Desde cerro Felipe/ El velorio (Parte I)

La sala velatoria del Santo Sufragio se encontraba llena de dolientes y en el centro reposaba un ataúd con el cuerpo de la infortunada Demogracia Libertad, una señora de 59 años, casada con Vivas Venezuela y con varios hijos, varones y hembras, entre ellas Constitución, la más joven de todas y quien siempre defendió a su señora madre de aquellos sujetos indeseables que desde hace mucho tiempo la venían mortificando. La señora Demogracia venía sufriendo de una enfermedad llamada indiferencia hasta que cayó en coma y fue a parar al centro asistencial llamado La Esperanza, donde el médico Juan Pueblo trataba de reanimarla; en cada consulta se agravaba más, hasta que aquel día, 15 de octubre los especialistas ordenaron quitarle el respirador artificial y suspenderle todos los medicamentos.

Allí en medio de la velación, sus familiares y amigos la rodeaban, algunos comentaban anécdotas de su vida cuando la visitaban cada 5 años, otros de sus vivencias en su cotidianidad con ella y unos más descarados, contaban como habían hecho grandes negocios a su espalda aprovechándose de su ingenuidad. Sus hijos se arrepentían de los grandes daños que le ocasionaron a su señora madre ya que jamás llegaron a cuidarla, lo contrario, la descuidaban por andar haciendo componendas; el obituario nunca se pudo publicar, ya que quien fue su gran aliado en la vida de la señora Demogracia, el papel, estaba pasando por otra enfermedad llamada el silencio de las letras y también se encontraba a punto de fallecer. El llanto de la beata Soberanía se hacía sentir en aquel salón fúnebre, hasta que irrumpe el rezandero con una letanía y con camándula en mano, comienza el ritual de la salvación para aquel cuerpo presente.

En las afueras de la sala velatoria, el Santo Sufragio, los invitados murmuraban y se arrepentían de haberse ido de su casa en los momentos que más los necesitaba. Uno de ellos, en voz baja, le expresaba al otro: -A mí me decían lo grave que estaba, pero yo no le paraba a eso- El otro le respondía: -Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde-. Y con una exclamación en el rostro se preguntaban ¿Cuál será el destino de esta familia?

Un grupo de catecúmenos elevaban una plegaria al cielo por el desamparo y la tristeza del momento, así como, por el destino incierto que se avecinaba. Las lágrimas corrían por aquellas mejillas, también tratando de escapar por los tenebrosos tiempos que ya se visualizaban y solamente el cuerpo inerte de aquella persona, era el único que no sentía ni padecía los sentimientos que allí se afloraban. Un sorbo de café y una humeante estela de un delgadillo humo de cigarrillo, se perdía entre el firmamento y los pensamientos fugaces de cada uno de los asistentes, cuando, cada quien recordaba la existencia de la señora Demogracia. Dos señores de avanzada edad, recordaban el día del nacimiento de la difunta aquel 23 de enero de 1958. El anciano expresaba a viva voz: -Cuando ella tenía dos años quisieron matarla, pero se salvó de milagro y el 4 de febrero le dieron un golpe mortal, y desde esa fecha para acá, nunca pudo recuperar su salud maltrecha-.

El tercer repique de un campanario avisaba que ya la estaban esperando en la capilla para ofrendarle la santa misa, y de esta manera, darle cristiana sepultura. Su salida fue lenta y apenas se escuchaba en el fondo del púlpito las palabras del párroco que exclamaba ¡Resurrección entre los muertos y una segunda venida!

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