Todos tenemos una identidad territorial, que es un sentimiento de pertenencia a un lugar concreto y próximo, que conoce y del cual siente que forma parte. Es su casa y su familia, sus amigos y relacionados, su lenguaje y sus creencias. También sus paisaje y su clima, los árboles que le dan sombra y los pájaros que le cantan, la comida que degusta, la música que escucha. La identidad se va construyendo desde la infancia en planos superpuestos armados desde lo íntimo, que es el hogar y el lugar, luego la comarca, la región y la nación. Y esa identidad que conforma una síntesis superior en cada uno de nosotros, se construye fundamentalmente desde los relatos que nos han modelado la mente y el corazón, es decir el entendimiento y los sentimientos, las razones y las emociones, la cabeza y el corazón.
El futuro también parte de esos sentimientos de identidad, que sin son profundos se traducen en alternativas positivas, fecundas en frutos que fortalecen al hombre y a la sociedad. Por ello la identidad es fundamental para la construcción del porvenir. El Papa Francisco tienen una hermosa frase para resumir esto: “Buscar el camino hacia el futuro, llevando la memoria de las raíces”.
Por todo esto las fechas conmemorativas son importantes, pues representan un alto en el camino que sirven para recordar lo que somos, pero también para plantearnos lo que podemos ser. En el calendario la fecha más importante de Trujillo es el 9 de octubre – o mejor dicho – son dos 9 de octubre con 253 años de diferencia Dos fechas que representan las mejores bases – junto con la herencia indígena – que marcan las tareas de los trujillanos de hoy.
El primero en 1557 significó el empeño fundador que desplegó energías hasta hacer de la ciudad primigenia una de las más importantes de las nuevas tierras. Esta ciudad y su entorno – casi coincidente con el territorio de la nación Cuica – vivió en sus primeros tiempos una fecunda energía creadora que atrajo a excelentes familias y a intelectuales de elevadísimo renombre hasta que el corsario francés Francisco Grammont de la Mote a finales de 1678 – atraído por su prosperidad – la asalta y destruye.
El segundo en 1810 significa el inicio de su autonomía y de al menos diez decisiones fundamentales para el devenir trujillano. Primero: se separa el Distrito Municipal Trujillo de la Provincia de Maracaibo; segundo: se crea la Provincia de Trujillo; tercero: se establece que el pueblo asume el mando y lo ejerce una Junta de Gobierno; cuarto: el Ayuntamiento designa unos electores que se encargaría de supervisar la elección de los integrantes de la Junta Superior de Gobierno; quinto se elige y se juramenta la Junta Superior de la Provincia de Trujillo (encargada de la regencia); sexto: juran obedecer a la Junta el Vicario de Trujillo y el clero secular, los administradores, funcionarios diversos y el pueblo en general; séptimo: se designan nuevos administradores de justicia y diversos funcionarios provinciales; octavo: se ratifican a todos los Oficiales de Milicia; noveno: se acuerdo notificar de estos actos a las Juntas de Mérida, Santa Fe de Bogotá, Pamplona, el Socorro, Quito y La Paz, así como a Caracas y Maracaibo; y décimo: se llama a la paz, a guardar la religión y los legítimos intereses del Rey.
Una constatación importante es la jerarquía que en aquellos años emblemáticos alcanzó la noción de proyecto como algo que caracterizó a esos «Trujillos», porque precisamente, entendieron el quehacer del destino. Aprehendieron la realidad y soñaron con sentido de totalidad y plenitud, elementos que caracterizan todo proyecto ambicioso. En cada uno de los «Trujillos» soñados el 9 de octubre de 1557 y el 9 de octubre de 1810 los trujillanos testimoniaron su compromiso no solo con palabras, sino con la aparición de una vanguardia que supo entender su rol como creadores de la historia. En fin, esos hombres hicieron de nuestro morada un lugar donde el pensar futuro encontró hogar. Tarea que aún está pendiente para los trujillanos de hoy.
5 de octubre de 2015.