El día después

 

Llevamos veinte años en esta tragedia. En mi caso, la tercera parte de mi vida y mis años más productivos profesionalmente. Una gran mayoría de jóvenes al único presidente que recuerdan es a Chávez. Ellos no pueden imaginarse -si todavía están en Venezuela- que se puede vivir mejor. Lo único que han experimentado es un avasallamiento desde el poder, traducido en burlas, insultos, represión, hambre, desolación y muerte. Entonces la ilusión se reduce a una caja Clap, sin saber que las migajas que les arrojan son una fuente de ingresos para otros.

Leo en el diario 2001 la primera plana del vienes 20 de septiembre: “Un millón de chamos no va a la escuela”. Hablo con Juan Ernesto Páez Pumar, director del diario, y me confirma mi sospecha: la cifra es conservadora y refleja sólo los que no están inscritos en ningún plantel. No incluye a los inscritos que, en la práctica, nunca tienen clases. ¿Cómo va a prosperar un país así? Cada vez estoy más convencida de que es la estrategia del régimen de Maduro para perpetuarse en el poder. Mientras más ignorante sea el pueblo, más fácil será dominarlo, porque con migajas basta y sobra.

Mi amiga Trudy Spira, sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz, me contaba que cuando los rusos llegaron a liberarlos, muchos de ellos no entendían lo que significaba la palabra “libertad”. Estaban tan destrozados física y moralmente que el recuerdo que podían tener de tiempos pasados y mejores era literalmente mínimo. Cosas tan básicas como comer bien tres veces al día, tener medicinas, ropa limpia, poder bañarse con jabón pertenecían a un mundo ajeno.
¿Cómo será el día después de que se vaya el chavismo? ¿Habrá atmósfera para celebrar? Aquellas 24 horas después del 11 de abril fueron de júbilo, pero en aquellos momentos Venezuela era todavía una potencia petrolera y estaba entrando muchísimo dinero por ese concepto. Hoy, con un país destrozado y saqueado, donde lo que queda en pie es por la férrea voluntad de quienes queremos trabajar en la reconstrucción, no sé si habrá ánimos de celebrar, porque quedará demasiada desolación por detrás. El día después… ¿por dónde empezar? Yo diría que por una profunda reflexión sobre los hechos que nos trajeron aquí para poder decir como los judíos después del Holocausto: “Nunca más”.

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