Recientemente se celebraron los 206 años de la invención de la bicicleta, en Alemania. Era rústica, de madera y no tenía pedales: había que empujarla con los pies, como el “tronco móvil de los pica piedras” en el suelo. Se llamaba draisiana porque la inventó Karl Von Drais, el 12 de junio de 1870, ese día dio a conocer públicamente su invento en un viaje de la ciudad alemana de Mannheim a Schwetzingen, el paseo fue de 12,8 kilómetros recorridos en una hora, y llamó a su invento la “Maquina Andante”.
Durante ese año escaseaba la avena en Alemania a causa de diversos conflictos climatológicos, esto originó que se tuviesen que sacrificar un número considerable de caballos para alimentar a la población, y se cuenta que se le asignó al arquitecto, agricultor y físico alemán Karl Drais, ante tal problemática de movilidad, la responsabilidad de inventar el sustituto del equino.
“La Máquina Andante” consistía en una estructura de madera, un manubrio y dos ruedas dispuestas en línea, “buscando mejorar el impulso del tripulante para recorrer mayores distancias sobre la misma, el artefacto funcionaba más como una patineta por requerir el impulso de las piernas sobre el piso para avanzar”.
A Venezuela, las primeras bicicletas llegaron en 1893. Eran utilizadas como vehículos de paseo por la clase alta y como medio de transporte de mercancía liviana por repartidores de farmacias, quincallas y uno que otro establecimiento comercial. En 1895 un grupo de jóvenes, entre quienes se encontraban Roberto Todd, Emilio Franklin, Luis Ascanio, Federico Sholtz, Pedro Mesa Delgado, Manuel Martínez Brandt y Carlos Aponte, constituyen el “Centro Ciclista Excursionista Caracas» con el fin de realizar paseos ciclísticos hacia las poblaciones cercanas a la ciudad.
Desde entonces, la práctica de conducir bicicleta se popularizó en todo el país, y a nosotros, la bicicleta y el ciclismo nos atrapó cuando de niño, asistimos al recibimiento apoteósico del sub-campeón de la Vuelta a Venezuela, al humilde deportista, oriundo de Niquitao, Vicente Laguna, quien desde ese momento se convertiría en el ídolo de la afición trujillana. Era el año de 1967. Recuerdo que dio una demostración en solitario de sus cualidades atléticas en un recorrido por toda la avenida Bolívar. Yo estaba en casa de la familia Peña, de los recordados “Don Chico” y Doña Cristina. Desde allí comencé a vibrar con una pasión que la llevó hasta hoy en la práctica del deporte del calapié.
En ese año 67, Vicente Laguna fue bautizado como «El Águila Solitaria» por una singular hazaña, conducir en forma desafiante su bicicleta y descender como una saeta desde el Pico del Águila a Valera, dejando atrás la escarpada capa asfáltica de la serranía andina y convertirse en el nuevo líder de la clasificación general de la Quinta Edición de la Vuelta a Venezuela de ese año.
En esa etapa Mérida-Valera, el 8 de septiembre de 1967, Laguna paralizó los cronos con una diferencia de 14 minutos sobre el segundo clasificado. Ese efímero liderazgo de apenas dos días, lo convirtió en ídolo de todos los trujillanos, que luego al término de la Vuelta, lo recibieron en el aeródromo de Carvajal, y lo aclamaron en la escalerilla del avión de Aeropostal que lo traía de Maiquetía, como un héroe, por haber ocupado el segundo lugar en la clasificación general y conquistar el subcampeonato del giro venezolano, comenzaba la leyenda de Vicente Laguna.
Laguna ha sido ejemplo para las nuevas generaciones por su constancia, por su honestidad y por su esfuerzo logrado con la sencillez de los hombres de estas serranías. Desde entonces, el ciclismo se ha inoculado en el ADN de los trujillanos, y particularmente de los valeranos. Estas líneas también sirvan para recordar a Antonio Uzcatégui, “El Cóndor de los Andes”, Enrique Laguna, Nelson Cabrera, Rosalino y Blas Becerra, Ramiro Infante, “el Carachero” Asdrúbal Azuaje, Jorge Orozco, Julio César Blanco, Leonardo Sierra, José Rujano, y tantos otros, que han puesto en alto los colores de nuestro estado, en uno de los deportes de la afición trujillana: el ciclismo.
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