El Chile del Winnipeg frente al Chile de Iquique | Por: Clemente Scotto Domínguez

 

…a los chilenos y chilenas que con solidaridad y amor, han acogido la angustia de venezolanas y venezolanos en todo tiempo…gracias!

En artículo anterior nos acercamos con Neruda a esa tierra del Pacífico llena de pasiones, con una geografía larga y afilada que se desprende desde el paralelo 18 y algo, hasta el confín de la tierra del fuego y algo, por los límites de los “hielos a la deriva” en la Antártida; como un cuchillo, hace una tajada en la cordillera de Los Andes  para abrir una amplia fachada hacia el sol poniente del inmenso e inquieto océano. Una geografía de desiertos, de salares, de nitratos, de cobre y de minas, de copihues y cactus florecidos, de montañas y de siembras, de vides y olivares, de lluvias copiosas y de bosques imponentes, de pájaros y peces,  de vientos y aguas con hielos de fuego y también, de rebeldías y crueldades, de poesía con poetas universales, de humanistas y también de desdeñosos de lo humano, donde hombres y mujeres que aman y sueñan, habitan en muchos poblados con simpáticos nombres, extraños a nuestros oídos.

Esta semana, una noticia inundó las redes con imágenes de impiedad donde un grupo de habitantes en Iquique, -un pueblo en el extremo norte del país cercano a la frontera con Bolivia y Perú-, atacaron con furia campamento de migrantes venezolanos, entre los que había mujeres y niños, a quienes vejaron con agresiones de diversa magnitud y quemaron en pira pública sus escasas pertenencias. No escapa esta situación a otras propiciadas en los últimos tiempos, en especial el año 19 cuando el mandatario de Chile, despojado de formalidades, sin corbata y en camisas remangadas junto al de Colombia y a un arrogante estúpido con pasaporte venezolano, se presentaron al frente de una masa humana que con iracundia y mañas pretendieron agredir a quienes defendían este lado de la frontera, en lo que algunos han llamado “la batalla de los puentes”.

Por estos días también las informaciones están cargadas sobre las concentraciones de migrantes, especialmente haitianos, en una población al norte de Colombia para lograr el paso hacia Panamá atravesando la peligrosa ruta de los pantanos del Darién; igualmente, en lo que parece una historia de nunca acabar, la  policía de frontera de los EEUUA, repele con latigazos a los migrantes que pretenden arribar a esas tierras al norte del rio Grande, mientras otros esperan con intranquilidad al norte de México, donde improvisan su alojamiento. La brutal represión contra la caravana de migrantes hondureños a inicios del año, nos mostró la densidad del muro levantado a esas “minorías amenazadoras”. En todos estos espacios, los traficantes de personas y miserias también están presentes y diseminados por el continente junto a los discursos de discriminación, de odio y rechazo a los habitantes más pobres que lo pueblan.

Son manifestaciones de “la geografía de la furia” como la denomina el escritor Arjun Appadurai en una obra “El rechazo de las minorías- Ensayo sobre la geografía de la furia”, que referimos en otro artículo, donde mencionamos esa realidad que ha ido alimentando una cultura de exclusión por quienes se benefician de ella para imponer sus dominios sobre las voluntades colectivas…. La furia como modo de exclusión no es nueva pero si mucho más extendida hoy de lo que fue en momentos anteriores de la historia de la humanidad, donde la intolerancia hizo masacres genocidas; recordemos la noche de San Bartolomé o aquellas con furiosas bandas fascistas. No es xenofobia la que impulsa estas furias, sino una emocionalidad combinada que ha estado presente en diversas partes del mundo a la medida de un sistema social que propicia la miseria y provoca al rechazo hacia las personas empobrecidas : la aporofobia,  del griego aporos (pobreza) y fobos (rechazo). Las migraciones masivas mueven temores e incertidumbres en muchas comunidades cuando sienten “extraños llamando a la puerta”, como lo expresó Zygmunt Bauman,  al advertirnos que la aparición en masa de migrantes y refugiados, nos hace conscientes de cuán frágil, inestable y temporal es hoy la presunta estabilidad y seguridad en nuestras vidas.

Al inicio de los setenta, Iquique me fue familiar por la obra musical “cantata Santa María de Iquique”, que interpretaba el grupo chileno Quilapayun, inspirada en la  agresión contra mineros bolivianos, peruanos y chilenos, quienes con sus mujeres e hijos manifestaban en la plaza pública con exigencia por mejores condiciones de seguridad y vida, siendo masacrados con impiedad por las fuerzas que defendían las posiciones patronales. Después, vi una película cuyo título no recuerdo, protagonizada por Gian María Volonte, gran actor italiano, donde se presenta la situación acontecida en Iquique al comienzo del siglo XX. Los cronistas narran duras historias en el desarrollo social de nuestro continente, escondidas como muchas otras, que es deber poner en evidencias, para las necesarias reflexiones de todos y todas en nuestramérica.

Frente a las historias de impiedad hay otras que también es necesario reivindicar, en este ir haciéndonos como pueblo integrado en un continente que nos mueve el alma, porque es desde donde habitamos la Tierra y desde donde podemos contribuir a la esperanza para que “sea humana la humanidad”. Hoy, de nuevo con Neruda y a esa geografía de la tierra y alma de Chile, les traigo un episodio del cual él hizo acción y dejó constancia en un recomendable relato poético contenido en “Para nacer he nacido”; libro que nos regaló una pareja venezolano-chilena a quienes unió el exilio, y se les quiere  en bellas memorias de nuestra Guayana.

Nos narra Neruda la situación al término de la –incivil- guerra civil española, cuando miles de migrantes huían de la impiedad fascista y de lo que era el inicio de la gran guerra en Europa, con los inminentes cierres de fronteras y rutas de los mares; en funciones diplomáticas con la misión de buscar gente de voluntad creadora, para su país necesitado de capacidades calificadas. “Recoger a estos seres desperdigados, escogerlos en los remotos campamentos y llevarlos hasta aquel día azul frente al mar de Francia donde suavemente se mecía el barco Winnipeg, fue cosa grave, fue asunto enredado, fue trabajo de devoción y desesperación”

“La palabra Winnipeg es alada… Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo”. A aquel barco que siempre fue de cargas “ahora le estaba destinado un cargamento más importante: la esperanza … el navío debía llenarse con dos mil hombres y mujeres … gentes semiprisioneras, acumuladas por aquí y allá,…durmiendo en el suelo sobre la arena”…venían de la angustia, de la derrota, y este barco debía llenarse con ellos para traerlos a las costas de Chile, a mi propio mundo que los acogía”.

“… llegaban de continuo hasta el embarcadero… y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas de dramatismo tan delirantes. Luego venían los mesones para la documentación, identificación, sanidad. Mis colaboradores…a lo largo de las mesas eran una especie de tribunal del purgatorio… yo debo haber parecido júpiter a los emigrados… decretaba el último sí o el último no. Pero yo soy más sí que no, de modo que siempre dije sí”.

“…estuve a punto de estampar una negativa. Por suerte comprendí a tiempo… se presentó ante mí un castellano… blusa negra abuchonada en las mangas… era uniforme en los campesinos manchegos… hombre maduro, de arrugas profundísimas en el rostro quemado, con su mujer y sus siete hijos… al examinar la tarjeta con sus datos, le pregunté sorprendido: –Ud. es trabajador del corcho? –Si señor – me contestó severamente –Hay aquí una equivocación –le repliqué –En Chile no hay alcornoques. Qué haría usted por allá? –Pues, los habrá – me respondió el campesino. –Suba al barco –le dije –Usted es de los hombres que necesitamos. Y él con el mismo orgullo de su respuesta y seguido de sus siete hijos, comenzó a subir las escalas del Winnipeg. Mucho después quedó probada la razón de aquel español inquebrantable: hubo alcornoques y por lo tanto, ahora hay corcho en Chile”.

“Estaban ya a bordo… peregrinos hacia tierras desconocidas y me preparaba yo a descansar de la dura tarea, pero… el gobierno de Chile, presionado y combatido, me dirigía un mensaje <<informaciones de prensa sostienen usted efectúa inmigración masiva españoles. Ruégole desmentir noticia o cancelar viaje emigrados>>… antes de adoptar determinación alguna, me fui al teléfono y hablé al MRREE de mi país. Era difícil hablar a larga distancia en 1939. Pero mi indignación y angustia se oyeron a través de océanos y cordilleras y el Ministro solidarizó conmigo. Después de una incruenta crisis de Gabinete, el Winnipeg …levó anclas y enderezó rumbo a Valparaíso”.

Hace falta multiplicar las crisis de Gabinete en todas partes. ¡ En el mundo hay una carga de maldad frente a la cual estamos obligados hacer actos de bondad, individuales y sociales, para balancear la calidad de vida humana sobre la Tierra !

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