Desde cerro Felipe | Primavera silenciosa | Por: Héctor Díaz

 

Venezuela vive uno de los momentos más estelares en su evolución política, existe un despertar instantáneo por parte de la población, ya el fanatismo, la adoración del líder galáxico, la creencias a ciegas en una dirigencia que traicionó los postulados de los pobres y la redención popular; el discurso populista lo cambiaron por la dulce vida que da la corrupción administrativa y las mieles del poder.

Como país hemos transitado la violencia, la violación de los derechos humanos, los calificativos más déspotas como apátridas, escuálidos, traidores a la patria, hemos vivido un apartheid político por no pensar igual a quienes nos gobiernan; han confiscado la educación para penetrar una ideología trasnochada y hacerle a nuestros jóvenes un lavado de cerebro; a las emisoras les han suspendido las concesiones por el simple hecho de no acatar la línea ideológica de la propaganda del régimen; los medios impresos han tenido que cerrar sus puertas ya que el gobierno les niega la adquisición del papel ya que los periodistas con formación de lo que es la libertad de expresión se convirtieron en enemigos del gobierno por decir la verdad de lo que acontece en un pueblo y sus habitantes, y muchos de ellos, perseguidos, encarcelados con expedientes amañados para silenciarlos; trabajadores y dirigentes sindicales que han exigido el cumplimiento de la contratación colectiva, aumentos de salario han ido a parar a la cárcel y líderes comunales que por el simple hecho de buscar el mejoramiento de los servicios públicos en las comunidades son detenidos de una forma arbitraria para amedrentarlos en sus reclamos, estudiantes que han regado con su sangre libertaria las calles exigiendo libertad para sus compañeros de estudios, solidaridad con sus profesores y maestros, la dotación a sus institutos y pare usted de contar, los miles y miles de atropellos por parte de un gobierno, que se hace llamar “socialista y revolucionario”.

El régimen se quitó la careta para vestirse de verde oliva otorgándoles a los militares organismos, empresas y explotación mineral para su provecho personal; hoy tenemos una cúpula militar acusada por los organismos internacionales como narcotraficantes, mafiosos que utilizan al Estado para hacer sus fechorías y frente a la mirada complaciente de una Contraloría General de la República y de una Fiscalía General, no hay justicia en el país, para los corruptos uniformados.

Nuestros país ha vivido momentos aciagos y bajo las desesperanzas, al observar una oposición que le hace la comparsa al gobierno, unos cuadros políticos que negocian bajo la mesa para recoger del piso las burusas que dejan caer entre gallos y media noche; se entregan a los brazos de quienes han pisoteado la dignidad de un pueblo y hasta da la impresión, que aquellos cojonudos que nos dieron el mejor ejemplo para rescatar la libertad y la democracia, hoy hayan desaparecido. De la cultura de los valientes libertadores, de la generación del 28, del 45 y de los años 60 apenas nos queda la leyenda.

Desde lo más profundo del corazón del pueblo está surgiendo una primavera silenciosa, un rocío de esperanzas, un anhelo de libertad y en las calles se respira el olor de un nuevo amanecer.

La consulta popular del 22 de octubre abrió una compuerta para un nuevo sueño, lleno de alegría, y es a partir de ese momento, que la primavera silenciosa recorre palmo a palmo cada rincón de la geografía venezolana, tras la búsqueda de los aliados de la esperanza, de los soñadores, de los que han derramado lágrimas, de los que hemos sentido la bota puesta en la nuca y de los que hemos estado en un estrado de un tribunal escuchando la lectura de un expediente amañado y en cuya sentencia lo que se escucha es: No volverás a opinar, ni a escribir, ni salir del país. Son los jueces de la inquisición de la libertad. Pero como decía el poeta Pablo Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero jamás podrán detener la primavera”.

 

 

 

 

 

 

 

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