Es sencillo hacer que las cosas sean complicadas, pero es difícil hacer que sean sencillas
(Friedrich Nietzsche).
Esta semana me di un tour bancario, recorrí las oficinas de la banca pública y privada en busca de apoyo que me permita desarrollar un proyecto de vivero de plantas de café y cacao para semilla, a fin de aportar a mejorar mi plantación y al crecimiento de la actividad cafetalera en el municipio. La realidad con la que me topé es un verdadero drama, el financiamiento agrícola desapareció, no existe por ningún lado, como dicen en mi pueblo, «se lo llevaron los pájaros negros». En ese tour me conseguí incluso con un gerente de un banco público, quien me enfatizó que «emprendedor» solo se refiere a los jóvenes, es decir, los viejos no somos ni emprendedores ni productivos. No hay manera de tener acceso a algún tipo de financiamiento agrícola, ni en la banca pública ni en la privada. Cabe la pregunta ¿Cómo un país puede desarrollar su agricultura, cuál es la política de atención al campesino y agricultor, cómo puede crecer la producción del campo sin políticas de apoyo al campesino y agricultor?
Los agricultores y campesinos nos vemos sumidos en la eterna tragedia de lidiar con las malas políticas agrícolas que desde el estado venezolano se implementan, pareciera que solo piensan en consolidar a los grandes consorcios, monopolios agrícolas y agroindustriales, olvidando que los estratos sociales más pequeños que hacen vida productiva en el campo, son quienes suministran la mayor cantidad de productos para los anaqueles del mercado nacional.
Los cultivadores de hortalizas de Los Andes, los Cabreros de Zulia, Lara y Falcón, los caficultores, los cacaoteros, los emprendedores agrícolas, así como los criadores de animales menores, y ni hablar de los conuqueros. En fin, todos los que hacemos vida productiva en el campo, nos topamos a diario con esa realidad que opaca el panorama agrícola venezolano.
En el campo, la vialidad y los servicios son fatales, ni por casualidad se les ocurre explorar posibilidades de mejorar el servicio de transporte para la movilidad rural del campesino y de nuestras cosechas. Anuncian fabricar o ensamblar vehículos improductivos, que solo van a incrementar los niveles de consumo del estado capitalista al que cada día fortalecemos más.
Hay escasos y tímidos programas a los que se les «ningunea» los recursos, como por ejemplo, la alianza científico campesina del Ministerio de Ciencia y Tecnología, una bonita propuesta, pero carente del empuje necesario para irrumpir con fuerza en el escenario agrícola, y así potenciar esta actividad en las poblaciones campesinas.
Siempre será lo mismo, una ciudad opulenta, contaminante y avasalladora, frente a un mundo rural deprimido y desorganizado.
Cuántos de nuestros muchachos campesinos se han enrolado en esa diáspora infernal que ha incrementado los índices migratorios a niveles alarmantes. Si por un momento se pensara en invertir de manera planificada, ordenada y supervisada en el mundo campesino, seguro estamos que mejorarían las condiciones del país. Chávez invirtió en el campo más que nadie en la historia venezolana, pero falló la supervisión, la contraloría, y todo se fue a saco roto. Soñamos que los mejores caminos, los mejores servicios, los mejores centros de formación y asistencial, estén en los campos, que son los que proveen de los alimentos necesarios para la población.
Es urgente implementar un diseño de apoyo al campesino, que resucite el financiamiento para la actividad agrícola. Quizás seamos el único país en el mundo que no posee cartera agrícola, ni en la banca pública ni en la privada.
Hay que construir un plan que permita acercarle la tecnología al campesino, debemos crear una red de pequeñas agro-industrias para el procesamiento de nuestros productos, de esta forma darle valor agregado a lo que producimos, y así traer la prosperidad al mundo rural. No es el desarrollo depredador, contaminante y mortal, sino, un desarrollo sustentable y sostenible, en perfecta sintonía con la naturaleza.
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