Isaías Márquez
Cuan pieza folclórica tradicional de una cultura involucionada y vulnerable, se reiteran desde otrora hasta el presente, los derrames de hidrocarburos en nuestras aguas marinas del golfo de Venezuela y sus articulaciones, el lago de Maracaibo, golfete de Coro y otros, al oeste de la península de Paraguaná, por una parte; por otra, las costas de Falcón, golfo Triste y las de Carabobo a causa de los derrames de la refinería El Palito en Morón, en virtud del escaso o de mantenimiento postergado de los oleoductos con fugas habituales. Insistimos en que se trata de una problemática de vieja data, que estuvo controlada rigurosamente, por la exPdvsa, cuyos planes de contingencia siempre estaban en revisión permanente y bajo vigilancia aérea por las áreas críticas, proclives a derrames.
Lamentablemente, tales planes se abandonaron porque los fondos destinados ese programa se desviaron hacia otros fines ya conocidos sobremanera, razones por las cuales todas las áreas del golfo de Venezuela permanecen contaminadas y tapizadas de desechos en su fondo; aparte del canal de la barra sin dragado, aun cuando es paso obligatorio de tanqueros cargados de crudo, con riesgo inminente de encallar.