Por: Maira Duque
Los últimos sucesos de la relación Universidades – Gobierno Federal de EEUU genera -cuando menos- un “déja vu”, esa sensación de “ya lo he visto” que inquieta a la mente humana, generándole un leve estrés, por no saber cuándo, cómo, o en qué concluye esa imagen conocida. El caso es, que tal situación sobrepasa la condición mental de la aparición breve y fugaz de situaciones familiares, simplemente porque “ya lo he vivido”, esto es el recuerdo que evoca la memoria de un suceso que pasó y cuyos efectos están en pleno desarrollo.
Antes y ahora, el centro del conflicto está en la autonomía universitaria, pues, aunque los propósitos de cada parte invocan objetivos, aparentemente respetables, porque, una, alega defender la seguridad de la Nación y, la otra, la libertad para intercambiar ideas y opiniones desde una amplia gama de puntos de vista, la fuerza del poder impone condiciones y amenaza con restricciones presupuestarias o sanciones a las universidades que rechacen su mandato, todo lo cual, impacta sobre el valor del régimen de libertades consagrado en la Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU.
La cuestión es, según el Profesor Herencia (2025) de la Universidad de Ottawa, que está en curso “un ataque sistemático a la libertad académica, al pensamiento crítico, a la investigación independiente y a la autonomía universitaria en todas las américas, incluida Canadá”, como una especie de movimiento en contra de la misión de la Universidad. Indudablemente, lo que viven hoy las universidades norteamericanas genera reacción en el mundo académico, en el que, no pocos dejan de referirse a la desafortunada experiencia de las universidades venezolanas.
Lo que pasa allá, nos pasó acá y, probablemente, cuando pasó acá muchos de allá no pensaron posible que les pasaría, porque la percepción de que los problemas de otros son distantes o fuera de nuestro alcance -aunque nos guarda de algunos sufrimientos- no impide que los toque en algún momento. Nadie escapa de las luchas de poder que se manifiestan en cada sociedad, por tanto, es previsible que tales luchas se desborden y se lleven por delante a las instituciones, como las universidades. Entonces, Universidades del mundo, este déjꞻ vu recuerda la vulnerabilidad de las instituciones educativas frente a la interferencia política y los abusos del poder.
Hay demandas elementales para el ser humano, como las que defienden las libertades de desarrollo personal, de pensamiento, de expresión, de asociación, de manifestar pacíficamente, de defender el estado de Derecho, la democracia, y en general, las que protegen los DDHH, las cuales justamente, han de manifestarse en el recinto universitario sin temor a la censura o a la represalia. Claro que, dentro de los límites del equilibrio, la justicia y los valores democráticos que la misma Universidad defiende.
Ojalá podamos consolidar la fuerza de una mente colectiva universitaria mundial para atender esta coyuntura de defender la autonomía universitaria y, sumar esfuerzos para atender los riesgos que pueden presentarse en el futuro para la humanidad.
Maira Duque
Universidad de Los Andes – Venezuela
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