En democracia votar es el derecho político y constitucional de todas personas mayores de edad, cual sea su sexo o condición social, para el nombramiento de cargos públicos. Ejercicio que debe ser realizado libre de cualquier tipo de coacción o de dudas sobre la veracidad de los resultados. En algunos países como, es el caso de Venezuela, si bien es un derecho y un deber (moral) no ejercerlo no acarrea sanciones. En todo caso, se puede afirmar -sin riesgo de equivocarnos- que en un sistema democrático la participación del ciudadano -sufragando- es esencial y por lo tanto ejercer el voto es una de las más importante responsabilidades ciudadanas. El voto puede ser en contra del candidato o partido votado con anterioridad, lo que se denomina, voto castigo por no estar conforme con la gestión realizada en el desempeño de las funciones públicas.
También hay que considerar que existen otras formas de actuar. Una, la de no ejercer el derecho para no verse obligado a enfrentar la decisión sobre escabrosos problemas. La otra es votar nulo o en blanco, con lo cual se demuestra la voluntad de votar pero sin tomar una decisión porque ninguno de los candidatos satisface. Hay que advertir que no votar, crea un vacío, que será cubierto por quienes votan, transformándose esa actitud en un actor pasivo en la contienda y, rehuyendo, confirma el dicho que ni hace ni deja que hagan. Solo hacer críticas y eso no es suficiente.
La historia nos trae muchos ejemplos de pueblo cuando una buena parte de sus ciudadanos han dejado de tomar posiciones en materias fundamentales relacionadas con sus responsabilidades políticas, han terminado siendo sometido por gobiernos populistas o dictatoriales, que han causado serias consecuencias negativas y altos costos sociales que se han tenido que pagar por la reconstrucción de sus infraestructuras legales y físicas para readaptarlas a los valores cívicos y en un régimen de libertades políticas.
Lo anterior indica que no son las situaciones coyunturales negativas que castigan, sino la falta de una reacción individual y colectiva para hacer frente a las consecuencias negativas. En cambio lo que resolverán los problemas económicos y sociales -por un mal gobierno- serán las acciones que se emprendan para superarlas. Y la principal fuerza se derivará de la actitud individual y colectiva de un conglomerado social que luche a los efectos de recuperar su estatus cívico y en lo posible superarlo, en la permanente búsqueda de un más elevado nivel de vida.
A las organizaciones sociales, libres de las ataduras partidistas le corresponden, en momento cruciales como los que estamos atravesando, tomar la delantera en la defensa de los principios tutelares de las libertades cívicas ya que son los que generan una dinámica evolucionista que tiende a producir cambios que generan progreso y bienestar sustentables y en libertad.