Desde el conuco | Cultivamos café y cosechamos amor | Por: Toribio Azuaje

 

”Yo he medido mi vida en cucharaditas de café»

(Thomas S. Eliot)

No es solo sembrarlo y cosecharlo, es todo un arte, es todo un ritual el cultivo del café. En esta actividad se incorpora toda la familia, la mujer que desde la mañanita prepara el desayuno y entrega su cariño en la humeante infusión que se escurre en la coladora, esparciendo su aroma inconfundible por todos los rincones de la casa, fusionándose con todo nuestro entorno silvestre, esa misma mujer que recorre cafetales en busca de aguacates, limones y naranjas para el sustento diario. La actividad cafetalera convoca a los muchachos que al llegar de la escuela se incorporan a la actividad familiar de la siembra, el cuidado y la cosecha del café. Los peones y vecinos que trabajan y comentan sus vivencias que a diario protagonizan en estás montañas sembradas de esperanzas.

Fíjense ustedes que, el café es un cultivo tan integrador, que las mujeres pueden recorrer toda la hacienda o cultivar y esto se constituye incluso en una actividad recreativa, es un placer caminar debajo de los árboles y  eso no ocurre con otros cultivos como caña, maíz o el arroz por poner un ejemplo. Sin desmeritar otros cultivos, el café es sinónimo de familia, de hogar, de niño retozón y alegre, de manos cariñosas de mujer, de abuelo que nos cuenta sus recuerdos de cuando era muchacho, de hombre sudoroso y alegre, de canción esparcida en el viento, de amores escondidos entre olores de montaña, trinar de pájaros y aleteo de mariposas multicolores.

Un cafetal guarda en sus entrañas todos nuestros sueños y secretos, convirtiéndose en cómplice de vida, de proyectos, de sueños que construimos al lado de nuestros tripones que aguardan en el patio. Cada arbolito de café lleva consigo nuestro cariño expresado en labores de atención que a diario realizamos.

Café, es semilla de vida que refleja toda una cultura y forma de vivir. Son caminos que recrean el transitar de generaciones constructoras de pueblos. Son luchas permanentes por dignificar una labor que simboliza el trabajo creador y productivo. El café une pueblos y construye puentes de solidaridad. Con cada sorbo de café, recibes un beso de estas montañas cargadas de sueños y de historias que han construido patria.

De saber que muchos de los migrantes de esta diáspora actual, son hijos de nuestro café, son jóvenes  campesinos  y caficultores que se arriesgan a buscar mejor vida en otras latitudes. El norte opulento, si quisiera detener este éxodo, deberían invertir en el campo y apoyar a nuestros campesinos del café.

El café es sacrificio y bondad, es solidaridad de familia y de vecino. Pero también es explotación e indiferencia, es negocio vulgar de gobernantes y empresarios malsanos, que sin escrúpulos se adueñan del trabajo campesino.

 

 

 

 

 

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