Desde el conuco | LOS FESTINES DEL CAFÉ | Por: Toribio Azuaje

 

Les voy a contar un cuento / ahora que el agua y el viento / traen a la memoria mía / cosas que «naiden» sabía / y que yo diré al momento.

«Leyenda del horcón»

 

En un país distante, de esos que producen excelentes cafés, un territorio donde los cafetos cubren sus montañas y resguardan la vida de la naturaleza.  Eso me cuenta mi compadre, En aquel país lejano y a la vez muy cercano, donde los sueños campesinos caminan por los bosques lanzando a navegar sus esperanzas en riachuelos cristalinos que acompasados se deslizan en su lecho perseguido por el trinar de pájaros libres, alegres, retosones. En este país que se asemeja al nuestro, son convocadas exquisitas, bellas y organizadas reuniones, y con frecuencia se juntan los mas aquilatados personajes del mundo empresarial de los cafés. Un aroma envolvente arropa esos acogedores espacios donde convergen en los más sublimes escenarios, allí las tertulias abundan acerca de nuevas estrategias para potenciar el mundo empresarial que se amalgama entorno a la dinámica que se mueve tras la taza y la industria.

Recién, en calientico, el ministro de ese país que cuenta mi compadre, organizó un evento en el que presenta la posibilidad de convocar un encuentro internacional para ofertar el grano que él no produce y por tanto no lo tiene.

Mire mi compa y júrelo que no le estoy mintiendo, en ese encuentro había olor a café, había café por donde la vista se atreviera pasearse,  café verde, café tostado, molido, café colado, café gourmet de excelsos escenarios, bellas y estilizadas maquinitas que convierten el polvo del grano de oro en bebida de dioses y de reinas.  Allí estuvo presente y el protagonista indudablemente fue el café, pero los olvidados de la tierra, los que siembran sus sueños en los montes, los que se sudan la camisa y arriesgan toda su existencia en el campo, esos que dedican su vida a cultivar el grano que produce placeres y riquezas, nunca serán invitados a estos festines donde se fraguan los negocios, ¿para qué? la sapiencia empresarial cubre cualquier ausencia. Es la historia de un mundo dominado por el capital, por el neoliberalismo repotenciado al máximo que no da espacio a más nada que no sean sus intereses y sus enormes negocios. Ustedes tranquilos, sigan sembrando y produciendo, que nosotros hacemos los negocios, ustedes no saben de estas lides.

El mundo del grano de oro genera grandes y jugosos negocios que mueven fortunas a lo largo de este hermoso planeta que se despierta con su aroma. Mientras tanto, quienes lo producen, quienes lo sufren y lo aman, quienes lo cultivan con sus manos callosas y su sudor de olor a tierra, siguen anclados en la esclavitud de ver cómo la riqueza que producen enriquecen a otros, menos a quienes se entregan en alma y vida a ese mágico mundo de cultivar el árbol de cafeto. Tan solo me pregunto, ¿cuánto de aquellos millones de divisas anunciadas que arrojará la exportación, irá a parar a los patios de asolear el café en estas montañas y cuántos a las alforjas de los que siempre medran del sudor campesino?

Así, entre discursos rimbombantes de burgueses y sus aliados gobernantes, construyen las redes para atrapar toda la vida del campesino que vive y sueña bajo la sombra del árbol de cafeto.

 

 

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