María Sara Vivas Araujo
La Universidad reclama la común devoción de sus maestros y discípulos. Aquí no se juntan hombres que aisladamente vienen a enseñar y jóvenes que en actitud individualista vienen a buscar un título como patente de corso para darse a la conquista de una fortuna. Aquí por el contrario, vive una universidad, convive una fraternidad de hombres viejos y de hombres jóvenes que se afanan por buscar solución a los graves problemas filosóficos, políticos y económicos de la sociedad venezolana.
Mario Briceño Iragorry (1946)
En esa perspectiva del espacio y tiempo, en una hermosa iniciativa nos enlazamos con una de las aristas de ese inmenso caudal que se halla en el pensamiento diverso de Mario Briceño Iragorry, plasmado en su prolífica obra literaria, donde está contenido un cúmulo de enseñanzas, de información y donde todo lo que tiene que ver con la educación salta y sobresalta con su exquisitez escritural, que es himno, canto, poesía; escritura reflexiva y muy crítica; además, la persuasión en efervescencia se pasea singular por todas sus letras, echada al ruedo de manera fascinante por su elegante y culta pluma. Múltiple el pensamiento de Briceño Iragorry. Vasta su obra, así de vasto su legado a la educación, comenzando porque, desde los libros, la tribuna y la prensa dejó que hay que esclarecer los orígenes de la nación, por esa angustia de quien ve clara la relación entre la raíz y las hojas entre la robustez del tronco y la calidad de los frutos en el símil del árbol para representar a una nación. (Páginas. 1989).
Y, es que Mario Briceño Iragorry, nos entrega, en su maravilloso caudal intelectual la genuina revalorización del lugar, la localidad, la esquina, la vereda, la barriada, el pueblo; donde desde su hondura exalta a cada alma, por ese noble territorio que nos cobija bajo la luna y, nos levanta en cada surgente de la alborada en abundante y rica vida individual en aras de la vida colectiva. Amó tanto a la tierra que lo vio nacer, a su Trujillo querido y a sus coterráneos o, parroquianos que nos sumerge en un lenguaje henchido de vigor, a partir de la matria, la historia chica. Forjando sentimiento por la historia pequeña que es la que construye sustancialmente la historia grande de la patria. Aleccionador el mensaje de Mario Briceño frente al pórtico del futuro, que es decir, con destino a este nuestro presente.
Y, en este punto, es oportuno decir, que el pensamiento Iragorryano cobra plena vigencia, al mostrarnos su avidez por hacernos comprender lo fundamental de los valores entronizados desde la familia sembrada esta, en ese terruño fértil, propicio para echarla a andar como “célula de la sociedad”; una sociedad enraizada con idiosincrasia, con las heredadas costumbres, las leyendas aprendidas, ataviada de tradiciones propias; savia vital que se fusiona de una generación a otra, para que seguras vivan con real identidad, carácter y personalidad, alejadas de las cobardías y de las traiciones. Muy a propósito de la microhistoria, la reviviscencia de la Historia como disciplina moral, definida así por Mario Briceño Iragorry.
De ahí, la importancia de generar en la ciudadanía en general una provocación por conocer, estudiando de manera real y enteramente humana la vida y obra de este pensador nacido en Trujillo un 15 de septiembre de 1897; su fallecimiento se produjo el 6 de junio de 1958. Sesenta años de vida. Un hombre a plenitud. Su loable labor siempre al servicio de la patria, Briceño Iragorry uno de los intelectuales más influyentes en la transformación del siglo XX venezolano. Encumbrar el pensamiento iragorryano es, procurar que la población se impregne de un pensamiento que supo sumergirse en lo más profundo del sentimiento patriótico.
Uno de los puntales de su profusión literaria se halla en dos ensayos que Don Mario escribió para resaltar personajes como el Marqués de León, protagonista de la obra Casa León y su tiempo, dicho por él mismo, Casa León no es un individuo, Casa León es una clase, un estamento de invariable consistencia en el desarrollo de la política nacional. Por esta obra recibe en 1946 el Premio Municipal de Literatura y, el Regente Heredia o la Piedad Heroica, y aquí caben las palabras de Antonio Mieres, (1997) cuando dice “acaso sea la figura más amable de cuantas cruzan los caminos de la historia política de Venezuela”. Como, en espejo se refleja esa lucha entre el bien y el mal. Por este ensayo, en 1947, Don Mario recibe el Premio Nacional de Literatura.
El primer ensayo describe a un hombre que existe para hacer el mal, que es perjudicial para la sociedad; pasarse de listo, a un individo así, le produce una gran satisfacción, es jactancioso y perverso, su afán es existir para enriquecerse fácil sin trabajar, echa mano del oportunismo por encima de todo. Ahora bien, a través del Regente Heredia o La Piedad Heroica, Don Mario concibe que en Venezuela debe existir y permanecer un hombre pleno de humanidad, valiente, ejemplarizante, un ser lleno de bondad; que vive y convive armonizando con los demás y con el ambiente, educado, con conciencia social, hondo en sus sentimientos, profundo en su pensamiento, en fin, celosamente ético, inmaculado en la convivencialidad y respeto por la otredad; un hombre dispuesto para construir los caminos de la patria y forjar ciudadanía como sinónimo de autonomía, libertad e independencia.
Don Mario fue un amante y muy estricto de la integridad Institucional, de los valores inquebrantables, innegociables, así de sencillo y complejo a la vez. El conocimiento para todos los actores sociales, ha de tener como propósito la construcción de una ciudadanía informada, responsable y participativa, que responda con alto grado de ética y moral ante la injusticia, la insostenibilidad, ante las imposibilidades, la violencia y la corrupción. Porque, cuánta falta nos hace entender y poner esto en práctica en esta cotidianidad, en nuestro diarismo hacer, con sus ires y venires, con los característicos salsipuedes que enmarcados están sin pudor, en este nuestro ahora venezolano.
Desde luego, al tratar de entender el entorno, en este nuestro presente, nos percatamos de la similitud, con lo acontecido en el siglo XIX que ha quedado escrito y, la obra de Iragorry, pues la ilustra muy bien. Sin embargo, la Venezuela de hoy, continúa girando alrededor del hombre de fuerza, el hombre armado, que somete y domina. Ya lo decía Don Mario, “En verdad la Historia no ha realizado entre nosotros su verdadera función de cultura” Y, en este sentido, el profesor Alexi Berríos sintetiza que, Briceño Iragorry pincela la vida colonial al saber que en ella se encuentra el asidero de nuestra existencia de pueblo, sabía él que el cordón cultural de cualquier sociedad no debe tener amputaciones.
Visto así, esto producto de esa ruptura con la raíz principal de nuestra cultura, ciertamente, al dejar atrás nuestra historia o, cuando algunos, suelen retomarla ya para tergiversarla, ya para falsearla, que es, desconocerla, y esto, anula nuestra verdadera identidad desde los espacios pequeños a lo nacional. La enseñanza de la Historia es una exigencia de Briceño Iragorry para la educación, entendiéndose su enseñanza y aprendizaje en todos, absolutamente todos los subsistemas, niveles y modalidades que se constituyen en la estructura esencial del Sistema Educativo y, naturalmente, llegarles a aquellos venezolanos que no se hallan inmersos en este Sistema educativo que abarca la educación en nuestro país.
En efecto, hay que conocer, reconocer; promulgar y defender nuestras raíces, sembrarlas en el corazón e imprimirlas en la piel. Relacionar el pasado con sus hechos, aconteceres, victorias, también los fracasos y las traiciones dadas las debilidades y las asimetrías que se nutren del pensamiento ególatra, orondo por las frivolidades, intereses avaros, esos que dejan de lado el colectivo; a esto se puede agregar la pequeñez de unos cuantos, que perpetúan resentimientos y desazones, lejos de apostar por empinar la liberación al construirle cimientos sólidos a la República.
En tanto, una ración de la tragedia que pone en evidencia los horrores más indescriptibles, los abatimientos, el sufrimiento del ser humano; humanidad que anhela una vida mejor, pero que consciente es, que esta aspiración sólo podrá alcanzarla con valentía, con la convicción y la certitud de aferrarse a la ética, a los valores morales. Aquí en palabras de Iragorry: Nuestro pueblo ha de tener esta comprensión sobre todo los maestros, y aquí vale acentuar, en cuyas manos están aquellos en quien se puede sembrar el bien y el sentido noble y puro de la existencia.
En esta ilación, tenemos que Don Mario, en 1952, escribió en el Nacional, un artículo, el cual, tituló: La Angustia de ser Maestro, y es que, este escrito es para reflexionarlo a lo largo y ancho de todo el Sistema Educativo y, además, contrastarlo en el tiempo. Acá, algunas líneas del mismo, nos dice que: La primera noche de un Maestro o de una Maestra recién graduado, la imagino de angustiosa vigilia, pues salen ellos con una finalidad definitiva que sobrepasa los recursos adquiridos en la mecánica de las aulas, porque van a formar la conciencia y a iluminar la mente de los hombres futuros. Y continúa Don Mario, formar sentimientos y carácter es el principio de la función educadora. No es el de la escuela vano proceso para llenar de letras y palabras la inteligencia de los niños. Precisa enseñarles a entender el mundo y conformarles el carácter con que habrán de presentarse a la palestra social. Urge enseñarles su deber de hombres. Su deber consigo mismos y su deber con los semejantes. Por ello al Maestro es requerido de previo conocer su propio y múltiple deber ante la República que le confía la dirección espiritual de los nuevos ciudadanos. Don Mario sigue para hacer énfasis de que, en el ámbito de la comunidad, habrá de empezar el Maestro por situar al alumno en el propio campo de la escuela. En el jardín o en el aula. Puesto de pies, el muchacho pisa tierra. Bajo sus plantas tiene un retazo de mundo. Sus pies descansan sobre un pedazo del territorio patrio. Pueden estar Maestro y discípulo en Barinas, en Upata, en Valencia, en Lobatera, en Petare, o en Trujillo. En cualquiera de estos sitios está toda entera Venezuela. En aquel minúsculo espacio que, delimita su sombra, allí está íntegra la Patria con sus riquezas, con sus dolores y su gloria. El niño habrá de aprender que, bajo el nombre sagrado de Venezuela, empieza su drama de hombre. Obras Completas. (Vol. 19)
Muy justo, precisar la escuela, porque el desarrollo del estudiante tiene que ser un andar consciente desde allí, si y sólo sí la siente suya. En este recinto de convivencia se escucha, se comprende, juntamente se realizan actividades, entonces, se comienza a proyectar su realización en diáfana conexión con su familia y el contexto comunitario. A temprana edad y de la mano del docente, el cual es egresado de la universidad, existe la presunción de que ha obtenido herramientas para pensar. Esto, con la buena pro de desafiar su propio pensamiento y la creatividad, en situaciones contextualizadas que le permiten ser.
Ahora y, en esa cadencia, Iragorry hace énfasis en la universidad, porque, sin duda, la Universidad es determinante en el florecimiento cultural nacional, la cual, también tiene que remirar su proceder y actitud ante su visión y misión, y, su responsabilidad social, al desentrañar ser humano como tal, redefiniendo “quiénes somos y lo que somos” al enramar una cultura integradora que visibilice los hondos significados y significantes de los vaivenes y giros del diario vivir y convivir que dan fisonomía al sentido colectivo. El panorama universitario debe mostrar y ajustar la articulación con la comunidad en el cruce de saberes de allá y de acá, que le asegure ser una unidad integrada e integradora, viable para la elevación histórica, cultural. Se distinguen en este operar, actores imbuidos, participativos y decididamente responsables, con el convencimiento de que la educación ha sido siempre y sigue siéndolo una tarea eminentemente social, al fortalecer la autonomía e independencia personal como construcción de una alteridad solidaria. Ayer fue arduo el ejercicio del maestro, hoy, con este mundo tan convulsionado donde lo que está por encima de lo humano y de la Naturaleza, es la pugna por el poder en cualquier ámbito de la sociedad. Bueno, para quienes asumen tal actitud, es una pena su finitud, pudieran disfrutar las mieles del poder perpetuamente.
A modo de colofón:
Es impresionante pero, el panorama social se sigue tejiendo con los hilos del mal. Y, si no, miremos en derredor. He ahí, la grande responsabilidad y el compromiso ante la nación que tiene ante sí, la Educación: Universidad/ Escuela/ Liceo/ Familia/ Comunidad. Mucho hay que hacer, comenzando por quitarle el velo de los ojos a las autoridades educativas que a los maestros en esencia genuinos, con vocación y mística, formados integralmente, que asumen el ejercicio de la docencia con plena conciencia, a ellos: se les admira, no se les amenaza, no se les intimida, se les respeta en sus derechos y reivindicaciones logradas durante años. El Estado-nación ha de abrir el escenario de las posibilidades, a la luz de la educación, la cual es, tarea de todos, sin excepción. En este momento, la sociedad venezolana tiene que echar a andar la conformación de verdadera ciudadanía, que alude conocer la realidad real hasta los tuétanos. De allí el legado de Don Mario. Cuán vigente su visión. Está el compromiso y la grandeza de leer y provocar en los jóvenes esta lectura para seguir el ejemplo de seres acicalados como el Regente Heredia.
Bibliografía consultada
_ Mario Briceño Iragorry. (1996) Obras Completas Textos Inéditos y Ensayos Completos III. Ediciones del Congreso de la República. Caracas/Venezuela.
_ Mario Briceño Iragorry. (1991) El Regente Heredia o la Piedad Heroica. Biblioteca Popular Venezolana. Caracas/Venezuela.
_Mario Briceño Iragorry. (1989) Páginas. Instituto de Altos Estudios de la Universidad Simón Bolívar. Caracas/Venezuela
_ Mieres Antonio. (1997) Mario Briceño Iragorry o la historia como disciplina moral. Fondo Editorial Tropikos. UCV. Caracas/Venezuela
_ Alexi Berríos Berríos (2009) Briceño Iragorry con H Mayúscula. Editorial Diario de Los Andes. Opinión.