El municipio Ayacucho es privilegiado por contar con “trochas” que permiten pasar a Colombia y eso “ayuda” a muchos profesionales a tomar un respiro y poder ganar un dinero extra al comprar y revender productos colombianos en Colón y poblaciones cercanas
Muchos profesionales que trabajan en el municipio Ayacucho utilizan sus días libres para poder viajar hacia Colombia de manera legal o por las “trochas” para llevar y traer artículos que sean rentables económicamente y así tener un “respiro” tras la grave hiperinflación que atraviesa Venezuela.
Trabajadores de organismos públicos, profesionales de la salud, comerciantes y hasta educadores diariamente se inician en esta nueva faceta que para muchos es ilegal pero para otros es el sustento que permite dar de comer a las familias de Ayacucho.
“Con el sueldo que gano como educadora no me da ni para comprar cuatro cartones de huevos, obligada tengo que rebuscarme viajando a Cúcuta para traer comida y vender o llevar gasolina por Guarumito; nuestro status económico está por debajo de las piedras y no me perdono llegar a la casa y que mi hijo me diga que le arde el estómago”, comentó una profesora de educación básica.
Un profesor divide sus horas y los días entre dar clases y viajar hacia Colombia para que algún familiar revenda productos colombianos a la puerta de sus casas. Cada día aumenta el número de comerciantes informales que no son supervisados por el ayuntamiento, porque es la única salida para poder obtener algún dinero extra tras el precario sueldo que es depositado en sus cuentas nóminas.
Profesores “revendedores”
Luis Pérez – nombre ficticio para cubrir su verdadera identidad – profesor de educación física, prefiere mantenerse bajo este seudónimo para evitar algún tipo de amonestación o despido injustificado por las autoridades de educación. Desde hace 10 años el Ministerio de Educación le asignó a Pérez 28 horas de clases semanales, y los dos días libres en su horario de trabajo, los dedica exclusivamente para viajar a Colombia.
A las 5:00 de la mañana de su día libre el profesor Pérez se monta en el bus “Frontera” e inicia el viaje hacia el Norte de Santander que dura aproximadamente dos horas por el chequeo que realizan los efectivos militares en cada punto de control.
Un poco más tarde él llega a Cúcuta para iniciar la caminata en busca de ofertas en comida, siendo el aceite, el azúcar, arroz, harina leudante, jabón de baño, harina precocida y crema dental lo más buscado para poder vender y hacer algo de dinero en el municipio Ayacucho.
Hasta 40 mil bolívares pueden ganar por vender algún artículo en San Juan de Colón, pero entre las ganancias deben de sacar para el pasaje y algún extra para pagar los peajes que interponen los funcionarios militares y grupos delictivos que dominan la zona fronteriza.
“Gasto 80 mil bolívares en pasaje ida y vuelta hasta Ureña y luego agarro un transporte que me cobra mil pesos colombianos para el centro de Cúcuta y mil de vuelta, allá no gasto nada en comida porque si no me como lo poco que voy a tener en ganancia” explicó Pérez.
Aseguró que ha tenido suerte en no ser extorsionado por los funcionarios de seguridad tras pasar comida hacia Venezuela, sin embargo, a otros familiares con quien ha viajado, los funcionarios les solicitan “colaboración” que oscila entre 3 mil y 5 mil bolívares por persona.
El valor al cambio de moneda
Un aceite en Colombia es comprado en 3.340 pesos que daría al cambio 112 mil bolívares y los trabajadores informales lo revenden en 190 mil bolívares, obteniendo un margen de ganancia de 78 mil bolívares. La harina precocida cuesta 1.990 pesos colombianos siendo esto 66 mil bolívares y es ofertada en San Juan de Colón en 120 mil bolívares.
El azúcar 1.899 pesos colombianos, calculando el cambio en 0.030 da 63.300 bolívares y en el mercado municipal la venden en 80 mil. Los precios cada día varían y depende del valor del bolívar, cabe mencionar que nunca bajan, siempre va en aumento el valor de la comida colombiana.
Como Pérez, profesores, militares retirados, enfermeras y demás profesionales colocan una mesa en la entrada de su casa para vender artículos colombianos y poder solventar la crisis económica que golpea los bolsillos de los ayacuchenses, obligando a bajar de status para llevar el pan a sus hogares.