¿Cómo llegamos a este nivel de descomposición de la “Humanidad”?
¿Cómo llegó Estados Unidos de Norteamérica a elegir, hace cuatro años, a un presidente que es universalmente reconocido como un mentiroso profesional, líder indiscutido de la insólita Era de la Post-Verdad?.
“El Fin de la Historia y el Ultimo Hombre” es, a estas alturas, un chiste cruel.
¿Cómo llegó Brasil a tener un presidente orgullosamente machista, racista, abiertamente partidario de las torturas y dictaduras?
¿Qué pasó con Argentina, que era una de las primeras economías, con indicadores educacionales, sociales y culturales de los más altos del mundo a mediados del Siglo XX?
¿Con Venezuela, un país de una riqueza tal, gracias al petróleo, que podría haber aspirado a generar altos niveles de bienestar para toda su población?
¿Con Chile, el “oasis” que “entró en guerra”?
Los países “desarrollados” de Europa no lo han hecho nada mal en lo que a deterioro de los valores básicos de una sociedad sana se trata. El Primer Ministro Boris Johnson es comparado al Emperador Nerón por la prestigiada Revista The Economist, defensora clara de los sistemas económicos y políticos dominantes en Occidente. Ese mismo medio estimó que el 75% de lo que Trump dijo en su primera campaña presidencial eran flagrantes mentiras.
No olvidemos tampoco, por la inhumanidad mayor que representó, las atrocidades del nazismo en Alemania, un país que ha destacado por siglos por el desarrollo de la filosofía, las letras, las artes, la ciencia, la tecnología y la cultura en general.
¿Cómo llegamos a un nivel de deterioro tal que una gran interrogante en estos días es acerca de la dirección en que China intervendrá en las elecciones presidenciales en el ex-Imperio estadounidense? Parece claro en cual dirección lo hará Rusia.
¿Cómo llegamos a ese escandaloso doble estándar al comerciar y colaborar con una dictadura como la China? Simple, al país que mueve la economía mundial, que es lo único realmente importante para muchos, no es prudente exigir que sea una democracia.
¿Cómo llegamos a aceptar una concentración de las TICs en manos de un grupo pequeño de gigantes tecnológicas -algunas de propiedad y lideradas por reconocidos sociópatas- que nos están “hackeando” el cerebro, no sólo para hacernos comprar compulsivamente y votar en una determinada dirección, sino también para hacernos pensar y sentir de la manera que les acomoda, para acumular cada vez más poder, económico, político, social y cultural? Si cree que exagero, le invito a ver, si no lo ha visto, el documental “El Dilema Social”. Si la ha visto, le sugiero la vuelva a ver, idealmente varias veces, hasta que logre angustiarse y aquilatar cabalmente lo que ello implica, para Ud. sus hijos, nietos y quienes les seguirán.
Necesario es, por último, recordar, una y otra vez, que mueren actualmente 5 veces más seres humanos por hambre que por el Corona Virus. Con el agravante de que 2/3 de los primeros son menores de edad y quienes mueren fruto de la pandemia son mayoritariamente ancianos y enfermos crónicos.
¿Cómo llegamos a este nivel de descomposición de la “Humanidad”?
¿A esta encrucijada histórica?
Tal vez la pregunta adecuada es más bien ¿Que nos pasó que permitimos que las cosas evolucionaran de esta manera?
¿Qué hicimos mal?
¡Nosotros, no los otros!
Martín Luther King nos da algunas pistas, al decir:
“No me preocupa tanto la gente mala como el espantoso silencio de la gente buena”
“Raramente encontramos personas que se involucren en pensamientos sólidos y profundos acerca de temas difíciles. Hay casi una universal búsqueda de respuestas fáciles”
“El poder sin amor suele ser abusivo y destructivo y el amor sin poder es sentimental y anémico”
La resignación, el cinismo, la comodidad, la flojera, la cobardía, la negación, la evitación del conflicto y el dolor parecen buenas hipótesis para explicar que hayamos llegado a esta inhumana realidad planetaria. A esta encrucijada histórica: rehumanización o sociopatización total.
Cualquiera que sea la hipótesis que a Ud. mejor le acomoda, está hoy claro que si las mayorías silenciosas y cómplices, Ud. y yo incluidos, no tomamos conciencia y actuamos con coraje y firme determinación, no sólo no les legaremos a nuestros descendientes una humanidad humana y un planeta vivible, sino tal vez nosotros mismos no estaremos para contarles cuentos. Ellos tampoco, obvio. Y, ojalá que, si sobrevivimos y nos piden que les contemos que hicimos nosotros en estos aciagos tiempos, no les tengamos que mentir.
Seguiremos conversando…
Académico Universidad de Chile