Isaías Márquez
Insólito y grotesco en una nación que desde 1914, año de inicio de la explotación petrolera, haya disfrutado de un patrimonio económico de tanta envegadura, producto de dicha explotación, que por tan mal aprovechada ostente, hoy por hoy, una deuda externa montante a unos USD 90 billones para 2023, originada desde 2007 por reparto al boleo de la renta petrolera solo por obtener un apoyo enflautado al régimen chavista, más la compra de armamentos, en perjuicio de la sustentabilidad de la población venezolana, efectos de los que disfrutamos, hoy día, por la inexistencia de seguridad social: hospitales, escuelas, salarios dignos y suficientes para enfrentar la carestía, además de cualquier eventualidad para atender a contingencias por fenómenos extremos; deuda que adquiere una magnitud extraordinaria por las demandas contra Citgo, así como por el impago de bonos emitidos por el endeudamiento de Pdvsa más otro de deuda por dos millardos de USD, vencido desde mayo pasado con cupón de un nueve por ciento, y una deuda impaga desde 2017, equivalente a un 44 por ciento de la misma, en unas 25 emisiones.
Deuda que ha venido en aumento gradual entre 2000-2020; subió en poco más de un 286 por ciento de los USD 49 millardos en 2000, cuando eran equivalentes a un 19 por ciento del PIB. Hoy, es equivalente a un 327 por ciento de dicho indicador, con unos USD 80 millardos en impago. ¡Barbaridad!
La deuda se discrimina así: República, unos USD 51 millardos y Pdvsa, unos USD 39 millardos; deuda que arranca durante 2017 en unos USD 60 millardos, lo que nos indica, un aumento de casi un 50 por ciento en poco menos de un sexenio. Lo más crítico estriba en que la deuda impaga se acrecienta en unos USD 5,2 millardos/mes, sin contar intereses por mora (unos USD 437 millones/mes). No obstante, la deuda crecería a unos USD 532 millones al incluirse los intereses por mora sopena de que aumente exponencialmente, mientras no paguemos, por acumulación de los intereses.