Desde el conuco | El milagro de la agricultura | Por: Toribio Azuaje

 

 

«Siempre que trato con hombres del campo pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuanto nosotros sabemos.” (Antonio Machado Y Ruiz)

Las soledades acompañan a las almas abandonadas a su suerte. En la medicatura del poblado yace postrado en una cama el hijo que sufrió un accidente grave que le afectó en una de sus piernas, las lesiones le impiden caminar y su madre debe escudriñar el mundo en búsqueda de algún dinerito que le permita cubrir los gastos para su tratamiento. Cómo si las cosas no estuvieran tan duras, viene este muchacho y se malogra de ese modo. El conuco apenas da para saciar el hambre.

Las medicaturas se reducen a un recinto para albergar enfermos, carecen de insumos, de equipos y de medicamentos, Solo les asiste la voluntad del personal que hacen milagros para prestar la ayuda necesaria. Mientras tanto la guerrera madre y conuquera, acostumbrada a lidiar con esas realidades que la vida sencilla y por demás sufrida le ha dado a lo largo de sus 45 años.

Del otro lado, a kilómetros de distancia en un pueblo lejano, su comadre le había comunicado ayer que no encontraba como hacer para sembrar en éste nuevo ciclo, la actual cosecha no le había arrojado ninguna rentabilidad ya que los paquetes financieros de las oligarquías que dominan el campo nos tienen al borde de la quiebra. Nos entregan insumos y semillas y en contraprestación debemos entregar nuestra cosecha a precios muy por debajo de los costos de producción actuales, en esa realidad nos movemos mientras otros anuncian en los medios resultados grandiosos en materia de producción agrícola.

Hace unos días las carreteras vieron desfilar unas caravanas de gandolas cargadas del grano importado y comprado a pago previo en otras latitudes, mientras nuestras cosechas no nos dan la rentabilidad que garantice la sobrevivencia productiva de tantos campesinos que ven disminuidos sus esfuerzos cosecha tras cosecha.

Más allá, hacia las montañas, las noticias surcan las redes y los teléfonos se recalientan para hacernos saber que los paperos y los sembradores de hortalizas están atravesando por una realidad muy similar, el contrabando de la papa los trae de las mechas, ya las cosechas ni siquiera alcanzan para cubrir los costos. La verdad verdadera es que ya no hallamos que hacer para poder sembrar y vivir dignamente. Los hombres y mujeres del café atraviesan una realidad decepcionante, mientras que los campesinos de la caña nos narran un cuento similar.

Esos sueños del campo en los que nos formamos, lo destrozan cada vez que asoman su palabra solo para engañarnos. Mientras tanto los criadores de gallinas, conejos y de peces, experimentan la mano que le ahorca al tener que soportar los más altos costos en alimentos y medicinas para sus animales.

La agricultura es un milagro, ese milagro agrícola es justamente ver cómo los campesinos logran sortear todas estas vicisitudes para poder salir y volver a sembrar en cada ciclo productivo.

Este año tengo que pagar la deuda que arrastro desde la pasada cosecha. Eso sí es un milagro.

 

 

 

 

 

 

 

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