En Venezuela estamos locos. Un monstruo, un torturador, un sádico, ahora resulta que es “el gordo Mathías”. Aquí llamamos a la gente “gordo” o “gorda” por familiaridad, cercanía, cariño. Hasta los medios se refieren a él así. ¡Eufemismos, qué manera de minimizar sus delitos! Lo peor es que todo está tan trastocado que no me sorprendería que encontrara un juez que lo absuelva para que pueda seguir en sus andanzas. Aquí las mujeres seguimos siendo ciudadanas de segunda.
Hace un tiempo, vi una demostración de la indiferencia de la sociedad en lo que refiere a las mujeres maltratadas. Un equipo británico instaló en una urbanización cerrada, donde todos los vecinos se conocían, unos equipos de música de gran capacidad. Pusieron música a todo volumen una noche y casi todos los vecinos llamaron a la policía a quejarse. Un par de semanas más tarde, simularon que el marido maltrataba a la mujer. Ella gritaba desesperada pidiendo ayuda. Sonaban ruidos, cristales rotos, golpes. Nadie vino a socorrerla. Nadie llamó a la policía. Y eso pasó en un país “civilizado”.
El caso de Morella –y otras dos víctimas más- tiene que llamar a la reflexión al país entero. Ese monstruo la sedujo cuando apenas era una niña, porque “su familia se oponía a su relación”. ¡Con toda la razón, se habían dado cuenta de que el sujeto era violento! A punta de maltratos la tuvo encerrada durante 31 años… ¡31 años, los mejores años de su vida! ¿Y los vecinos? ¿Son inocentes o más bien indiferentes? ¿Apáticos, en vez de haber sido empáticos? Sé que uno en algún momento llamó a la policía, que no hizo nada. Y eso lo sé de primera mano, porque cuando viví en Maracay un vecino maltrataba a su mujer y yo llamé a la policía cada vez que la oí gritar y cuando venían, no hacían nada. Al menos ella lo dejó. ¿Y Morella? ¿Nadie se compadeció de ella? Sólo un vecino lo puso en las redes sociales… pero eso no es suficiente. Sólo imagínense que fuera una mujer de su familia. Les gustaría que alguien hiciera algo por ella… ¿o no?
Así que además de unir mi voz de indignación ante este horror cometido por el monstruo Mathías Enrique Salazar Moure, espero que si usted, lector, escucha a una mujer pidiendo auxilio, no responda con indiferencia. Como dijo Gandhi, “lo peor es el silencio de los buenos”.
Carolina Jaimes Branger
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