Eran los tiempos en los que, lo que decía el Pdte. Guzmán Blanco, era santa palabra y amén. En una casa del páramo de Los Pozos, en La Puerta, se nota preocupación en la familia.
- ¡Polidoro! toque el cacho, que ya se escucharon las campanas de Jajó. ¡Ese es Ño Fuan, que llama a campaña! Así eran las marchas y contramarchas de la historia en el Gran Estado Los Andes. Era el llamado del taita, el “León de la Cordillera”, al que cientos de campesinos, macheteros, respondían de inmediato.
- ¡Polidoro!, vuelva a sonar el cacho, varias veces. Pa’ que Rodulfo y Escolástico y la gente sepa, que nos vamos a la guerra. Esto se lo gritaba su hermana Delfina. Aunque ya el campesinado y productores de miche y chimó, se habían puesto en movimiento y tenían su propia idea de solución al problema: tomar las armas.
- Para eso es lo federal, para que cada quien defienda y reclame lo suyo. Le agregó, muy circunspecta, la hermana.
- Si perdemos, no nos queda otra que enterrar los “cachicamos”. Zaturnina vaya y avise a Bernardino, y aproveche aguaitar las cabras, no vayan hacer daño onde los Briceño. Bernardino Rivas, tenía 46 años de edad.
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Designado como Presidente del Gran Estado Los Andes el general liberal guzmancista, Rosendo Medina, muchas familias campesinas, entre ellas, varias del Resguardo Indígena y del Páramo de La Puerta, quienes se dedicaban junto con la agricultura cañamelar, a sacar miche sanjonero artesanal en sus casas de habitación, en zanjones y quebradas o en inhóspitas, frías y lúgubres cuevas, se trasnochaban pendientes de sus “cachicamos” (alambiques) y dar proporcionalidad a la panela con la esencia de anís o de hinojo; los hacendados por su parte, en su complejo destilero al lado del trapiche, con sus peones, producían en mayor proporción rones, aguardientes, anisados, y otras bebidas alcohólicas derivadas de la caña de azúcar, lo que les generaba buenos recursos, domésticos para aquellos, pingües para éstos, su comercialización solo era pechada tibiamente por las Municipalidades, una actividad comercial casi libre.
El “Amauta” peruano, uno de los grandes pensadores latinoamericanos sobre la causa indigenista, precisó que al quedar una mano de obra forzosamente disponible, los gamonales dieron rienda a fomentar varios vicios; sobre este particular escribió: “…el alcoholismo de la raza indígena, muy exagerados por sus comentadores, no son otra cosa que consecuencias, resultados de la opresión blanca. El gamonalismo fomenta y explota estos vicios que bajo cierto aspecto se alimentan de impulsos de la lucha contra el dolor particularmente vivo y operante en un pueblo subyugado. El indio en la antigüedad no bebió nunca sino “chicha”, bebida fermentada de maíz, mientras que desde que el blanco implantó en el continente el cultivo de la caña, bebe alcohol. La producción de alcohol de caña es uno de los mas “saneados” y seguros negocios del latifundismo…” (Mariátegui, 68). Fue éste, uno de los negocios más prósperos y seguros de la burguesía terrateniente; el otro, fue el del chimó, puesto que los aborígenes solo consumían chicha de maíz fermentado en sus fiestas y celebraciones, no conocían hasta la llegada de la invasores europeos, el miche ni el ron ni otra bebida espirituosa; y mascaban hojas de tabaco medicinal, ambos contra el dolor, que son prueba de un pueblo sometido y maltratado.
Creado el Gran Estado los Andes, por la Constitución Federal liberal, presidido por el general Rosendo Medina, quien buscando ingresos para desarrollar su gestión de gobierno, sin precaver las consecuencias, impuso un significativo impuesto a la actividad destilera de bebidas alcohólicas, el modus vivendi de muchas familias campesinas trujillanas, y quintándole dicho ingreso a las Municipalidades, para lo que promulgó la Ley IV o Ley de la Renta de Licores.
Al enterarse las municipalidades y productores trujillanos, se enardecieron y decidieron levantarse en armas para derrocar a Medina, hubo plomo, machete y muertos. No solo participaron los enemigos de los liberales, encabezados por los oficiales oligarcas de Juan Bautista Araujo, sino que se sumaron caudillos importantes del liberalismo, y junto con los campesinos e indígenas se constituyó un bloque revolucionario de cara a la defensa y reivindicación de su derecho a tener ingresos directos.
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En Los Pozos, Páramo de La Puerta, Fidel Rivas, que tiene su cañita sembrada y saca sanjonero, le trata de explicar al vecino Bernardino.
- Mirá, Bernardino, tenemos que dar la pelea.
- Pero, Fidel yo siempre he escuchao que “los tramojos trabajan pa’ los cachicamos”.
- Sí, pero el problema no es la panela, es que cada tres meses el gobierno de Mérida, va a aumentar los impuestos del miche. Y ahora hay que pagar permiso al que tenga “la concesión”.
- ¡Ahh! Se escucha que mi general Arujo, se levantó en armas. Expresión de la influencia y autoridad militar del “fiero caudillaje” andino.
- Sí, yo estoy decidido a apoyarlo y a enjalmar la mula y sacar el machete.
- Pos si nos van a aumentar el impuesto por las pimpinitas de miche de a galón, y a don Samuel, la aliñada del chimó, entonces no seguiremos trabajando.
- Yo no voy a trabajar para esos condenados lagartijas, ni pal tal Rosendo.
- Tenés razón.
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Visto este reventón campesino, los dirigentes de los “ponchos” y los “lagartijos”, godos y liberales, se unieron en protesta contra el Presidente Rosendo Medina y su Ley pechadora del Miche. Contaron con el apoyo del gobernador de la Sección Trujillo, general godo José Manuel Baptista y derrocaron a Medina.
El historiador Arturo Cardozo, explica que cuando se <<promulga la “Ley Cuarta”, según la cual los impuestos sobre licores dejan de ser arbitrios municipales y pasan a convertirse en ingresos estadales>> (Cardozo, 209), de esa forma, los Municipios, perdían sus ingresos más importantes, y se creaba el gran problema para financiar los servicios, puesto que el beneficio es primordialmente para las escuelas, y para sostener las parroquias y distritos.
La denominada Ley del Miche de 1882. El código rentístico del estado, del 15 de enero de 1884
Esta industria de destilación de aguardiente, derivada de la explotación de la caña de azúcar, constituía fuente de ingresos fundamentales para el Estado, representaba beneficios para la educación y la salud. La siguiente es una resolución del Consejo Seccional de Trujillo de 1882, sobre la aplicación de la Ley de Rentas, que en su artículo 1°, señala: <<Los dueños de alambiques en ejercicio en todo el territorio de la Sección, pagarán veinte Bolívares mensuales por cada dieciocho decalitros que mida la caldera del aparato común de destilación de aguardiente. Los aparatos cuya caldera midiere una cantidad mayor o menor que la expresada, pagarán en proporción con el impuesto indicado. Si el aparato tuviere más de un calentador, o fuera de forma más ventajosa que la común, pagará el doble del impuesto que le corresponda por la capacidad de su caldera>>. Este impuesto sobre aguardiente de 20 bolívares mensuales, era <<aplicado, casi con exclusividad al funcionamiento de escuelas>>, era considerado por funcionarios del estado, <<de utilidad vital, un medio seguro para el fomento y apoyo poderoso para la instrucción primaria en los distritos>>, también para el pago de alumbrado público y obras de fomento (Colménter, 58, 59). En cuanto a salud, la inversión era escasa, para esa época se carecía de infraestructura hospitalaria.
Del mismo modo, regulaba la producción y comercialización de estos líquidos, el Artículo 3°, obligaba a que, << Los individuos de esta Sección que quieran ejercer la industria de destilación o venta de aguardiente por mayor, deberán obtener previamente una patente autorizada por el gobernador seccional y expedida por el Tesorero de Distrito o Administrador Parroquial respectivo, y la cual será registrada por el Jefe Civil de Distrito o de Parroquia en su caso>> (El Trujillano.18 de febrero de 1882. N° 260).
El Código Rentístico del Gran Estado, aprobado el 15 de enero de 1884, establece en su Artículo 3° que, será renta general del Estado, <<El 66% del producto del impuesto que determina esta ley sobre el ramo de destilación, deposito y venta por mayor de aguardiente, quedando el 34 % restante para el sostenimiento de la instrucción primaria del respectivo Distrito, a disposición de los Concejos Municipales>> (Colménter, 50). Lo más repugnante para los trujillanos fue, que, <<Trujillo la mayor destiladora de bebidas alcohólicas en los Andes y la que mayores ingresos aportaba a la economía local y al Estado Los Andes>>, era muy afectada, inclusive con los impuestos cambiantes de trimestres en trimestre, y de acuerdo con la situación de emergencia, epidemias, déficit presupuestario que hubiere, ocasionando que los productores abandonaran esta industria.
La otra fuente de desarreglos fue la figura de la concesión de destilación (Remate de Derechos de Destilación, Venta y Deposito de Bebidas Alcohólicas), que solo se daba a los más comprometidos caudillos liberales. Los destileros debían pagarle a estos concesionarios para poder destilar y vender aguardiente.
Una de las destilerías legales de La Puerta, fue la de Domingo Antonio. González (Colménter, 49), estaba en el sitio conocido como “Chachopito”, con capacidad de producir unos 110 litros, poseía un trapiche de palo de los que llamaban tramojo, a pocas cuadras de la población; fabricaba tejas y ladrillos. Su residencia familiar en la casa N° 9, de la “Calle de Abajo”, en La Puerta, donde tenía la carpintería y peluquería.
La otra, la de Juan de Dios Ramíres (Colménter, 49), también lo tenía en un sitio cercano al pueblo, con capacidad instalada de producir unos 141 litros. El caudillo Miguel Delgado, tenía su destilería en Mendoza, pero vivía en La Puerta, en su casa de familia, ubicada en la antigua Calle Real, N° 4. Habían otras destilerías clandestinas, que se conocían como “cachicamos”. Mayormente, se surtían de la panela de Carorita, que era la más <<apropiada para fermentar en pocas horas el guarapo que abastecía los alambiques, con su producción de contenido alcohólico de 55 ° y en grandes cantidades>> (Abreu, 44). Solo en la Cordillera trujillana, existían 55 destilerías, que tenían capacidad para producir unos 9.000 litros, para 1884. Bernardino Silva “El Pinto”, la tenía por los zanjones del “Garabato”.
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La cosa se puso color de hormiga, pero al mal tiempo buena cara. En los caminos, hasta los tomadores, consumidores, “moraos” y “canapiales”, comenzaron a preocuparse por el cierre de la industria del miche y se enteraban también, que los productores con autorización legal y los de contrabando, iban a dejar de sacar miche, por los nuevos impuestos, por lo que cada tres meses iría aumentando el precio de venta de los “cuarteles”, “cuello largo” y el “cuello corto” de miche, cada tres meses. Entre las sementeras, y potreros, los peones conversaban, en los cañaverales, cosecha y moliendas también, ellos bebían en los convites, y festividades. Cerca de Las Aletas, propiedad de don Chuy Sulbarán, uno de los peones que bebía mucho miche, se juntó con otro que le seguía el paso, y le dijo:
- Mirá Chinto, si eso no es de las verdaítas de Juan Hilario, debemos ir pensando cómo vamos hacer para beber nuestros “cuarteles”.
- A rezar y esperar. Le respondió Chinto.
- ¿y cómo lo brindo yo a busté? A partir de esas palabras comenzó a comprender la situación, y le respondió a su amigo:
- Mejor vamos a la iglesia a pedir que no desarmen los cachicamos. Comentan, que rezaron todas las oraciones que se sabían. Era difícil, que la habitual alegría de los “moraos” no se notara en sus caras, ahora, andaban preocupados, con rostros jipatos, entre ganas de sonreír y expectativa, y a cualquier “colega” que les llegaba, le informaban:
- Van a acabar con los cachicamos. Seguidamente, persignándose, le decían, como si fueran diáconos:
- Repita conmigo: Con Dios me acuesto y con Dios me levanto…con la Santísima Virgen y el Espíritu Santo. Era la rogativa que expresaban para que no desaparecieran los cachicamos.
Ño Fuan, no pelaba ese “boche” ni con las manos llenas de cebo
El repudio a este cambio impositivo, se agita más cuando el Presidente Medina llega al Concejo Municipal de Betijoque, y en plena reunión se caldean las intervenciones por las diferencias, los Concejales lo insultan y el Presidente, les responde, ordenando la detención y enjuiciamiento de los Munícipes. Así se destemplan las diferencias y pasiones políticas, entre los “Ponchos” (Conservadores) y los “Lagartijas” (Liberales).
El gobernador Baptista, de la Sección Trujillo, también desconoció la autoridad de Medina; éste, se declaró en campaña y se dirigió a Valera con una tropa de 2 mil hombres. Los liberales desde Boconó comandados por el general Santana Saavedra con 800 hombres venia a incorporársele y lo vence Baptista con su ejército de 500 hombres y refuerza la posición del “León de la Cordillera”, general Juan Bautista Araujo, su hermano, líder de los conservadores, quien <<comprometido personalmente con Guzmán, pero independiente frente al Gral. Crespo, aprovecha esta coyuntura para insurgir contra el gobierno de su rival político, el Gral. Medina>> (Cardozo, 210).
El movimiento de macheteros contra la Ley IV, fue acaudillado por el general conservador Juan Bautista Araujo, quien había logrado unificar a los liberales y conservadores, para esta causa. Araujo <<recorre toda la Sección Trujillo, aprovisionándose de soldados y armas>> (Cardozo, 210). Con una numerosa tropa de campesinos, peones y hacendados, asi como los productores de miche, entre ellos Bernardino Silva “El Pinto”, Miguel Delgado, Juan de Dios Ramírez y Dominguito González, de La Puerta, y Felipe la Corte, Cruz Arismendi, de la cañada de Mendoza. En el Distrito Guzmán, integrado por Jajó, la Quebrada y la Mesa de Esnujaque, patio sagrado de los conservadores, el número de alambiques era elevado.
El 21 de diciembre de 1884, entraron las tropas del general Rosendo Medina, a la plaza de Valera (La Riva, 107). Araujo, se ubicó en la meseta de Carvajal, frente a Valera y le hizo una jugarreta a Medina, lo engañó y desconcentró, éste se atemorizó y no atacó. El Pdte. de la República, para ese momento, Gral. Joaquín Crespo, liberal y guzmanista, desarma a Medina y sus partidarios, los saca del Gran Estado, ordenando al Gral. Araujo, pacificar a Mérida y Táchira, y le entrega el gobierno de Trujillo, a su hermano el Gral. José Manuel Baptista. Recoge el historiador Cardozo, en Sobre el cauce de un pueblo, que las matronas tachirenses <<al verse despojadas de sus pertenencias por los soldados trujillanos, comentaban: “tan buenos mozos y tan barbudos, pero tan ladrones” En Trujillo, la represión de los godos araujeros contra los <<más connotados liberales se ven obligados a abandonar el terruño en unión de sus familias>> (211).Entraba Trujillo así, a una paz negociada y con terror. Esto a los productores de miche, les dio cierta tranquilidad.
El pueblo contento celebró la caída de Medina. El Dr. Fabricio Gabaldón, dirigente liberal, nos testimonia: y “daban por hecho (el pueblo), que la industria de la destilación de aguardiente volvería a ser libre, sin las trabas impuestas por la Ley IV, que iba en detrimento del laborioso agricultor e industrial andino” (Gabaldón, Fabricio. Trujillanos ilustres. Pag.53. Ed. Presidencia de la República.1993. Caracas). Con razón Marx, en su visión económica escribió: “Por el impuesto sobre el vino paladea el campesino el bouquet del gobierno, su tendencia” (Marx: pág. 187). Desde la vigencia de la Constitución de 1864, los gobernadores trujillanos fueron exclusivos representantes de la oligarquía araujera-baptistera, hasta que triunfó la Revolución Legalista, dirigida por el general Joaquín Crespo. Aquel fue el tiempo, en que se expresó la autoridad única del “León de la Cordillera”: Juan Bautista Araujo, en los campos trujillanos; se hacía lo que él ordenaba, y gobernaba y era electa la persona que él decidiera, de igual forma se escogían los funcionarios públicos, legislativos, judiciales y militares.
La rebelión cordillerana del Miche, derrocó al Presidente
Sí, ciertamente, que derrocaron al general Medina y el pueblo se llenó de expectativas. Este levantamiento, fue enfrentado con mucha violencia por el gobierno del Gran Estado, con tropa que desde el Táchira y Mérida llegó a Trujillo y enlutó humildes hogares campesinos, porque en el fondo significó una lucha social campesina de alta envergadura, que tuvo una honda repercusión en el país y la ansiada derogación de la funesta Ley IV, origen del conflicto armado, se mantuvo en suspenso; solo a la llegada del general Cipriano Castro al poder con su Revolución Liberal Restauradora, se supo de ella y éste se aprovechó y la convirtió en una Ley Nacional, que le fue generando buenos ingresos al gobierno y se pudo develar las incalculables sumas de dinero de las que se beneficiaban los gobiernos regionales y municipales, por impuestos y monopolio de la actividad destilera y comercializadora de bebidas alcohólicas; renta que solo era posible del esfuerzo humano de los campesinos trujillanos.
Esta rebelión popular que rechazó el sistema tributario, su distribución y contra el monopolio de la producción y comercialización del aguardiente, fue otra lucha agraria sangrienta, desplegada en nuestras comarcas trujillanas, que fue fortaleciendo la idea y el sentimiento autonómico, que calculadamente aprovechó la oligarquía trujillana, y tuvo como resultado para los campesinos y productores, la frustración de sus objetivos, por parte de sus ambiciosos caudillos y gobernantes.
Años más tarde, calmada y sometida por la traición de sus gobernantes la rebelión campesina trujillana, un grupo de pudientes, formaron la empresa “Destiladora de la Sección Trujillo, C.A.”, con un capital de Un Millón de Bolívares, comenzando a producir y monopolizar la comercialización del miche, ron, licores y bebidas alcohólicas en toda la región.