Solo hay un paso…Lo oímos, tradicionalmente, y la expresión sirve de título. Sin embargo, del amor al odio, también hay un paso. Hablo y escribo sobre esto, por cuanto, es lo que siento entre los usuarios de las redes sociales aquí entre nosotros: odio. Confío en Dios, en que seamos capaces de darnos cuenta de lo que significa vivir con este sentimiento en el corazón y el alma. No me hablen: ¿es difícil, perdonar? ¿Y, hay algo fácil en la vida? Casi nada. Insisto, habrá de revisarse, tomar consciencia. Reconocer que fue una prédica constante la que desató los peores demonios en los venezolanos. Superar esos espantosos resentimientos, rencores, rabias y odio sembrados a partir de un cierto momento es el reto de todos. ¡Basta! No más odio, rencores, ni venganzas.
Los creyentes dejemos a la Justicia Divina actuar. Los agnósticos ayudar a la terrena y, a la vida misma para que se haga cargo de las situaciones. No juguemos a ser jueces de los demás. Por fuerte que haya sido el castigo al que hemos sido sometidos en estos 20 años. (Están por finalizar). Debemos darnos cuenta de las enseñanzas que han proporcionado los años de aprendizaje forzoso.
Así como es fácil, pasar del odio al amor y del amor al odio, así debemos recordar que lo contrario del amor, no es el odio, es la indiferencia. Ubicarnos espiritualmente resulta indispensable para no andar como borrachos.
El máximo y gran aprendizaje, viene en dos aspectos. El primero refiere a seguir ideas establecidas por, una especie de mesías. Jesucristo vino y nos dio su mensaje. A Él y solo a Él debemos y podemos seguir con entrega. Lo que nos pide, no solo no hace daño, sino que implica mejorar nuestra conducta: amor, compasión, verdad, solidaridad, perdón, entre lo más corriente.
Más nunca, a más nadie que venga lleno de promesas, deberemos seguir. Escuchar y analizar está bien. Seguir, es otra cosa. Dice la gran escritora y filósofa que fue Hannah Arendt cuando habla de la “banalidad del mal”. Hay gente que se vuelve banal a la hora de analizar y actuar en la maldad de las historias que conocemos. Pareciera que han perdido la noción de la diferencia entre el bien y el mal. Marcar, conocer, desarrollar, estas diferencias, resulta fundamental en el desarrollo, crecimiento y la civilización para el humano.