El derecho a desconectar: cuando el teletrabajo invade la vida privada

Un hombre teletrabaja desde su domicilio. EFE/Emilio Naranjo/Archivo

Bruselas, 2 dic (EFE).- La pandemia mundial causada por la Covid-19 ha generado grandes consecuencias en el ámbito laboral, entre ellas, la instalación del teletrabajo: casi 4 de cada 10 empleados en la Unión Europea (UE) comenzaron a teletrabajar desde que empezó la crisis sanitaria, según Eurofound, mientras que los hogares se convierten en oficinas improvisadas y, con ello, “los límites entre el trabajo y la vida privada se han vuelto difusos”.

Así lo explica el eurodiputado socialista maltés Alex Agius Saliba, ponente responsable de un informe que plantea a la Comisión Europea (CE) una propuesta de Directiva sobre el derecho a la desconexión, aprobado este martes en la comisión de Empleo y Asuntos Sociales del Parlamento Europeo (PE) y que espera obtener próximamente la luz verde en el pleno de la Eurocámara.

Según subraya el informe, el uso cada vez más amplio de herramientas digitales con fines laborales ha dado lugar a una cultura de estar “siempre conectado” y “siempre en línea”, y no está exento de riesgos para los trabajadores pues, según Saliba, tiene “un coste humano alto” que pasa por la “no remuneración o el agotamiento”, explicó a Efe el eurodiputado maltés.

Ante esta nueva cultura es necesario hacer una labor de “sensibilización”, añade la eurodiputada estonia y ponente en la sombra de este informe, Yana Toom, pero también alcanzar consenso para “la creación de una nueva ética”, según manifestó a Efe, porque considera que “cuando se trata de una nueva solución técnica, puede llevar tiempo llegar a un acuerdo sobre qué está permitido y qué no”.

“¿Está bien si llamo a mi asistente y le hago un encargo a las 9 de la noche? ¿O si programo una reunión por videollamada un sábado por la mañana? Y, si es así, ¿cómo debería compensar a los trabajadores por eso?”, se pregunta la eurodiputada sobre la dirección que, según considera, debería tomar el debate.

 

EL MANDATO DEL TELETRABAJO, NUEVO FACTOR CONTRA LA DESCONEXIÓN

Si bien con la comunicación digital “se volvió normal contactar a los empleados fuera del horario laboral y esperar que reaccionen”, explica Toom, “ahora, cuando asistimos a un enorme aumento del teletrabajo las cosas están empeorando”, lamenta la eurodiputada estonia.

Más de un tercio de las personas empleadas actualmente en la UE -concretamente, el 37 %- comenzaron a teletrabajar como resultado de la pandemia, según un informe publicado el pasado mes de septiembre por la agencia europea Eurofund, que destaca que los países nórdicos (encabezados por Finlandia) y el Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) fueron aquellos en los que más personas comenzaron a trabajar desde casa.
España, por ejemplo, es el sexto país por la cola en cuanto a la incorporación al teletrabajo, por detrás de Rumanía, Grecia, Croacia, Hungría y Bulgaria.

Por su parte, la Directiva europea sobre la ordenación de los tiempos de trabajo contempla que la duración máxima semanal debe ser de 48 horas, incluidas las extraordinarias, e incluye un período mínimo de descanso diario de 11 horas de forma ininterrumpida por cada día completo (esto es, por cada 24 horas).

En este contexto, “ininterrumpido es una palabra clave”, añade Toom.

 

EXPECTATIVAS Y REPERCUSIONES

El informe de Alex Saliba destaca que la conectividad constante, sumada a una elevada demanda de trabajo y la expectativa creciente de que los empleados estén localizables constantemente, puede afectar negativamente a su salud física y mental y a su bienestar.

“La pregunta es por qué un empleador se comunicaría con un trabajador incluso después de que termine su día de trabajo”, se cuestiona Saliba, pues considera que “aumenta las expectativas de que los trabajadores pueden comunicarse con ellos en cualquier momento y desde cualquier lugar”, lo que provoca que sea “muy difícil saber cuándo se acaba un turno” o una jornada.

Además, el eurodiputado socialista reiteró que “los trabajadores no deberían tener miedo ni sufrir repercusiones negativas por abstenerse de realizar actividades relacionadas con el trabajo, como llamadas telefónicas, correos electrónicos u otros mensajes, fuera de su horario laboral”.

“Debería prohibirse cualquier discriminación basada en la voluntad del trabajador de ejercer su derecho a desconectar”, coincidió con su colega la eurodiputada liberal.

 

EL SÍNDROME DE “ESTAR QUEMADO”

Aislamiento, tecnoadicción, privación de sueño, agotamiento emocional, ansiedad o “burnout” (es decir, “síndrome de estar quemado” o de desgaste profesional) son algunas de las consecuencias que puede traer consigo un uso excesivo de dispositivos tecnológicos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 300 millones de personas en el mundo padecen depresión, una enfermedad que puede “alterar las actividades laborales, escolares y familiares”, explica la organización.

“Esto definitivamente afecta los derechos fundamentales de los trabajadores, a su salud y a su bienestar físico y mental, así como a su equilibrio entre la vida laboral y personal”, destaca Saliba.

Además, “destruye los límites entre el trabajo y la vida personal”, coincide la eurodiputada estonia, quien añade que para garantizar el bienestar de los trabajadores también puede ser necesario proporcionar “una mesa de trabajo, un ordenador adecuado, una silla cómoda y dinero para pagar una mejor conexión a internet”, concluye.

 

¿UNA CUESTIÓN NACIONAL?

Para el eurodiputado responsable del informe, es imprescindible que “los trabajadores cuenten con las herramientas adecuadas para ejercer plenamente este derecho”, explica, por lo que, a través de esta iniciativa, los eurodiputados piden a los Estados miembros “que velen por que los trabajadores que invocan su derecho a la desconexión estén protegidos”.

A este respecto, Saliba sostiene que “la mejor manera es hacerlo a nivel nacional a través de convenios colectivos que tengan en cuenta las diferentes particularidades de las diversas industrias y las diferentes legislaciones y normas nacionales”.

Sin embargo, su colega estonia cree que basarse en “tradiciones y herramientas nacionales” podría introducir sesgos: “En Francia regulan el tema a través de convenios colectivos, pero en Estonia, solo el 19 % de los trabajadores están cubiertos por este tipo de convenios”, matiza Toom, quien propone “la descripción del posible teletrabajo en los contratos y dejar absolutamente claro cómo medir este tiempo, cómo compensarlo y cómo cumplir con los requisitos de tiempos de descanso”.

Por su parte, el eurodiputado del Partido Popular Europeo (PPE) Tomas Zdechovsky dijo a Efe que, si bien no se muestra “en contra de regularlo”, cree que “no debemos mezclar el derecho a desconectar y el teletrabajo”, puesto que el debate “debe centrarse en los trabajadores”, y que su “temor” es que la Directiva propuesta “podría crear una carga administrativa innecesaria, principalmente para las empresas y las PYME”. (Recursos de archivo en www.lafototeca.com Códigos: 12282432, 12393034 y otros)

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