El desastre eléctrico nacional | Por Ramón Rivasaez

 

Hace poco el dirigente del Colegio de Ingenieros de Venezuela, Richard Casanova ofreció unas declaraciones a la prensa independiente del país, en torno a las serías deficiencias que registra el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), cuyo deterioro es público y notorio.

Pese a las altísimas inversiones que el régimen aseguró haber realizado, el sector siguió acusando un evidente estado de desidia en cuanto a subsanar con prontitud y eficiencia las fallas detectadas, en el orden de producción,  generación y distribución. Desde el 2010, la dirigencia del CIV se hizo a la calle para exponer la calamidad que se le venía encima a los venezolanos.

Se le acuso de alarmistas, incluso, un querido amigo, ya desaparecido, el ingeniero Luis Vasquez Corro, fue arrestado, señalado con los cargos de desestabilizador, apátrida, y otros supuestos delitos, por los cuales se le abrió juicio y permaneció en calabozos del Sebin, algún tiempo, injustamente privado de libertad.

El tema eléctrico se tornó tabú para el régimen, no obstante, la población tuvo que sufrir el megapagon del 7 de marzo de 2019, y los posteriores cortes diarios a lo largo y ancho de la nación, que de ese modo sufrió una regresión en los servicios públicos a las épocas ya superadas de inicios del siglo XX.

El gran apagón del 7 de marzo de 2019, afectó a 21 de las 23 entidades venezolanas, fue el punto referencial para que se comenzara a realizar estadísticas en cuanto a la alta incidencia de cortes y las frecuentes fluctuaciones que ocurría en el sistema eléctrico.  El ingeniero Casanova refiere que en el 2018 se produjeron en Venezuela 46.566 fallas eléctricas, 28.345 más que en 2017, lo cual se ha incrementado al paso de los años.    Casanova reveló en su declaración que en el plano mundial se invirtieron entre 2010 y 2015 la cantidad de 535 mil millones de dólares destinados a la producción de agua potable; pero el régimen venezolano, hizo todo a la inversa; abandonó los embalses, las plantas de potabilización, las estaciones de bombeo y los sistemas de acueductos. Una total desinversion tiene a gran parte de Venezuela, sin agua.

Es la herencia de un régimen que ha actuado al margen de la gerencia pública, y jamás se ha orientado a través de la planificación; no se ha dedicado a escuchar a los técnicos, a los planificadores, a gremios como el CIV y otros; de allí la catástrofe en que se debaten los 25 millones de venezolanos que aún estamos subsistiendo en este país de gracia.

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