hezbollah o de los Castro, es ese alien que nos han sembrado el del guayabo en polvo e instantáneo, como el Nestea. Basta que salga Diosdado o el maquiavélico Jorge Rodríguez a «darnos casquillo» de forma rupestre y predecible y salimos a llorar.
Estamos viendo sin duda una operación militar, multinacional y estratégicamente concebida no solo para desalojar un gobernante malo y corrupto, si no para desmontar un sistema que ha creado pobreza, inestabilidad y muertes en toda la región.
Es ir desmontando en primer lugar el apoyo popular, cohesionar a la comunidad internacional y sobre todo romperle el apoyo dentro de las FAN, apunta de amenaza, soborno o amnistía.
Esto amigos no es sacar a un atemorizado Noriega de una casa poniéndole música rock pesada a todo volumen o a un dictadorzuelo en un cayo soleado del Caribe. Este grupo de maleantes cuenta con uno de los escuadrones de cazas rusos más avanzados de nuestra región. El control territorial mediante una invasión tipo Normandía que muchos sueñan es impensable en Venezuela, tal y como lo planteó el jefe del Comando Sur. Además como bien lo dijo Marcos Rubio, no será necesario. Esto es una intervención militar solapada que intenta, con un número menor de bajas de lado y lado, derrumbar a un régimen herido de muerte, pero que aún puede reaccionar.
Churchill, unos de los grandes gerentes de crisis del mundo, le dijo a su pueblo en medio de los bombardeos alemanes en 1941: en estos momentos solo les puedo ofrecer sangre, sudor y lágrimas. En Venezuela decimos: agárrense de las manos que lo que viene es atrinca. Así que a subir ese ánimo, hay que seguir sumando, ver como se llena el vaso y superar ese pesimismo aprendido que nos ha hecho mucho daño.
Es hora de plantarse y seguir avanzando, no de ir a llorar pa’l Valle.