Por: Toribio Azuaje
«A veces, continuar, simplemente continuar, es el logro sobrehumano».
Albert Camus
Cuando nos planteamos la discusión y emitimos algunos ensayos o propuestas para la organización del sector campesino, es justamente buscando respuestas a la realidad que nos encara cada día. La desorganización incrementa nuestra precarización como resultado de un modelo económico que fusila y muele a los sectores más débiles de la cadena productiva agrícola.
Mucho de lo que ocurre con nuestros campesinos, tiene su origen en la desorganización, que nos coloca como presa fácil en una sociedad caracterizada por las injusticias provocadas por una dinámica que destruye al campesino pobre y al productor primario en general. No es nada nuevo señalar la necesidad de la organización, este karma ha sido nuestro eterno compañero de vida, pareciera que nos han inoculado algún virus de la dispersión que potencia al individualismo por encima del interés colectivo, y así hemos sobrellevado una vida de precarización de nuestra vida campesina.
La organización, es en si misma, la posibilidad de abordar en colectivo las distintas tareas que la realidad productiva impone. Lo difícil es justamente el trabajo colectivo. El esquema paternalista de la politiquería que se alimenta de la estructura de un Estado burgués que no ha cambiado para nada en muchos años, crece monstruosamente cada día. Por desgracia tenemos un Estado burgués y un modelo de gobierno que no da pie con bola en la conformación de un poderoso sector agrícola que facilite el camino hacia una vida en dignidad para los campesinos. Se anuncia desde el verbo un modelo de justicia social inexistente.
A quien menos le interesa la organización de los campesinos es precisamente a este Estado burgués que se esconde tras un populismo abrazador e insolente. Un pueblo organizado es un pueblo más libre, por su parte, la libertad es un riesgo para quienes viven del trabajo y la plusvalía que la fuerza laboral genera.
Un Estado paternalista jamás permitirá que los sectores productivos primarios se organicen y caminen solos, siempre usarán sus mecanismos para la distracción. Un movimiento cafetalero, fuerte, organizado y combativo puede generar niveles de autonomía que ponen es riesgo los negocios que se construyen desde la burocracia del Estado. Igual ocurre en los distintos rubros agrícolas que accionan en el país agrícola nacional.
Para nosotros conviene experimentar desde lo local con niveles y modalidades organizativas que nos permita dar respuesta a los diversos problemas y urgencias campesinas. Ya existen algunos intentos y organizaciones en algunos municipios, estos deben ser observados y apoyados. Hay que evitar en lo posible el paso al fanatismo político que acaba con todo ensayo organizativo, justamente, esto es lo que los centros de poder quieren que ocurra.
La organización debe partir desde lo nuestro, desde lo que somos y tenemos. Es darle una forma creadora a la actividad de producir y de vivir en el campo. Cuando la familia une esfuerzos para sembrar y colocar su producción en el mercado, está haciendo uso de la organización. Cuando los vecinos unen fuerzas para desarrollar alguna tarea, están haciendo uso de la organización. De modo qué, la organización no es cosa extraña, solo que debemos darle forma y más que institucionalizarla, darle forma orgánica para hacer de ella una práctica cotidiana.
La organización no necesariamente está representada por la institucionalidad burocrática de instituciones creadas para favorecer a grupos, la organización es una necesidad y es parte de la vida misma por ser nosotros los humanos, seres gregarios que nos necesitamos mutuamente.
Retumba en los oídos la frase “Nos organizan para defender los intereses del que nos organiza” toribioazuaje@gmail.com