Desde que tengo el honor de ser Papá, nunca había “celebrado” un día del padre como el del pasado domingo. La pandemia y las condiciones en que se encuentra el país cambiaron la trama de esta fecha donde la familia se reunía para brindar y comer con la figura paternal.
Recuerdo como toda la familia Graterol se congregaba donde mi hermana Ana en La Arboleda. La orden del día era para empezar un gran sancocho y después venía lo demás en cuanto a comida, acompañado de unas espumosas o un escocés. Dependía del gusto de cada quien.
Desde las primeras horas de la mañana comenzaban a llegar mis hijos y junto a ellos el resto de la prole. Los regalos no se hacían esperar. La reunión se extendía hasta la cena y la hora de la torta.
“Éramos felices y no lo sabíamos”
El domingo dimos forfait. No hubo viaje a La Arboleda. Cada quien permaneció encerrado en su casa por la cuarentena. Mi hija Francy, la única con vehículo del clan Graterol, lo tenía en el taller. “Apá tratamos de ir pero no pudimos” me dijo Frank a través de la línea telefónica. Si Dios quiere y la Santísima Virgen será el año que viene.
Así es. Día del Padre en tiempos de coronavirus.
A falta de gas buena es la leña
En el sector Caminos de Carvajal o los bloques de La Arboleda tenemos más de un mes sin gas doméstico. El mismo nos llega por tubería.
Este domingo, Día del Padre, agarramos los peroles y junto a las Carmenes, madre e hija, para hacer el almuerzo a punta de leña en un fogón que hemos improvisado debajo de unos árboles en el estacionamiento.
La cosa no es fácil. Sopla que sopla para que no se apague la llama. Si alguien me hubiese dicho que a mis 70 abriles iba a estar en estos menesteres, que no son una deshonra ni mucho menos, lo hubiese tildado de mentiroso, pero sí es un esfuerzo tremendo en una era donde parecía que cocinar a leña era algo del pasado. Nada de eso. Una gran cantidad de venezolanos y en especial en la geografía trujillana viene quejándose de la falta del gas doméstico. Y en ese plan llevamos un tiempito. ¡Quién lo iba a creer Santo Tomás!
Esta vez el sufrimiento fue menos penoso. Miguel Gutiérrez, amigo de los amigos, me llevó un haz de leña y no tuvimos que parir para conseguir los palos como en otras ocasiones.
Ja, ja. Pero amigo don Miguel, todo no fue felicidad. La leña tuvimos que guardarla en uno de los cuartos y en la hora de los bichos -de 5 a 7 pm- salían los bachacos a acompañarnos. A ver la televisión. A esperar el reporte diario de salud que es más o menos a esa hora.
El almuerzo quedó rico por el Día del Padre. Hasta salió a relucir una Coca Cola. Ya se me había olvidado el color de este refresco. Lo que antes bebíamos como agua, ahora es una exquisitez por lo inalcanzable que está todo para el bolsillo de los que ganamos menos.
Bueno, no todo es malo en época de “revolución”. Ahora como el consumo de gaseosas ha disminuido considerablemente, estamos seguros que también las enfermedades gastrointestinales han bajado en un buen porcentaje. ¡Que tal!
El ajetreo en este Día del Padre continuó con la limpieza del cuarto donde está la leña. Acomodar todo eso y recibir la cajita del Clap cerca de las 5 de la tarde. Con su colita y todo donde no faltaron los dimes y diretes entre los sargentones que entregan los alimentos y se creen que tienen al Creador agarrado por las que te conté y la gente que reclama por una u otra cosa.
Ya cansado, agotado, nos dispusimos a regalarnos una buena película. Prendimos el aire acondicionado. Acomodamos el par de almohadas.
Chévere todo. Me imaginé viendo unas películas y un par de arepitas en la cena para culminar el Día del Padre.
¡Ah! Todavía teníamos Coca Cola que nos quedó del almuerzo.
¡Y zuas! se nos fue la luz y Colorín Colorao, este cuento se ha terminado.