Hebert Carrizo / hebert.carrizzo@gmail.com
El comerciante, una figura digna de resaltar en la sociedad y es que constituyen un eslabón importante de la cadena productiva, pues sus acciones son fundamentales en la oferta de bienes o servicios, sumando así aportes a la economía.
Ahora bien, su labor es un tanto difícil de desempeñar, ya que requiere de esfuerzo, constancia y disciplina, también inciden las políticas y regulaciones que ejecuta el gobierno, en ese contexto, el comerciante venezolano tiene que sortear una serie de retos y desafíos para poder mantenerse a flote.
Solo basta con hacer un repaso por la historia contemporánea de Venezuela y conocer su comportamiento económico para ver que el país ha sufrido inflación, estanflación, hiperinflación, devaluación, controles de precios, restricciones en proceso de importación, burocracia al momento de formalizar un negocio, altas cargas arancelarias, entre otros tantos desmanes que perjudican el accionar de un comerciante y en general, el bienestar colectivo.
Una realidad que se vive en toda Venezuela y por su puesto en Valera, una ciudad con 204 años de fundadas que, dada su ubicación geográfica, no solo satisface el consumo de sus habitantes, sino también a pobladores de municipios circunvecinos, incluyendo localidades de Mérida, Lara y Zulia.
Esa característica convierten a Valera en la capital comercial del estado Trujillo, donde se concentra la mayor cantidad de comerciantes de la entidad, quienes han vivido una serie de altibajos marcado por la gestión del gobierno de turno, en ese proceso, algunos de ellos han renunciado al comercio y otros, se mantienen en pie de lucha, aunque con un futuro incierto, precisamente por el panorama político.
El criterio de un comerciante con experiencia
Se hace oportuno conocer el criterio de gremialistas que han trabajado por el desarrollo del movimiento comercial en la región, uno de ellos es Edmundo Ceballos, quien estuvo al frente de la Asociación de Comerciantes e Industriales de Valera (Valera) en dos períodos, la primera vez entre 1982 y 1984, mientras la segunda entre 1990-1992, en la actualidad mantiene su rol de comerciante y en ocasiones asesora a la referida asociación.
Bajo su experiencia, Ceballos no duda al afirmar que desempeñarse como comerciante en la Valera actual es una tarea más compleja en comparación a décadas pasadas. Al respecto, admite que cada época tiene sus momentos malos, regulares y buenos; sin embargo, considera que las acciones gubernamentales de los últimos años han golpeado severamente al sector privado.
Para realizar tales afirmaciones, Ceballos hace una comparativa entre lo que enfrentó el comerciante valerano en los 80´s -90´s y lo que enfrenta hoy día, dejando claro que existe una brecha diferencial entre aquella época y la actual.
Capital relacional
Ceballos indica que en aquella década la figura de comerciante tenía un papel trascendental en las políticas públicas, pues a través de gremios u organizaciones lograban exponer sus inquietudes y ser escuchados o asistidos por el sector público o privado, según el caso.
“En ese tiempo, existía la confianza en las instituciones y su representatividad, los gremios comerciales y empresariales tenían acercamiento con las autoridades para tratar distintos temas”, manifiesta Ceballos.
Esa cualidad conllevó a que muchos se interesaran en formar parte de gremios empresariales, recuerda que particularmente Acoinva llegó a tener más de 400 afiliados cuando ejerció su primer período como presidente de la prenombrada asociación.
“Teníamos reuniones periódicas con el alcalde, otras veces con el gobernador, si se requería la intervención del Ministro de Comercio se lograba su atención, si se necesitaba atender un asunto en materia de vialidad, entonces nos escuchaba el Ministro de Infraestructura, entre otros tantos temas y autoridades”, relata Ceballos.
Precisamente esa relación que un tiempo se tuvo con las autoridades ya no es tan estrecha, probablemente cambió cuando Hugo Chávez Frías llegó al poder y comenzó a utilizar un discurso divisionista en el que se distanció del sector privado. Ahora, los encuentros con la representación comercial y empresarial suelen ser esporádicos y en algunos casos, excluyentes.
Proceso de formalización
El expresidente de Acoinva menciona que anteriormente el proceso para registrar una compañía era expedito, el cobro de aranceles era proporcional a la actividad económica que, dicho sea de paso, resultaba rentable en casi cualquier área.
En la contemporaneidad, el formalizar un negocio puede resultar complejo por los procedimientos burocráticos y el cobro de impuestos, por lo general y dada las condiciones del país, solo algunos rubros resultan rentables y una vez se registra la unidad productiva, recaen una serie de compromisos fiscales y parafiscales que representan una significativa carga para el contribuyente.
Gestión de servicios públicos
Otro factor que Ceballos no pasa por alto es el tema de los servicios públicos, explica que en décadas pasadas la telefonía fija, aseo urbano, suministro de agua y electricidad funcionaban a cabalidad, por lo que el comerciante pagaba una tarifa acorde y quedaba conforme, puesto que le ayudaban al correcto funcionamiento de sus negocios.
Mientras en estos momentos –añade- se pagan altos montos, pero el servicio es deficiente, por lo que el comerciante se ve en la necesidad de atender el problema y en ese proceso, hace otros gastos que impactan en los costos operativos, uno de los ejemplos más comunes es la adquisición y mantenimiento de plantas generadoras de electricidad para poder sortear los constantes apagones que se registran en la localidad.
Políticas crediticias
En cualquier economía del mundo la asignación de crédito es de gran ayuda para impulsar el comercio y en Venezuela no es la excepción, de hecho, en los 80´s Ceballos comenta que la banca otorgaba constantes crédito a los comerciantes, e incluso, el gobierno promovía programas para financiar algunos sectores.
Con esta asistencia financiera, detalla Ceballos, los comerciantes tenían la posibilidad de equipar sus negocios, obtener ganancias por la venta de sus productos, saldar los compromisos crediticios y reponer con facilidad sus inventarios.
Importante mencionar que el viernes negro se vivió en el año 1983, cuando el gobierno de turno devaluó la moneda; no obstante, Ceballos considera que los acontecimientos económicos de estos últimos años han generado una crisis más severa frente a la de ese momento, al respecto, saca a relucir las reconversiones monetarias que en sí, encubren una devaluación, también menciona la hiperinflación, ambos fenómenos pulverizaron el Bolívar y el ahorro en las entidades bancarias prácticamente se extinguió.
Esto y otros factores provocaron que la banca se contrajera y los créditos quedaran limitados, dejando desde ese punto de vista desprotegido al comerciante, a quien se le ha vuelto más difícil surtir su negocio, vender a crédito o reponer el producto.
Con el tema de la dolarización implícita, reaparecen los créditos en Venezuela, sin embargo, no todos tienen acceso a ellos, puesto a que son pagaderos a corto plazo y presentan elevadas tasas de interés.
Para finalizar, Ceballos deja claro que a pesar de las adversidades, el comerciante se caracteriza por ser luchador y en ese sentido debe continuar su trabajo que contribuye al desarrollo e impulso de la región.