Diciembre es el mes de los nuevos propósitos. Por eso está ungido de júbilo. Es una fecha en la cual, hay como un deseo de deslastrarse de algo que pesa en la conciencia. De purgar lo que barruntamos no hicimos bien en los once meses pasados. Pero el próximo año- es lo que maquinamos mentalmente la cosa será distinta-. Cambiaremos. Seremos otro. Pero llega el primero de enero con el mismo sabor de un primero de marzo o de octubre. Un día de «serie». Igualito a las horas que hemos dejado atrás. Siempre lo mismo.
Pero la alegría decembrina no se puede empañar por estos pareceres grises. Diciembre es diciembre. Y punto…. Navidad es la celebración más sagrada. Y punto… Es la hora del niño. Diciembre es mes de Dios… es el renacer del espíritu y el reencuentro; también las amistades se afianzan y la promesas frotan. Diciembre es para para renacer la esperanza…
Es que, en el mes de diciembre, los pueblos y ciudades cobraban ambiente especial, donde arranca el cristianismo su más puro mensaje de humildad y ternura por la celebración del natalicio del Niño Dios.
La gran fiesta espiritual
Diciembre es una fiesta espiritual y de paisaje. Antes lo religioso está el signo del pesebre con sus pastores y sus ovejas y en el establo con su buey y su vaca pacientes dando calor al portentoso alumbramiento de María y en la anunciación de los Reyes Magos con su mensaje de oro, incienso y mirra. Y en el paisaje, el color y el olor vegetal trascendente que contagiaban el espíritu con su aroma característico y lo disponía armoniosamente del pesebre.
Diciembre y la Navidad de ayer, eran sencillos. La gente se visitaba, para alabar -o criticar- la calidad del pesebre. Para saborear una hallaca y un plato del buen dulce criollo al calor amable de la amistad. Florecían los primeros amores tímidos entre el joven mozo en la mirada de la muchacha dulce y tierna y se hacía especial manifestación de complacencia en la atención y en el halago de la oferta sencilla, casi familiar. Un brindis ponía la nota picante de la honesta ceremonia social y doméstica de la Navidad… así transcurrían aquello diciembres, esa navidades de otrora que muchos añoran. Es que cuando echamos un vistazo retrospectivo, nos damos cuenta que hemos perdido muchas cosa valiosas y llenas de magia y encantos… hoy la nostalgia seguro que hace que algunos ojos se nublen y humedezcan con lo cristalino de sus lágrimas…
El encuentro y el recuerdo
En realidad la Navidad es el canto de los ángeles sobre las cunas de los niños y sobre el pensamiento grave de los ancianos. Es la nostalgia que se adueña de la mente de cada individuo. Y es la paz que revuela tímido como un temblor de paloma al corazón. La Navidad es el cristianismo, la hazaña de ese Niño Dios que nace en Belén para la gloria de todos. Y es el cristianismo es la única religión que sin morir nace siempre con expectación inédita. La Navidad es el sentido espiritual, lo dulce, el cobijo bajo la caricia de su sombra con el encuentro y los recuerdos.
Recuerdos para tres grandes valeranos
Esta cuarta entrega de los espacias, Navidades Trujillanas, va con mucho cariño al recuerdo y a la memoria de tres grandes intelectuales valeranos, quienes dejaron un huella imborrable en el tiempo. Son ellos: Ana Enriqueta Tera, Adriano González León y Víctor Valera Mora.
ANA ENRIQUETA TERÁN
La gran poetisa nacida en Valera, vio premiado su trabajo poético cuando en el año 1989 es designada como ganador del Premio de Literatura. Ana Enriqueta fue una mujer de mucha influencia de los clásicos españoles.
Al norte de la sangre (1946), Presencia terrena (1949), Verdor secreto (1949), De bosque a bosque (1970), El libro de los oficios (1975), Libro de Jajó (1980-1987), Música con pie de salmo (1985), Casa de hablas (1991), Alabastros (1992), Construcciones sobre basamentos de niebla (2006) y Piedra de habla (2014), fueron parte de su
ADRIANO GOZNALEZ LEÓN
El más grande escritor valerano, Adriano González León, levantó el Premio de Literatura en el año 1980 por su trayectoria. El fundador de El Techo de Ballena, se caracterizó por ser un poeta-novelista.
Su carta de presentación es, País portátil (1968), pero dejó otras como, y Viejo (1994); y los poemarios Damas (1979) y Hueso de mis huesos (1997).
El autor de “País portátil” fue mucho más que esa novela, que devolvió al país al panorama de letras internacionales. El trujillano fue un bardo que se hizo novelista. Basó su creación en el ejercicio del lenguaje. La estructura narrativa por encima de la simple anécdota. Su trabajo con la palabra está en sus cuentos, en sus novelas, en su poesía, en sus textos de géneros inclasificables que cada cierta ocasión recopiló
CHINO VALERA MORA
Víctor Varela Mora nació en Valera, aldea de luz y calina, cometas y montañas. Valera Mora (1935-1984), uno de los más singulares poetas venezolanos y uno de los más desenfadados que haya producido la lengua. Mejor conocido como El Chino Valera Mora, su obra, poco celebrada fuera de su país, es no obstante una de las referencias más reveladoras de los rumbos que tomó la poesía, escrita en español, durante los furiosos años sesentas. Valera Mora es el mejor exponente de ese período de esperanzas en la lucha contra las opresiones sociales y la búsqueda de nuevos sentidos para la vida.