La Historia, en cualquiera de sus épocas, ha sido siempre rica en acontecimientos. Tal vez la historia contemporánea venezolana pudiera parecernos más pletórica por la enorme masa humana que la protagoniza, por la variedad de sus conflictos y por la influencia que unos tienen sobre el desarrollo de otros.
Hoy día aun hay muchos venezolanos y trujillanos que podrían sentirse absolutamente satisfechos de haber vivido, precisamente, estos últimos ochenta años de trabajo. El país se despertó políticamente con la muerte plácida de Juan Vicente Gómez y acrecentaron muchas vivencias sociales con otros hechos que hacen pensar que este periodo podría compararse, por su riqueza, con los años primeros de nuestra independencia.
Un fenómeno trascendental, según ha dejado plasmada la historia, signan el acontecer nacional en estos últimos ochenta años: el control de la malaria; así simplemente: el control de la malaria. La malaria tuvo en el trujillano, Arnoldo Gabaldón, su gran protagonista y defensor.
La gesta del doctor Gabaldón borda una historia de imaginación, heroísmo, compromiso y terquedad sin límites. Una historia de amor, podría decirse. Después de examinar decenas de miles de niños y más de medio millón de mosquitos con sus larvas, él y su equipo hicieron más de tres millones de visitas buscando enfermos. Se repartieron gratuitamente casi cinco millones de tratamientos con quinina con sus respectivas instrucciones. Esto lo hicieron con la ayuda de los empleados de telégrafos y correos, y los directivos y subalternos federales o estadales. Él, personalmente, viajó a todos los pueblos de Venezuela para comprobar in situ la gravedad del mal. Por todas partes lo vieron vestido de kaki y con botas de obrero.
Ciudadano ejemplar
Arnoldo José Gabaldón Carrillo, ciudadano ejemplar, médico sanitarista, parasitólogo, epidemiólogo, educador, investigador y asesor de organizaciones internacionales, es considerado uno de los más importantes epidemiólogos del siglo XX. Nació el 1º de marzo de 1909 en Trujillo, y gracias a su excelente labor científica, técnica y condición humana, trascendió las fronteras para engrandecer a la patria.
Por todo esto y más, escribir sobre la vida de este personaje, es un reto por la importancia que tiene en la salud pública venezolana y latinoamericana.
El próximo primero de septiembre se estarán conmemorando 27 años de la partida de este celebre trujillano, nacido en 1909 hace 108 años, por lo cual, hoy hemos querido rememorar el legado dejado por este noble sanitarista integral, no solo para ser reconocido y recordado por el personal que hace vida en el sector salud nacional y regional, sino para inspirar a los funcionarios públicos en sus labores de servicio a la población, tomando como ejemplo a seguir a un personaje de nuestra historia, que en síntesis: hizo de sus investigaciones y acciones en Patología Tropical y Malaria, así como la Educación y Política Sanitaria, no solamente una pasión sino un templo, e hizo del Ministerio y de la Sanidad nacional su patria.
Una excepcional creación
Malariología, ha contribuido con su esfuerzo al único victorioso logro sanitario que ha permitido que este país tenga, una inmensa población joven
Malariología cumplió, en julio pasado, exactamente el 27 de julio, ochenta y un años de historia organizativa, de luchas y de supervivencia.
La Venezuela gomecista jamás se ocupó de la suerte de cinco mil venezolanos que entonces morían anualmente por malaria; el talante de aquella dictadura con su sátrapa y su corte de intelectuales en el festín de muerte, torturas y exilios, no tuvo siquiera el gesto de crear un ministerio para el manejo de las enfermedades.
En 1.936, descompuesto ya el cadáver del Dictador, Enrique Tejerá influye para crear el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y promover una «Ley de Defensa contra el Paludismo». El Dr. Santos Dominici, sucesor de Tejera, médico guerrillero antigomecista, sobreviviente de la era rangeliana, designa al Dr. Arnoldo Gabaldón, director de Malariología.
La primera iniciativa del Dr. Gabaldón fue crear la Escuela de Malariología, formar los cuadros específicos para funciones determinantes. ¿Cuántos burócratas de estos que pululan en nuestras instancias públicas habrán cursado algo que los haga competentes para los cargos que detentan?
Gabaldón enrola una constelación de hombres sobresalientes: Pablo Cova García, Arturo Luis Berti, Félix Pífano, Nieto Caicedo, Hernán Méndez. ¿Contó acaso alguna otra oficina o agencia pública con tales prohombres?
Con el nacimiento de Malariología se veía venir su futuro; los hombres que la constituyeron fueron seres escogidos por su carácter, sabiduría, honestidad y espíritu de servicio.
Un gran ejército
Gabaldón escogió como lugar para sus primeros ejercicios profesionales a las tierras de Apure. ¿Cuántos habrán sido los que, con los grados, títulos y conocimientos de Gabaldón, han preferido la provincia a quedarse medrando en Caracas? Gabaldón siempre reconoció que el problema, siendo de salud pública y de índole médica, tiene que ser sometido y resuelto en sus mismos orígenes.
En pocos años se organizó un ejército, el mejor ejército nacional después de aquél que se batió en las sabanas de Carabobo, un ejército disciplinado y consciente, un ejército con enemigo precisado, un ejército para derrotar al paludismo. No se sabe de ninguna otra organización nacional, entiéndase bien, ninguna otra con el espíritu de servicio, la consagración al trabajo y con el aval de las huestes del Dr. Arnoldo Gabaldón.
Para construir una organización tan eficiente y compleja, se requería, en primer lugar, de una indoblegable vocación para el trabajo, de una honestidad resistente a toda tentación, de una inmensa capacidad de sacrificio. La llegada de Gabaldón, Berti y Cova, con entrañable lealtad, capacidad de comando y firmeza de propósitos, hizo posible la culminación del proyecto: derrotar a la malaria!!
Esfuerzo único y victorioso
Con la presentación de este trabajo, queremos rendir un sincero homenaje a todos los hombres, mujeres, viejos y jóvenes, vivos y desaparecidos, que luciendo el honroso uniforme de Malariología, han contribuido con su esfuerzo al único victorioso logro sanitario que ha permitido que este país tenga una inmensa población joven.
Hoy día deseamos vehementemente que nuestra juventud estudie y comprendan el mensaje de Malariología y entiendan que, es posible convertir a este país en una nación próspera, orgullosa de ese pasado y enamorada de sus hijos.
Su frase
”El capitán que no conoce a fondo el frente dominado por el enemigo, abocado está a una derrota, o por lo menos a no conseguir victoria alguna”.
– Referencias y consultas:
«Arnoldo Gabaldón. Testimonios sobre una vida al servicio de la gente». Arturo Luis Berti.
«Gente de Venezuela». Jorge Maldonado Parilli. Tomo II. Biblioteca Biográfica Venezolana, Diario El Nacional, Vol. 130
De profundos valores
– Nació en Trujillo, el 1 de marzo de 1909. Era hijo único de Joaquín Ruperto Gabaldón Iragorry y Virginia Carrillo Márquez, a quienes suelen atribuir los biógrafos una férrea determinación de inculcarle al hijo profundos valores, así como disciplina y constancia, virtudes que el trujillano exhibió sin fatiga. Es posible que este criterio le viniera a la pareja por el hecho de ser ambos hijos de generales. Del General Joaquín Gabaldón Chuecos, él, y del General Juan Bautista Carrillo Guerra, ella.
– Gabaldón Carrillo hizo la primaria en el Colegio Federal de Trujillo, bajo la dirección del doctor Francisco Parra; pero antes había asistido a lo que se llamaba “una escuelita”, la de la maestra Etelvina Valera Hurtado.
– Se graduó de pregrado en Filosofía en 1928; y en 1930 obtuvo el doctorado en Ciencias Médicas en la UCV, donde tuvo como mentores a Jesús Rafael Rísquez y Enrique Tejera.
– En 1937 contrae matrimonio con María Teresa Berti, resultando de esta unión afectiva el nacimiento de cinco hijos: Luisa, Arnoldo José, Mariela, Yleana y Reinaldo.
– Entre 1959 y 1964 estuvo al frente del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. En 1973, fue director del Laboratorio para Estudios sobre Malaria, cargo ad honores que ocupó hasta su muerte.
– El doctor Arnoldo Gabaldón Carrillo falleció en Caracas, el 1 de septiembre de 1990. Tenía 81 años de edad.
Arturo Luis Berti y la muerte de Gabaldón
“ …. Transcurren los días… hasta el viernes 1º de septiembre de 1990… Serían como las seis de la tarde cuando me llamó su fiel secretaria, Yda y me dijo: ¡Ya!, el resto no necesité oírlo, esperaba la fatal noticia, su llamada repercutió en mis oídos como doblan las campanas. Con lágrimas que no pude disimular salí para su casa. El pueblo de Venezuela tributó una sentida manifestación de duelo a uno de sus grandes benefactores.
Así terminó la vida de quien Tejera dijo: “A Gabaldón puede que no le hagan una estatua, pero ya tiene el pedestal de una Venezuela agradecida…”