Con la presencia del presidente de la República Dr. Luís Herrera Campíns, el cardenal José Alí Lebrún, la primera dama Doña Betty Urdaneta de Herrera, la gobernadora Dra. Dora Maldonado, el obispo de la Diócesis de Trujillo Vicente Hernández Peña y otras personalidades del sector cultural, político y religioso del país, medios de comunicación nacional y regional, televisoras, radios y periódicos. De hecho, en toda la prensa nacional el día después de la inauguración la primera plana fue la foto de la imagen del Monumento de Nuestra Señora de La Paz.
Se concentraron en el lugar Peña de La Virgen para inaugurar esta monumental obra el 21 de diciembre de 1983. Al mediodía comenzó la ceremonia el cardenal José Alí Lebrún, con la misa. Además, se contó con la presencia eclesiástica de su eminencia Mons. Luciano Storero, Nuncio Apostólico representante del cuerpo diplomático de su Santidad Juan Pablo II; con ellos, los obispos de Trujillo, Maracay, Guanare, Cabimas, San Felipe, Arzobispo de Mérida entre otras personalidades.
Se inició con la bendición del monumento, al mismo tiempo alzaron vuelo 400 palomas mensajeras por los miradores de la imagen, este número hacía honor a la cuatricentenaria ciudad de Trujillo, la tierra de María Santísima, como lo ratificara el propio Cardenal quien, además, hizo referencia al Cantar de los Cantares.
Luego dijo: “Hoy Trujillo, bajo la sombra protectora de la colosal imagen de su Patrona, va a proyectar a Venezuela y al mundo ideal y anhelos de paz, la presencia bienhechora de la Madre de Dios y nuestra, va a recordar diariamente a los hijos de Trujillo para poder construir la paz es necesario que ella reine en nuestros corazones” Gilberto Quevedo S.
A partir de este momento el tema de la paz ya va dejar de ser una preocupación local para transformarse en un llamado nacional e internacional en un mundo tan conflictivo.
Por otra parte, la Dra. Dora Maldonado, gobernadora del estado, en su discurso inaugural siempre hizo referencia a un viejo sueño del pueblo trujillano en ver convertida en realidad esta imagen que identificaba la presencia de este monumento que representa a nuestra patrona en la Peña de la Virgen y que, a partir de este momento, sería un símbolo de vanguardia de Trujillo para Venezuela y el mundo. Una imagen que estaría coronada por las montañas trujillanas que la rodean.
Textualmente pronunció: “Esta efigie, vestida con el mágico entorno de la Peña de La Virgen, arropadas de neblinas, que sabrá avizorarnos permanentemente hasta nuestro propio fin, imperecedera, eternamente calma, será la más viva afirmación de constancia y lealtad, en la dura lucha porque los pueblos lleguen alguna vez a hermanarse”. (1983. 1). También agradeció a personas como el Pbro. Juan Francisco Hernández, gran colaborador; al Dr. Pedro Araujo, quien donó desinteresadamente el terreno; a los ingenieros, arquitectos, técnicos y a todo el personal que trabajó para hacer una realidad lo que antes solo era una un idea, un sueño, una esperanza.
Luego, continuó con lo siguiente: “La Peña de La Virgen ha vivido secularmente una creencia trujillana, arraigada en el alma popular con profundidad nunca vista en nuestra historia, que venera a Nuestra Patrona La Virgen de La Paz, identificada popularmente como La Virgen de La Peña, que ha servido de estímulo en nuestras actividades, de consuelo en los momentos más sobrios, de confianza en el destino común” Dora, Maldonado. (1883. 1).
La Peña de la Virgen para los trujillanos de la ciudad capital es un lugar mágico, celestial, ingenuo, pero, sobre todas las cosas, es un lugar de fe mariana, en donde una doncella aparece y desaparece al capricho imaginario de sus habitantes.
Por su parte, el presidente Luís Herrera Campíns, un hombre profundamente culto, en la inauguración del Monumento a La Paz, pronuncia un discurso donde deja a un lado lo tradicional de lo político institucional para transmitir una disertación poética a Trujillo, a su paisaje, a su historia y, por supuesto, a la Virgen de La Paz. En parte nos dijo: “Ya el pueblo, con su sutil observación, comenta que muchas veces la virgen toma su pañuelo de nubes para cubrirse la cara y el regazo. Aquí está en su esbeltez, recostada contra el firmamento, verdad y símbolo, presta a recibir el elogio de Don Francisco de Quevedo y Villegas: Es tan noble y tan ilustre de la paz que tiene por solar el cielo” Gilberto Quevedo. S.
Su Santidad Juan Pablo II, directamente desde la ciudad de Roma sintió la presencia de Nuestra Señora de la Paz de Trujillo, Venezuela, con la construcción de obra de grandes dimensiones. Además de ser una advocación mariana de cuyo nombre “Paz” es de arraigo universal, la paz es un anhelo de la humanidad, en su historia. En el Papa amigo, como también se le conoció, desde la ciudad Vaticano nos envió un mensaje que en parte dice lo siguiente:
“A la comunidad eclesiástica de Trujillo y Venezuela. Esta realidad que se inserta en el conjunto más amplio de una nación y de un continente donde es tan urgente el arraigo profundo de los ideales de la Paz.
Debe ser una llamada constante de hacer del monumento hoy, un símbolo y un centro de trabajo en favor de la paz. Un centro de plegaria incesante a quienes, es la madre común, hermana en sí mismo, de amor de hijos, a quien desea ardientemente cesen por fin las divisiones, los odios, la sangre derramada en absurdas contiendas.
A quienes quieren ver manos sin armas y espíritu reconciliados, armados solamente con propósitos de concordia y solidaridad de mutuo entendimiento”. (1983:1).
En esta historia local intima prevalecen tres personas, la Dra. Dora, Doña Betty y el Dr Luis Herrera Campíns, que tiempos atrás en las andanzas de la juventud paseaban los caminos de la “ciudad viajera” como la calificó Don Mario Briceño Perozo. Entre ellos los caminos a “la Peña de la Virgen”, que ha sido una constante peregrinación de sus habitantes a este lugar de encanto mariano, de fe y de imaginario.
Dice Marlene Briceño que fue parte de gabinete del gobierno de la Dra. Dora, la única mujer gobernadora que ha tenido Trujillo. Que esta obra se consagró cuando estas tres personas salieron de una misa en la Catedral, miraron hacia la montaña recordaron los tiempos de juventud, aquellos alegres paseos y amorosos sobre todo con Luís Herrera y Doña Betty en su época de noviazgo, y retomaron la vieja aspiración de la ciudad en construir un gran monumento en ese lugar.
La diferencia es que para ese tiempo ya aquellos jóvenes van a ser Luís Herrera Campíns presidente de Venezuela, la Dora Maldonado gobernadora y Doña Betty, la primera Dama y de paso, la presión del Padre Francisco Hernández, que fue fundamental para que esta obra se hiciera realidad.
El Monumento a la Paz cambió la mirada de la ciudad del estado, para el país un símbolo de arquitectura que define una identidad, un lugar pequeño con dimensiones universales por la categoría de paz.