POR FRANCISCO GONZÁLEZ CRUZ
Una secuencia lógica para escribir sobre el café debería comenzar por su origen, su siembra y su cultivo y por allí seguir. Vamos en cambio a iniciar esta crónica como si estuviéramos sentados alrededor de una mesa tomado café con unos amigos. ¿No es acaso esta escena la más popular del mundo? ¿La más extendida? Compartiendo una taza de la popular bebida, en la casa o en la cafetería, han surgido más ideas y más negocios que en un laboratorio o una reunión de trabajo, una junta o un congreso… a menos que cuenten estas con buenas cafeterías.
Resulta que uno se reúne alrededor de un tinto, un marroncito o un con leche, conversa y se inicia el despliegue mágico de las palabras que van recreando memorias, informando realidades, tejiendo ideas y creando sueños. Incluso en solitario al cada sorbo y el auxilio de la propia servilleta y un lápiz, nace una crónica, un proyecto, una melodía, un poema. Así estos espacios se han convertido en verdaderos santuarios donde se le rinde culto a la amistad, a las relaciones humanas y al sano compartir. Y de allí a que sean inagotables fuentes de innovaciones, emprendimientos y creaciones mediante las conversaciones cruzadas que se dan entre las personas.
No existe bebida en el mundo que provoque este compartir en sana paz. Ni el vino o la cerveza lo han logrado, mucho menos los tragos de mayor contenido alcohólico, responsables de otra maravilla como la bohemia, que es harina de otro costal, aunque parecido. Las cafeterías están más asociadas a la conversación en el silencio o con un suave fondo musical. Porque la idea es meditar si se está solo o conversar si acompañado. De allí que estos establecimientos están asociados al salón de la casa o la panadería, a una esquina de la calle, una plaza, en las cercanías de un teatro, una librería e incluso un templo. Una terraza al nivel de la calle y en la azotea donde la vista es atractiva.
Hay librerías famosas que tienen una cafetería entre sus estantes, como La Casa del Libro en Madrid, el Gandhi en México, La Rama Dorada en Mérida – Venezuela, entre muchos otros. O cafeterías que tienen libros. En Maracay existe una “Cafebrería”, en Caracas está Kalathos en el Centro de Arte Los Galpones en La Urbanización Los Chorros. También en el Ateneo de Caracas frente a la librería era famosa su cafetería, hoy desaparecidos. En la capital del Táchira existía la genial “Librería sin Límites” frente a la plaza Los Mangos donde además de libros se degustaba un excelente café, sabrosos dulces y se compraban artesanías. Buenos Aires es famosa por sus librerías y cafés, juntos y revueltos. La librería Ateneo Grand Splendid en la calle Santa Fe de Buenos Aires es una joya de importancia planetaria. En Colombia “Juan Valdez Café” es una gran idea traducida en unos gratos espacios para degustar uno de los mejores cafés que existen, creada por la Asociación de Cafeteros de Colombia y sus sucursales se extiende a lo largo de Colombia y a nivel internacional.
En el mundo hay cafeterías famosísimas porque fueron, y muchas lo son aún, lugar de tertulias de sus mejores escritores, políticos o toreros en el caso de España, como el Café Gijón cerca de la plaza Colón en Madrid lugar de poetas y toreros. El Café de la Paix en París es quizá es el más famoso del mundo por ser el punto de encuentro de los más importantes intelectuales que se concentraban en la Ciudad Luz. No es de extrañar que el Dr. José Gregorio Hernández disfrutara de sus tintos y de su ambiente, pues ya existía ese local cuando nuestro Beato vivió en París.
En al caso de Venezuela han existido cafeterías famosas, como el Gran Café de Sabana Grande, fundado por Henri Charriére el famoso presidiario y escritor francés apodado “Papillón”. Este lugar es frecuentado por la intelectualidad venezolana y allí estuvieron escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Miguel Otero Silva o Salvador Garmendia. En los bares cercanos se reunían los bohemios de la República del Este, pero por aquí pasaban a tomarse su “guayoyo”. A lo largo y ancho de nuestro país se encuentran estos logares gratos para la conversación, llámense cafeterías, panaderías o fuentes de soda. En Maracaibo eran, o son, tradicionales La Terraza Kabuki en 5 de Julio, Bambi en Bella Vista y la cafetería del Teatro Baralt entre otras. En Mérida por serrana y universitaria tiene abundancia de café y de tertulias, el Café Croacia, Tía Nicota, Barista Andino y la Tacita de Oro en La Parroquia son muy buenas entre muchas. En San Cristóbal además de Sin Límite está La Posada Tachirense.
El estado Trujillo no escapa a esta tradición de tomar café en gratas conversaciones. En Valera fueron famosas el Sol y Sombra frente a la plaza Bolívar, La Cimbali en la avenida 10, El Campo y La Terraza en la avenida Bolívar entre muchas otras. En Boconó indispensable mencionar a la cafetería del Trapiche de Los Clavo, La Panadería Los Leones cerca del hospital, Diana cerca de la plaza Bolívar. En Trujillo capital hacen falta establecimientos como estos.
Los lugares como estos están proliferando mucho en el mundo entero, tanto por el gustoso café cuyo consumo crece, como por la necesidad de encontrarse luego de tanto tiempo aislados por la pandemia.
En muchas organizaciones le dan tanta o mayor importancia a la cafetería que a las propias oficinas aulas o salas de reuniones y destacan en ello las firmas de vanguardia tecnológica, aunque el sabor que dan los viejos cafés son de un gusto exquisito. De tal manera que estos lugares son antiguos y modernos, de oriente y occidente, de todas las culturas y creencias, con la sola excepción de los mormones quien sabe por qué causa.
A partir de estas características de esta aromática y popular bebida, se han creado numerosas y generalmente exitosas ideas, como los cafés literarios que reúnen a intelectuales a compartir sus obras y saboreando su tinto o las variantes de ahora. El Banco Santander en Chile fusionó la oficina bancaria con una cafetería para ser más grata y útil la permanencia en el negocio, tuvo éxito y ahora está en España, Estados Unidos, Brasil, Argentina, México, Polonia, Portugal y Reino Unido.
EL WORK CAFÉ
Una idea mucho más extendida y más útil es el World Café que es un proceso de conversación humana, cálida y significativa que permite a un grupo de personas dialogar sobre preguntas poderosas, para generar ideas, acuerdos y caminos de acción creativos e innovadores, en un ambiente acogedor y amigable, semejante al de una cafetería. Esta metodología fue desarrollada por dos consultores : Juanita Brown y David Isaacs y ha sido utilizada desde el 2005 en los más variados escenarios, con diferentes grupos de edad, con diferentes culturas, para propósitos diversos en diversas partes del mundo.
Lo cierto es que alrededor de una taza de café se han generado ideas y conversaciones que han aportado mucho a la sociedad, sobre todo en el campo del pensamiento y de las relaciones humanas. La fuente principal del capital social son las palabras, las conversaciones, de allí que sin lugar a duda la importancia de estos lugares en cuanto a la generación de confianza, amistades, redes e innovaciones.
Claro que todas las virtudes de este popular y exquisito grano no pueden ser obra de la casualidad, sino que es parte de un largo e interesante proceso que parte desde la selección de sus semillas, la preparación de los almácigos, las tierras de sembradío, su cultivo, cosecha, su delicado procesamiento en la finca, su comercialización en sacos de fibras naturales, generalmente el yute o cocuiza, el tostado, la preparación y el servido en la taza adecuada. Todo eso exige no solo conocimiento sino una gran pasión, mejor dicho, amor por el café.
Además, la participación de muchas personas, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, familiares y jornaleros, todos unidos en la misión de producir excelentes frutos. Las haciendas de café, generalmente de pequeño tamaño, representan un ecosistema muy particular y grato, de clima fresco y sombra generosa. Es un cultivo en ladera muy conservacionista y dan como resultado paisajes hermosos, a los que se suman las casas de esos campos, grandes, de pisos de ladrillo y entejadas, con muchas habitaciones, espléndidas cocinas y enormes patios para el secado.
El capital social que genera el café se inicia en las primeras fases del cultivo y se mantiene a lo largo de su proceso productivo, hasta llegar a la grata conversación alrededor de una mesa, compartiendo la bebida en familia, los amigos o en esos encuentros que son parte de la mejor expresión del humanismo. Un sorbo de café representa uno de los procesos productivos más interesantes de la tierra, donde aún permanecen las virtudes de lo que se llama la economía humana. Quiera Dios que no sucumba.
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