De los meses del año Febrero es particularmente importante. Más allá de algunas fechas que nos tocan en lo personal, el Día de la Juventud e inmediatamente el Día de los Enamorados son suficientes para explicar nuestros sentimientos al respecto.
En la situación actual el presente y futuro de nuestra juventud es la preocupación fundamental que nos preocupa. El país desmoronado y el sistema educacional con insólitas fallas que ensombrecen la formación que se necesita para que ese insustituible material humano esté en condiciones adecuadas merecen la atención de lo que va quedando de dirigencia responsable. No podemos limitarnos. Mucho menos conformarnos siendo testigos pasivos de cuanto sucede.
Recientemente, en una reunión de amigos, un grupo reflexionaba sobre la hora actual. Es impresionante la no existencia de criterios u opiniones definitivas sobre las políticas del régimen. Ni siquiera de sus prioridades. En lo que todos coincidían es que el único propósito del régimen es retener el poder por tiempo ilimitado. A cualquier costo. Creo llegada la hora de ponerle punto final a lo que se desarrolla en nuestras narices.
Si queremos un futuro mejor, tenemos que trabajar de inmediato en la dirección señalada. El ejemplo de Cuba y más recientemente el de Nicaragua, serían más que suficientes para justificar lo que estamos afirmando. El cambio radical que Venezuela necesita no será por obra y gracia del Espíritu Santo. Dios está muy ocupado. Debemos ayudarlo para que el país se levante en su nombre. La responsabilidad es nuestra.
También en Febrero tenemos el Día de los Enamorados. Más que una simple fecha retórica debemos entenderla como un canto al Amor en todas sus manifestaciones. Esto es indispensable a todos los efectos. En especial en lo relativo a la familia, valor fundamental e indispensable para darle sentido y contenido a la vida.
Sentimos que una onda de miedo se apodera de mucha gente generando una creciente incertidumbre que puede liquidar la paz. En la Venezuela de hoy no existe la serenidad necesaria para que la vida transcurra normalmente. Ni siquiera en el interior del régimen hay unidad. Muchos han entendido que no tratan de construir un “socialismo” a la antigua, sino de controlar todo el poder hoy al servicio de causas distintas a los propósitos originales. La negligencia, la corrupción y las ambiciones de poder económico han generado profundas diferencias en lo que antes eran y ya no son. La paciencia se agota en la mayoría de los compatriotas.
Estamos bajo un régimen ajeno a sus obligaciones constitucionales, pero nosotros, los verdaderos demócratas, tenemos asignaturas pendientes relativas a la práctica política, el funcionamiento de los partidos y los fines de una verdadera democracia.
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