De la novela a la telenovela (I)

 

Hubo bastantes reacciones, más de las esperadas, por el artículo sobre “La pobre TV”. Escribo la reflexión que me viene a la mente motivada por el lamento anterior.

Una novela bien escrita es una obra maestra. Hace al autor o la autora trascender al mundo de los inmortales: Víctor Hugo, “Los Miserables”, Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la Mancha” y más cercano a nosotros, Rómulo Gallegos, “Doña Bárbara”, Ciro Alegría, “El Mundo es ancho y ajeno”, Teresa de la Parra e Ifigenia, y del boom: Mario Vargas Llosa, “La casa verde”, Gabriel García Márquez, “Cien años de Soledad”, Isabel Allende, “La casa de los espíritus”, Julio Cortázar, “Rayuela”. Desde Brasil: Jorge Amado, “Tieta de Agreste” y “Doña Flor y sus dos maridos”.

No puedo seguir enumerando, se quedan fuera Uslar Pietri, Miguel Otero, Adriano González León y toda la nueva generación de escritores de América Latina y Venezuela.

Quiero referir el paso que se da de la novela a la telenovela. Puede notarse que cuando una novela pasa al cine; es reconocida. Para las películas hay aceptación, complacencia; los teóricos, los críticos, disfrutan. Es un éxito.
Los anuncios se dedican: ¿Cuántos actores, en realidad estrellas principales estarán contratados para el film? Las críticas refieren, la versión es adecuada, ¿vale, cambiar la historia?, ¿cuánto se respetó del libreto y quién lo hizo, entre otras cosas? ¿Quién dirigirá el film?

Mientras que el paso a la televisión es otra cosa. Las miradas de inquietud se asoman. Esto -es probable- se debe a la crítica despiadada que desde ciertos sectores se hizo a esa programación audiovisual. Decía Armando Mattelart: “Como si la TV tuviera alma y vida propia”.

Digamos la verdad, nunca nos imaginamos que aparecerían en la televisión semejantes cambios. Esto pasó en todo el planeta, no solo en América Latina. La élite del dinero, del poder, de la cultura y la sociedad, nunca se paseó por la posibilidad de que un instrumento tecnológico-surgido de repente- alcanzara la popularidad que tuvo y que sigue teniendo.

Ni las clases, ni el nivel cultural, (como los periódicos lo requieren) limitan su acceso. Hasta recientemente, y así es en el planeta que no está bajo el yugo comunista, la radio y la TV, eran y son muy económicas. Casi todo el mundo puede acceder a esas maravillas ¡Ah, nosotros los humanos, incomprensibles, hipercríticos, poco reflexivos!

 

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