Dado que el Gobierno insiste en que sus políticas se inspiran en el pensamiento de Bolívar, me atrevo a recordar lo que pensaba El Libertador sobre la educación y cómo nos animaría a esforzarnos y unirnos por salvarla y fortalecerla.
Bolívar, que consideraba la ignorancia fuente de esclavitud, tenía una gran fe en el poder de la educación, que abre el camino a la transformación del hombre, al progreso, a la convivencia. Consideraba urgente, en consecuencia, emprender con coraje el fortalecimiento de la educación para formar hombres capacitados, hábiles, virtuosos; y convertir en ciudadanos libres a los súbditos sumisos. De ahí que, como dirá en su Discurso de Angostura, “la educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República; moral y luces son nuestras primeras necesidades”, y sugiere la organización del Poder Moral de la República para que cuide de la primera educación del pueblo, para así “renovar en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso”.
Para Bolívar, no hay felicidad ni destino seguro sin educación. Por ello, hablando como estadista, expresa con firmeza: “Las naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con que camina su educación”. Por ello, se convirtió en un promotor incansable de la educación. Por donde quiera que iba, sembraba escuelas y fundaba universidades y colegios, los dotaba de recursos y hasta llegó a entregar parte de sus propios bienes para fomentar la educación. A su hermana María Antonia, para reafirmarla en la necesidad de darle una buena educación a su hijo Fernando, su sobrino, le escribe: “Un hombre sin estudios es un ser incompleto. La instrucción es la felicidad de la vida, y el ignorante, que siempre está próximo a revolcarse en el lodo de la propia corrupción, se precipita luego, infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre.
En nuestra sociedad del conocimiento, es todavía más evidente la importancia de la educación. No sólo coincidimos con Bolívar en que los países avanzan al ritmo de sus sistemas educativos, sino que comprendemos que la riqueza de un país no consiste en sus materias primas, sino en la materia gris y en la materia emocional y ética de sus habitantes. Por ello, la educación debe orientarse a desarrollar la inteligencia y el corazón de las personas, De ahí la urgente necesidad de unir esfuerzos para superar la pobreza de nuestra actual educación y garantizar a todos, en especial a los más carentes, educación de calidad. que forme genuinas personas, y ciudadanos productivos y solidarios. Educación que despierte el gusto por aprender, por superarse, que fomente la curiosidad, la crítica, la creatividad y el amor.
Quiero concluir con una referencia del pensamiento de Bolívar sobre los maestros. Nadie mejor que él para hablarle al magisterio, dado que experimentó en la práctica la noble misión del genuino educador: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”, le escribió a su maestro Simón Rodríguez, lo que evidencia que comprendió perfectamente lo que significa realmente educar.
La pluma de Bolívar prodigó numerosos elogios a los educadores, cuya labor él consideraba como la más noble de todas: “formar el espíritu y el corazón de la juventud”. En consecuencia, Bolívar pensaba que había que tratarlos de acuerdo a la transcendencia de su misión.
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