José Rojas
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De acuerdo a la iglesia Católica, en esta fecha se venera a todos los consagrados a Dios que no tienen una fiesta propia en el calendario canónico y en Latinoamérica se ha hecho parte de la tradición instituida justamente en honor a todos los benditos de la Iglesia, conocidos y desconocidos, según el papa Urbano IV, para compensar cualquier falta a las fiestas de estos consagrados a Dios por parte de los fieles durante el año.
La historia de esta fecha se remonta al papa Gregorio III (731-741) quien consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los Santos y arregló el aniversario para el 1 de noviembre. Más adelante, a mediados del siglo IX, Gregorio IV extendió la celebración a toda la Iglesia.
En esta fecha, se venera a todos los santos que no tienen fecha, y de precepto para los católicos, es decir deberán participar de la Santa Misa. En muchas regiones de nuestro país, esta celebración religiosa es la antesala al Día de los Fieles Difuntos, popularmente conocido como Día de los Muertos, que se conmemora este 2 de de noviembre.
Se cree que los santos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino hacer las cosas correctamente, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
En este día de Todos los Santos, miles de fieles de diferentes lugares del país acostumbran a ofrecer homilías a los santos de su devoción. “El santo no es un ángel, es hombre en carne y hueso que sabe levantarse y volver a caminar. El santo no se olvida del llanto de su hermano, ni piensa que es más bueno subiéndose a un altar. Santo es el que vive su fe con alegría y lucha cada día pues vive para amar”. (Canción de Cesáreo Gabaraín).