La historia local es la especialidad de la ciencia histórica que destaca el pasado de una comarca, pueblo o ciudad. Le acompaña una antigüedad milenaria, de allí el respeto supremo que debemos tener hacia las cosas más sencillas del ayer de una localidad…. Gracias a la historia local, se ha logrado preservar ricas vivencias, costumbres de la gente común que la historia oficial había echado al olvido.
¡Santo Dios!
Qué hubiera sido de la riqueza espiritual y creadora de los pueblos si no existiera la historia local… Las grandes herramientas para que no haya desaparecido de la faz de la tierra han sido la tradición oral, la palabra y la escritura. Con el hablar cotidiano de la gente, los pueblos echan su cuento de lo humano y del más allá. Aparte de que sirve para descargar emociones, vamos compartiendo a través de la palabra, maravillosas vivencias que se transforman en anecdotario de los pueblos.
El famoso «pata e´ loro»
Esto hace la historia local, investigar y difundir todo suceso de la Valera de antier, como el famoso chofer de carros libres (taxi) apodado «pata e´ loro». En una oportunidad recibió un angustioso llamado de auxilio de una madre que necesitaba de urgencia una «carrerita» hasta el Hospital Central, pues, la hija estaba pariendo en casa… «Pata e´ loro», en minutos ya estaba auxiliando a la parturienta, iban subiendo por la calle 16 en su viejo Chevrolet, en el momento que la señora le gritó: «Coño, pero «vuele» con ese carro y toque corneta».
«Pata e´ loro» con una paciencia única, respondió: «Doñita, «voy a volar» con mi vehículo y voy a tocar corneta, pero la carrerita ya no son 2 bolívares, sino 5 Bs., si hay un accidente, «yo soy el que va a pagar los platos rotos» y los daños del carro que le da de comer a mi familia».
Hambruna en Valera
Todo pueblo tiene una historia que contar. A través de esa narración podemos conocer y comprender cómo era la vida de los habitantes de determinado lugar. Encontrarnos con sucesos que impactaron en algún momento a todo un colectivo humano, conocer la vida de los llamados personajes populares que se ganaron un lugar en la historia por sus picarescas ocurrencias.
En 1942, un acontecimiento sembró la incertidumbre en los valeranos. Torrenciales lluvias por poco acaban con el terruño. Las cosechas se perdieron, algunos fanáticos comentaban: «Carajo, esto es acabo de mundo, esto se lo llevó el diablo». Hubo mucha hambre. Un kilo de maíz llegó a costar 10 bolívares, mientras un trabajador ganaba 9 bolívares en una semana.
Alma valerana
Hace 40 años, pocos le paraban a esos seres maravillosos que llaman «personajes populares», me dediqué en alma y corazón a escuchar con gran respeto sus historias, aquello me llenaba de enorme regocijo, y sin querer, fui aportando mi grano de arena para escribir la historia local de los últimos 70 años de la ciudad de Valera, gracias a lo que me narraron estos «defensores anónimos» del pasado jocoso de nuestros pueblos.
En la esquina del viejo mercado de Valera (calle 12) el señor Félix Araujo vendía una sabrosa chicha, el que se tomaba una, iba por la otra. No había un día que no se hiciera la popular «cola» para disfrutar de tan llamativa bebida… Años más tarde, por su perseverancia, abrió su gran negocio; la Copacabana, frente al Colegio Madre Rafols (calle 10, av. 16). Hasta allí acudían religiosamente los valeranos para refrescarse con la «mejor chicha de la ciudad», según los conocedores de la culinaria criolla.
Tiempo después, inventó una bebida llamada «vitamina», que se llegó a pelear el primer lugar con la sabrosona chicha… El señor Félix deleitaba a la clientela con las melodías de un encantador violín que ponía a suspirar a más de uno, por la manera magistral como ejecutaba este instrumento musical… En horas de la tarde, el negocio se convertía en amena tertulia de aquella Valera tranquila, donde se respiraba solidaridad, respeto y amor colectivo…
Ah, rigor…
Recuerdo hace 55 años, una maestra muy adeca, vivía preguntando a los alumnos de cuarto grado: Diga usted, Carlitos, ¿Quién es el padre de la democracia? Carlitos, respondía: El padre de la democracia, es Diego Hidalgo; en segundos, se escuchaba un soberano reglazo sobre la humanidad del inocente estudiante, y la aclaratoria de la maestra: «Muchachos, Diego Hidalgo es el dueño del supermercado «La Democracia”, pero el padre de la democracia que disfrutamos hoy los venezolanos, es don Rómulo Betancourt»…
A conversar se ha dicho…
Hace 60 años no había llegado la televisión. A partir de las 6 de la tarde los valeranos sacaban sus sillas a las aceras y se iniciaba una amena conversa que culminaba a las 9 de la noche para dar inicio al santo rosario en familia.
En la década de los años 40 del siglo pasado, la ciudad no se quitaba de encima un liquiliqui, era el traje de moda para ricos y pobres. Eso sí, las cotizas bordadas con mucho arte, era para los ricachones, el pueblo llano expresaba: «con lo que cuesta un par de cotizas bordadas, le doy de comer a la familia por una semana».
La tela más solicitada para llevársela a las costureras y elaborar un envidiable pantalón para caballero era el lino 100. Toda la vida han existido los «viva la pepa», para saber que no lo estaban engañando con el distinguido lino importado, se prendía un fósforo, se le acercaba al lienzo, si no se quemaba, era tela que llegaba de la vieja Europa para vestir elegantemente a los valeranos.
En 1945, la muchachada corría llena de terror al momento que algún muérgano gritaba al policía Hortencio Hernández; «Cuchi-cuchi», si era alcanzado por el funcionario, un rolo de vero se encargaba de dejar huella imborrable para que no volvieran a faltarle el respeto a la autoridad… A falta de patrulla, borracho que se quedaba dormido en la calle, era montado en una sencilla carretilla e invitado a pasar la «pea» en un frío calabozo de la vieja Comandancia de Policía.
Para el Dr. Eladio Muchacho y al coordinador de esta sección, Elvins Humberto González, un reconocimiento especial por esta bella iniciativa de difundir la historia menuda pero maravillosa de nuestra querida comarca.