Base Naval de Norfolk (EE.UU.), 5 may (EFE).- La entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial le otorgó el título de salvador, especialmente en el final del conflicto, del que se cumplen este jueves ochenta años, y le consolidó como el poder hegemónico.
Pese a que en un primer momento EE.UU. aprovechó la distancia geográfica para mantenerse, en parte, apartado del conflicto, el ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, cambió el curso de la contienda.
«EE.UU. entró en la II Guerra Mundial porque consideraba que las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia) representaban una amenaza para su seguridad nacional. Pero fue necesario el ataque a Pearl Harbor para que se involucrara directamente en la guerra», explicó a EFE el catedrático de Historia de la universidad Vanderbilt, Thomas Schwartz.
Sin embargo, el historiador señala que Washington ya «enviaba préstamos a los británicos e incluso a la Unión Soviética».
Para Kenneth Jackson, historiador de la Universidad de Columbia, lo que EE.UU. aportó fue «un enorme poderío aéreo e industrial»: «Enterró a Alemania bajo bombas, artillería y tanques, no tan buenos como los suyos, pero en mayor cantidad».
Un recuerdo vivo
Parte de esta fuerza armamentística se construyó, durante y en los años previos a la guerra, en la Base Naval de Norfolk, en el estado de Virginia, que actualmente es la más grande del mundo y heredera de lo que se ha pasado a llamar el complejo militar-industrial.
A orillas del Atlántico, la base fue uno de los escenarios donde se entrenaron los soldados y donde se fabricaron nuevas pistas, hangares y rampas para las aeronaves que pilotaba la Armada durante el conflicto.
Unos kilómetros al sur del recinto, se encuentra uno de los recuerdos vivos del papel de EE.UU. en la contienda: el USS Wisconsin (BB-64). El buque, que se terminó durante los primeros años de la guerra, fue clave para bombardear fortificaciones japonesas y escoltó a barcos a posiciones enemigas.
A día de hoy, funciona como un museo de la ciudad como símbolo de la industrialización que vivió el estado de Virginia para abastecer las necesidades de la guerra y que siguen alimentando gran parte de su riqueza.
El salvavidas que se pinchó
Lo cierto es que tras la derrota de Alemania y el empobrecimiento de la entonces Unión Soviética y de Europa, EE.UU. se quedó «sin competidores reales», según el profesor de Columbia, para ser el poder hegemónico y forjar ese relato de ‘salvador’.
Pero, tras años de hegemonía y multilateralismo, las políticas que el presidente Trump está llevando a cabo en su regreso a la Casa Blanca están dando un giro al orden mundial que inauguró Estados Unidos tras 1945.
«Parece que ahora EE.UU. está menos interesado en establecer o mantener el orden mundial que creó tras la II Guerra Mundial», aseguró Schwartz, incluso cuestionando la importancia de la OTAN o de la protección de aliados asiáticos, que tiene aquí uno de sus principales centros estratégicos.
Para Jackson, Estados Unidos «va por mal camino»: «Ha sido superior desde 1945, pero no es como Alemania en la II Guerra Mundial. EE.UU. no puede luchar contra el mundo. No puede luchar contra China, Japón, Europa y Rusia al mismo tiempo. Tal vez pueda hacerlo este año o el que viene, pero dentro de unos años será imposible. Tiene que tener aliados».
La guerra comercial que Estados Unidos ha declarado prácticamente a todo el mundo no es el único de los motivos que han tensado esta relación.
Trump ha cuestionado en numerosas ocasiones la soberanía de países como Canadá y Dinamarca a los que se dirige con hostilidad fantaseando con tomar Groenlandia, gestionada por Copenhague, y con convertir a su país vecino en el estado 51.
«Creo que EE.UU. seguirá desempeñando un papel importante en la política internacional. Lo que creo que va a ocurrir en Europa, en particular, es que los países europeos van a dedicarse mucho más a reforzar sus propios ejércitos», vaticinó Schwartz.
Esteban Capdepon Sendra
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