De Trujillo es tan alta la gloria… / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

Una de nuestras estrellas de la bandera venezolana representa a Trujillo, la provincia de la teocracia, de ello lo explica muy bien Alí Medina Machado en su libro “Lienzos Trujillanos”.

Esta entidad asumió el compromiso de la Junta Suprema del 9 de Octubre de 1810, siguiendo el ejemplo de Caracas, más adelante crear su propia Constitución y declarar la independencia. Al caer la Primera República pagó caro este sentimiento de libertad.

Fue controlada fuertemente por parte de los realistas, tanto así en el recorrido de la Campaña Admirable. En la geografía trujillana se dieron varios enfrentamientos entre los ejércitos, como escaramuzas y batallas; la del Colorado, Ponemesa, Agua Santa, El Cequión, Agua de Obispo y Niquitao. En este itinerario se produce el Decreto de Guerra a Muerte, consagrado como Decreto por el propio Bolívar, ya que él venía con el apoyo del Estado de Nueva Granada, que también estaba en rebeldía, por su presidente Camilo Torres, quien obtuvo el permiso para iniciar la campaña liberando primero la del Magdalena y luego la Admirable.

Escribe y pronuncia dos escritos el primero el 27 de noviembre titulados “La identidad de la causa venezolana”, luego el «Manifiesto de Cartagena”. El 15 de diciembre de 1812 lo pronuncia al congreso neo-granadino, buscando el apoyo, fue ascendido al grado de General de Brigada.

Este Decreto es la respuesta republicana aun caída, pero con ansias de recuperarse frente a la “Ley de la conquista” española conducida por Domingo Monteverde, una guerra abierta y declarada contra todos. No fue que lo planearon los patriotas porque así lo quisieron, fue una necesidad histórica. Esta institución jurídica, con respecto a ello Edgar Estévez González dice lo siguiente: “Fue necesario el Decreto de Guerra a Muerte para impulsar una reacción favorable hacia la creación de una Patria y con ello, la formación de una conciencia nacionalista que engendrara la defensa del territorio, sacado de las mismas entrañas del pueblo el primer Ejército de Venezuela”. (2007: 4)

Otra característica para afirmar que fue un decreto, es el tiempo de duración: siete años (1813 – 1820). En esta oportunidad, en los actos previos de este hecho, tuvo la participación de un representante de la iglesia trujillana, el Padre Francisco Antonio Rosario en su casa de Carmania, en unión con el reciente proclamado Libertador.

A este tiempo y en toda de la guerra de independencia existieron dos sistemas políticos, uno monárquico y otro republicano, con su distribución de poderes. El republicano partió del principio clásico de los poderes basados en la ilustración y el espíritu de las leyes de Montesquieu. Es decir, Presidencia ejecutivo, Congreso y Corte Suprema de Justicia la jerarquía de la iglesia no fue trastocada, el máximo representante, el arzobispo. Días difíciles para Narciso Coll y Prat, que se encargó de la Iglesia de Venezuela desde 1807 a 1822.

El propio Alí Medina Machado en el texto ya citado dice: “es la ciudad de la Guerra a Muerte. Pero también del Armisticio de la Regularización de la Guerra, es decir de la paz, en su suelo se dieron dos abrazos históricos. El de Bolívar y Morillo en Santa Ana y el de Bolívar con el Obispo Lasso de la Vega en la Santa Iglesia Matriz”. (2010: 18)

El segundo encuentro participa con un Estado en guerra ya reconocido por España, producto de los tratados de Trujillo celebrados a escasos cuatro meses antes. La iglesia establecida en esta jurisdicción, en estas condiciones tiene tres sedes de gran importancia que son: Caracas, Guayana y Mérida – Maracaibo, en esta última estaba radicado el Obispo Dr. Hilario Rafael Lasso de La Vega desde 1815, una persona de gran formación familiar, académica y eclesiástica, filósofo y teólogo de formación científica. Era el responsable de servir de pastor a un espacio territorial amplio, Mérida, Maracaibo, Trujillo, Coro, Barinas, Apure, La Grita, San Cristóbal, Cúcuta y Pamplona.

Un prelado de pensamiento conservador de la memoria colonial hilado al poder monárquico de Fernando VII y guía directo del Papa Pío VII. Él es el creador de las parroquias eclesiásticas de La Cañada, Cabimas y Valera. Viene a encontrarse con la figura política más importante de la Gran Colombia, con una influencia preponderante en parte del continente, es Bolívar «el Libertador».

Trae consigo grandes triunfos, es tiempo de su gloria, no solo es un gran guerrero sino un pensador, sus pronunciamientos sobresalen: la Carta de Jamaica, el Congreso de Angostura, sin olvidar Cartagena, Carúpano, los pronunciamientos de Trujillo, la Guerra a Muerte, el Armisticio, la Regularización, la Proclama a los corianos pronunciada desde Escuque, de nuevo se encontraba en Trujillo, en la iglesia matriz Nuestra Señora de La Paz, es aquí en donde se inicia el otro diálogo con el actor más importante del mundo en cuanto al poder moral, el Vaticano.

La Iglesia Católica es una gran conocedora de la diplomacia aunque esta categoría para la época no tenía mucha fuerza. Pero sí cumplía con el rol de mediadora, justamente aquí con la venia de la Virgen de la Paz se inicia la dialéctica entre Roma y la Gran Colombia para el reconocimiento de la soberanía, autodeterminación, la independencia política y la libertad de lo que había sido una colonia por más de tres siglos, a una república. La jerarquía eclesiástica estaba clara que hacía muchos años que algunos de sus pastores estaban de acuerdo con estas ideas, pues ellos eran parte de esta libertad.

No hay nada tan libertario como los evangelios, grandioso para esta casa de Dios, la casa matriz, tener este privilegio que queda marcado para siempre, que justamente en esta época se celebran los 200 años de este acontecimiento; «la verdad siempre libera», decía Sócrates.

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